Ciento diecinueve

Noche. Noche nublada. Noche oscura. Noche bandolera.

Elena acaba de salir del teatro. Un espectáculo divertido, lleno de jóvenes actores, algunos hasta han participado en alguno de los anuncios de su empresa. No podían dejar de invitarla. Ella le ha proporcionado más dinero a esa compañía que dos temporadas seguidas en el mejor teatro de Roma. Elena llega a casa. Se baja de su BMW Individual Serie 6 Coupé, color Blue Onyx metallic, nuevo y flamante. Se dirige a su portal. Apenas tiene tiempo de meter la llave en la cerradura y de volverla a sacar, y ya se encuentra dentro del portal con la cara aplastada contra el cristal, y siente que la arrastran hacia el vestíbulo. Acaba por el suelo, en la escalera, junto al ascensor. Tropieza con el felpudo de la señora del bajo, la que siempre cocina con cebolla. Pero esta noche no hay olores, no hay ruidos, sólo silencio. Demasiado silencio. El Mochuelo y el Halcón Peregrino se le echan encima.

– Estáte calladita y dame ahora mismo las llaves del coche.

El Mochuelo le tapa la boca con la mano, mientras Mauro la reconoce de repente. Es la de mi prueba, la señora que estaba en la habitación detrás de la ventana, la que tenía mis fotos en la mano, la que las rompió, la que no me quiso.

Elena lo mira. Ve la maldad en sus ojos. Entrecierra los suyos tratando de comprender.

¿Qué le he hecho a este tipo? ¿Acaso nos conocemos? ¿Quién es? ¿Por qué no deja de mirarme fijamente? Y, aterrorizada, sin entender absolutamente nada, muerde con fuerza la mano del Mochuelo y empieza a dar gritos.

– ¡Socorro, socorro, ayúdenme!

El Mochuelo también grita y agita la mano en el aire, intentando aplacar el dolor del mordisco. Luego, por toda respuesta, como una fría venganza, le da un puñetazo a Elena en plena cara; ella cae hacia atrás y se da un fuerte golpe en el escalón. Un instante de silencio. Todo queda como en suspenso. Mauro se ha quedado con la boca abierta. Paralizado. El Mochuelo le da un empujón.

– ¿Qué te pasa, Halcón Peregrino, estás dormido? Coge su bolso, rápido, larguémonos de aquí.

Mauro coge el bolso. Mira otra vez a Elena. Está tendida, vuelta hacia los escalones, inmóvil. Mauro la mira, muy asustado. Alguna que otra puerta empieza a abrirse, se oye ruido de cerrojos al correrse.

Gente que se ha despertado por el ruido, por los gritos de Elena.

Mauro se aleja veloz en la noche, se sube a la enorme moto, arranca y se marcha a todo gas. El Mochuelo busca en el bolso, encuentra las llaves, pone en marcha el BMW y se pierde también en la noche a toda velocidad.

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