Sesenta y seis

Varios días después. Las Olas y las demás chicas están entrenando a voleibol para mantenerse en forma.

– ¿Estás lista?

Y suena una especie de trueno. Bajos profundos y cálidos salen de los dos bafles del equipo estéreo que está en el suelo. La música invade el enorme gimnasio de la escuela. Cerca, dos conocidas zapatillas All Stars rojas y blancas llevan el ritmo. Conocen bien esa música. Una mano marca el ritmo en el cristal de la ventana. Niki deja de jugar. Se da la vuelta y se dirige hacia él con los brazos en jarras.

– Veo que insistes. ¿Por qué quieres fastidiar todo lo bello que hubo entre nosotros?

Pero Niki no tiene tiempo de acabar, pues del lector arranca con otra canción. Fabio tiene una expresión burlona. Y empieza a cantar en playback su propia música.

– «No fue casualidad que aquella noche, joven estrella, cayeses en mi cama… No lo habíamos buscado, lo sé. Dulces promesas y jóvenes mentiras. ¿Por qué escapas ahora? Te hace daño el pasado. Recuerda que no fue casualidad… que aquella noche, joven estrella, cayeses en mi cama.»

Niki lo mira. Tiene los ojos encendidos.

– Eres un gilipollas, Fabio. Un gilipollas de los pies a la cabeza, Fabio Fobia, o como cojones te llames. -Y se va corriendo, antes de permitirle verla llorar. Él no merece sus lágrimas. Fabio Fobia no aprieta el «stop». Deja que la canción continúe un poco más. Se sienta en el suelo. Con las piernas cruzadas. Enciende un cigarrillo.

– Qué pollas estáis mirando, seguid jugando…

Y sube la música.

«Recuerda que no fue casualidad… que aquella noche, joven estrella, cayeses en mi cama.»

Una chica pasa la pelota a la que tiene que rematarla. Pero Diletta bloquea el balón y lo bota en el suelo. Después va hasta el equipo y lo apaga.

– Este ruido molesta. -Y se marcha a los vestuarios.

– Sí, sí, haceos las remilgadas. ¡De todos modos, tenéis que pasar por nosotros si queréis gozar!

Fabio se levanta y le da una patada a la pequeña cristalera que hay debajo de la ventana, rompiéndola. Después sale por la ventana y sigue fumando.

– Oye, así sólo te ganas enemigos.

Fabio se da la vuelta. Olly está de pie, a la puerta del gimnasio.

– ¿Por qué te comportas así, quién te has creído que eres? Puede que tus canciones sean bonitas, pero hay demasiada mala hostia en ellas… y en ti también. Y con la mala hostia no se llega muy lejos.

Fabio Fobia da dos caladas rápidas y tira el cigarrillo al suelo. Lo pisa. Aprieta con fuerza la punta del pie, apagándolo. Luego pasa junto a Olly, a un milímetro. La obliga casi a apretarse contra la pared. Y le canta a la cara.

– «Recuerda que no fue casualidad… que aquella noche, joven estrella, cayeses en mi cama.»

Fabio Fobia recoge su equipo de música, se lo echa al hombro y vuelve a pasar por delante de Olly. Y, sin dignarse siquiera mirarla, se aleja por el patio de la escuela. Ella se queda quieta a la puerta del gimnasio. Lo mira mientras se aleja, con un pensamiento distraído y algún otro bastante más preciso.

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