Cincuenta y ocho

Ring. Ring. Ring. El timbre suena alegremente. Alessandro casi se cae de la chaise longue del sobresalto. Se apoya con la mano en el parquet y se levanta para salir corriendo hasta el interfono.

Ring. Ring. Ring. Tiene casi ritmo.

– ¿Quién es? ¿Qué pasa?

– Alex, soy yo, ¿me abres?

Alessandro aprieta dos veces la tecla y vuelve al salón. Pero ¿qué hora es? Las diez y cuarto. Ha dormido casi media hora. Alessandro abre la puerta justo en el momento en que llega Niki. Todavía tiene la respiración agitada.

– He subido por la escalera para mantenerme en forma. ¿Qué estabas haciendo? ¡¡Estabas dormido, ¿eh?!

– No, estaba allí -intenta justificarse-, navegando por Internet.

– Ah, ya. -Niki se asoma y ve que en el estudio todo está oscuro-. ¿Y ya has apagado el pc?

Alessandro la abraza y la atrae hacia sí.

– Por supuesto, ya lo ves… soy muy rápido. -Y le da un beso-. ¿Qué película has sacado?

Closer.

– No me digas. La de la música… Nunca la he visto.

– Es un poco fuerte. Tengo una idea. ¿Por qué no la vemos debajo de las sábanas?

– ¿Por qué, es una película picante?

– ¡Qué cerdo eres! No, no lo es. Bueno, un poco picante quizá sí, pero no por eso… Me gusta la idea de que la veamos en la cama, como si estuviésemos en nuestra casa.

Alessandro la mira, de repente sorprendido. Niki hace una mueca.

– Sí, ya lo sé, tu casa, es tu casa, pero yo me refería a como si viviésemos juntos, como si fuésemos una pareja, ¿entiendes?

Alessandro sonríe.

– Lo único que yo quería decirte es que eres guapísima.

Niki sonríe. Después se va a la habitación. Se desnuda a toda prisa. Se baja los pantalones, las bragas, se quita la camiseta, el sujetador, los fantasmas. Corre hacia el televisor, mete el DVD en el lector que hay debajo. Pero cuando oye llegar a Alessandro, se cubre los senos, sale corriendo y, de un brinco, se mete en la cama. Se tapa hasta la barbilla con la sábana. Luego coge el mando a distancia.

– ¿Quieres verla en inglés?

– No, gracias. Mañana ya tengo una reunión con unos alemanes.

– Ok, entonces en italiano. Venga, date prisa, ya está puesta, la película va a empezar.

Alessandro se desnuda veloz y se mete en la cama junto a ella.

– Muy bien, justo a tiempo. Ahora mismo está empezando.

Niki se acerca a él, se le pega, apoya sus pies fríos en sus piernas calientes, el pecho suave y pequeño en su brazo. Después los títulos, algunas imágenes, diálogos divertidos, realistas. Luego una foto, una canción, una historia de amor a punto de empezar. Un acuario. Un encuentro. A continuación todo se vuelve un poco confuso. La mano de Niki se desliza lentamente bajo las sábanas. Abajo. Más abajo. A lo largo de su cuerpo. Su pierna… Y juega y bromea y acaricia y toca y deja de tocar. Y después por su estómago. Alessandro se agita. Niki se ríe y suspira, y se le acerca cálida, y sube una pierna y la apoya encima de las suyas. Y las manos se multiplican, como un deseo imprevisto que se convierte en una historia de amor. Inventada, soñada, sugerida por una simple película, y luego repentinamente verídica, como todas esas palabras que una cama puede explicar. Y por un instante, esos momentos son para siempre, puede que un día se olviden, pero por el momento son para siempre.


Más tarde. Aún más tarde. Niki se da la vuelta y se dispone a salir de la cama. Pero se oye un crujido. Alessandro se despierta.

– Eh… ¿adónde vas?

– Son las dos. Les dije a mis padres que no volvería tarde. Esperemos que no estén despiertos. Esta vez te has quedado dormido, ¿eh? No lo puedes negar, amor…

– ¿Qué has dicho?

– Oye, no fastidies.

Niki empieza a recoger su ropa, un poco azorada.

– No, no, espera, espera… -Alessandro se sienta en la cama, con las piernas cruzadas, cubiertas por las sábanas-. Repite la última palabra…

Niki vuelve a dejarlo caer todo al suelo y se sube a la cama. Se pone en jarras, de pie, con las piernas abiertas, y lo mira desde arriba.

– Lo siento. Ya está decidido. Lo has oído bien. Perdona, pero te llamo amor.

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