Cuarenta y dos

Tercera hora. Matemáticas. Para Niki es un paseo. En el sentido de que no entiende nada y, por lo tanto, da igual que se vaya a dar una vuelta mentalmente. No vale la pena cansarse. De todos modos, los deberes siempre se los pasa Diletta y la profe nunca saca a nadie a la pizarra. ¿Y por qué cambiar las cosas cuando hasta ahora han ido tan bien? Niki acaba de escribir algo. Coge la hoja cuadriculada y, para no apartarse tanto del tema, la dobla con cuidado. Una, dos, tres veces, después la punta, luego saca dos alas y les hace un pequeño desgarro a cada una en la parte inferior. Son los timones. Mantiene uno arriba y otro abajo, hace hasta piruetas. Lo mira. Bien. Así, a buen seguro que resulta más preciso. Y más veloz. Después mira a la profe, que está ante la pizarra.

– Bien, ¿lo habéis entendido? En este caso, sólo tenéis que tomar en consideración los últimos números.

En cuanto la profe se pone a escribir de nuevo, Niki se incorpora y deja de ocultarse, es decir, sale de su pequeña trinchera, que no es otra que la empollona de Leonori, que se le sienta delante, y lanza con fuerza el avión que acaba de fabricar en dirección a Olly.

– ¡Ay!

Acierta de lleno en la sien de Guidi, compañera de pupitre de Olly. El avión aterriza en el pupitre y Olly, veloz como una serpiente, lo recoge tras su catastrófica toma de tierra y lo esconde en lugar seguro, en su hangar, debajo de la libreta de apuntes. La profe se da la vuelta hacia la clase.

– ¿Qué pasa? ¿Qué sucede? ¿No lo habéis entendido?

Niki levanta la mano y se justifica.

– Disculpe, he sido yo. He dicho: «Ah, claro». Es que antes no lo acababa de entender.

– ¿Y ahora ya está? Si no, lo vuelvo a explicar.

– ¡No, no, está clarísimo!

Diletta se echa a reír pero se tapa rápidamente la boca con la mano. Ella sabe lo poco claro que resulta todo eso para Niki. No lo entiende en absoluto desde hace por lo menos cinco años, cuando empezaron a ir a la misma clase y, sobre todo, cuando empezó a pasarle los deberes.

– Entonces prosigamos. En este punto, tenéis que coger la suma obtenida y empezar de nuevo con los diferentes paréntesis.

La profe vuelve a escribir y a explicar en la pizarra; mientras, Olly saca el avión de debajo de su libreta. Lo abre, lo alisa con ambas manos, curiosa por leer el contenido superviviente de aquel vuelo tan azaroso.

«Olly, tú que eres buena y tienes un ocho en plástica, ¿me podrías diseñar estas dos ideas? Te explico. En el primer caso se trata de…». Y sigue toda la explicación de las dos ideas, que a Olly le parece que no pegan para nada, pero resultan originales. Ambas tienen como protagonista a una chica, y la hacen reír. El mensaje acaba con una promesa. «Así pues, ¿me lo haces para… ahora? ¿Te acuerdas? Las Olas prometimos ayudarnos siempre, a pesar de todo, ante cualquier momento de dificultad. Y por si eso no te basta, oportunista y tramposa como eres, estoy dispuesta a recompensar tu miserable esfuerzo con: A) cena en el restaurante del corso Francia. Caro pero bueno, como bien sabes; B) semana de helados gratis en el Alaska, incluso la copa o el cono más grande y, en cualquier caso, helados de 2,50 euros como mínimo; C) lo que quieras, a condición de que no me resulte imposible. Por ejemplo, organizarte una cita con mi padre, que sé que te gusta mucho… Eso, ni siquiera te atrevas a pedírmelo.»

Olly coge una hoja, la arranca de la libreta y empieza a escribir a toda velocidad. Después, hace una pelota, mira a la profe, que sigue de cara a la pizarra y la lanza como el mejor playmaker. Acierta sin problema en el centro del pupitre de Niki, que abre el papel de inmediato.

«¿Qué? ¿Yo me tengo que comer el coco después de que tú no hayas compartido siquiera de palabra tus sucias y obscenas aventuras nocturnas…? Ni hablar… O mejor dicho: ¡habla, pelandusca!»

Niki acaba de leer la nota y se apoya en el respaldo de la silla mirándola y poniendo cara de pena.

– Va -le dice en voz baja desde lejos, casi sólo articulando. Después junta las manos como si estuviese rezando-. Please…

Olly niega con la cabeza.

– Ni hablar… Quiero saberlo todo… O lo cuentas todo o no dibujo nada.

Niki arranca otra hoja, escribe a toda velocidad algo y luego, en vista de que la profe sigue escribiendo, hace una pelota y se la lanza. Bomba directa al lugar del avión. Esta vez, Guidi la ve llegar y se agacha para esquivarla. Olly la pilla al vuelo con la mano derecha. Justo a tiempo. La profe se da la vuelta y mira a Niki.

– Cavalli, ¿esta parte le ha quedado clara?

Niki sonríe.

– ¡Esto sí! Clarísimo.

– ¿Y a vosotras, chicas?

Algunas alumnas asienten, más o menos convencidas. La profe se queda más tranquila. Se está explicando de una manera comprensible.

– Bien, entonces continúo. -Y sigue escribiendo, sin saber a ciencia cierta si alguno de esos cálculos resulta verdaderamente claro para la mayor parte de sus alumnas, o siquiera para dos. De todos modos, todas saben ya que las matemáticas no saldrán en Selectividad.

Divertida, Olly abre el mensaje que acaba de llegar.

«Es menos de la mitad de lo que has hecho tú… De todas maneras te lo explicaré todo después, hasta con mímica. Scripta manent. ¡Disegnam pure! Ahora, ¿podrías diseñar mis dos ideas, por favor?»

Olly la mira seria. Después, en voz baja, desde lejos, le dice pronunciando con claridad para que lo lea bien en sus labios:

– Si no me lo cuentas todo, cojo lo que haya dibujado y -levanta la hoja arrugada que le acaba de llegar y la mueve-, te lo rompo. ¡¿Está claro?!

Desde su sitio, Niki levanta la mano izquierda, después la derecha, luego cruza los dedos y se los besa jurando, como ha hecho antes Olly. Además, le dice con claridad:

– ¡Prometido!

Olly la mira una última vez. Niki le sonríe. Y ella, conquistada por su divertida amiga, abre el estuche lleno de lápices de colores, saca de debajo del pupitre el álbum de dibujo y coge una hoja en blanco. Y, como el más grande de los pintores, le quita el tapón al rotulador negro y mira la hoja de las ideas de Niki. A continuación se detiene, busca la inspiración en el vacío. La encuentra. Se concentra en la hoja y, con trazos seguros y precisos, empieza a dar cuerpo a las fantasías cómicas, extrañas, divertidas y, por qué no, también curiosas, de su amiga Niki. Mientras tanto, la profe continúa con la que sin duda es la exposición más clara que haya hecho jamás.

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