Ciento dieciséis

Una semana más tarde. Todo está más claro y hasta el cielo parece más azul. Alessandro está en su despacho. Llega la secretaria.

– Un señor pregunta por usted.

– Gracias, hágalo pasar. -Alessandro se sienta en el escritorio. Sonríe al verlo entrar. Tony Costa. Parece más delgado que la última vez que lo vio-. Ha adelgazado.

– Sí, mi mujer me ha puesto a dieta. Bien, aquí tiene la información que me pidió. He conseguido las notas, a todas les ha ido bastante bien en Selectividad. Pero naturalmente ninguna de ellas conoce todavía el resultado. Niki Cavalli ha sacado un notable.

Bien, piensa Alessandro. Estará contenta, no esperaba tanto y encima yo estuve a punto de acabar de hundirla.

– En cambio, su número de teléfono ha cambiado, todavía no he averiguado el nuevo. Se va dentro de dos días con sus amigas. -Tony Costa hojea un bloc de notas que tiene en la mano-. Aquí está, con las Olas, sí… se llaman así, y se van a Grecia. Santorini, Rodas, Mikonos e Íos. -Tony Costa guarda su bloc-. Sólo tiene que preocuparse por esta última, la llaman la isla del amor.

Alessandro sonríe.

– Gracias. ¿Cuánto le debo?

– Nada… basta con el anticipo. Este trabajo ha resultado incluso demasiado fácil.

Alessandro acompaña a Tony Costa hasta el ascensor.

– Espero que nos veamos otro día por otros motivos. Usted me resulta simpático.

– Gracias, usted también.

Alessandro se queda allí mientras las puertas del ascensor se cierran. Después regresa a su despacho. Está a punto de entrar cuando llega Andrea Soldini.

– ¡Alex! ¡No tenías que haberlo hecho!

Alessandro se acerca a su sillón, se sienta y sonríe.

– No ha sido nada… Sólo un detalle.

– ¿Y le llamas detalle a eso? ¡Me has hecho una pasada de regalo! ¡Un Macintosh McWrite Pro, rapidísimo además…! ¿Por qué lo has hecho?

– Quería darte las gracias, Andrea… Tú me has ayudado mucho.

– ¿Yo? Pero ¡si todas las ideas se te ocurrieron a ti, las fotos, el eslogan, esa chica además! ¡Niki es perfecta! ¿Has visto los carteles? Están ajustando los colores para Italia, pero estoy seguro de que quedarán muy bien. ¡Es una publicidad simple pero genial!

– Sí, en el extranjero ha funcionado muy bien. Ya veremos cuando salga aquí.

– ¿Que muy bien en el extranjero? Si parece que el caramelo se ha agotado en todo el mercado internacional. ¡Ha arrasado por todas partes! ¡Tú has arrasado!

– De todos modos, no quería darte las gracias por eso, o mejor dicho, también por eso…

– ¿Y por qué entonces?

– Te he regalado ese ordenador para agradecerte el mail que me enviaste… amigo mío… O mejor: «amigo verdadero».

Andrea se siente morir.

– Pero yo…

– No ha sido tan difícil. Conocías a Marcello. Trabajabas con Elena. Tenías acceso a su ordenador por trabajo. Y, sobre todo, Niki te caía simpática. Fue enviado a las veinte y cuarenta y cinco desde un ordenador de nuestra empresa. El otro día, en la oficina, sólo quedabais Leonardo y tú. Y no creo que a él le preocupe mi felicidad. De modo que… fuiste tú.

– ¿No tenía que haberlo hecho?

– ¿Bromeas? Antes me sentía culpable y ahora me siento feliz. ¡Disfruta de tu ordenador! Pero por favor, ocurra lo que ocurra, si quieres ser «mi amigo verdadero»… ¡no me envíes e-mails!

– Ah, jefe. Entonces hay otra cosa que me gustaría decirte.

Alessandro lo mira perplejo.

– ¿Debo preocuparme?

– No, no creo… O al menos eso espero. ¿Te acuerdas de la historia del atajo? ¿La persona que tenía en el equipo adversario que nos iba informando de sus ideas?

– Sí, ¿qué?

– Me parece justo que lo sepas. Era Alessia. Prefería verte ganar, aunque a ella la transfiriesen a Lugano y tú te quedases en Roma.

– Nunca lo hubiese imaginado. ¿Cómo está?

– Mejor… -Andrea Soldini está un poco azorado-. Hemos empezado a salir.

– ¡Genial! -Alessandro se le acerca y lo abraza-. ¡¿Ves como al final hay alguien que sabe apreciarte?!

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