Gracias en particular a Stefano, «el loco», alegre y divertido, que me ha acompañado este verano. Me ha distraído en la campiña toscana haciendo que le contara esta novela en la que creyó desde el primer momento… ¡Claro, como es tan loca!
Gracias a Michele, el viajero. Me ha acompañado en la búsqueda del faro. Lo encontré con él en la isla del Giglio. También me acompañó mientras buscaba lo demás.
Gracias a Matteo y a su gran entusiasmo. La belleza de sus rasgos está muy por encima de mis simples palabras. Siempre me he divertido mucho con él por teléfono y nunca me creí en serio que estuviese en Nueva York. A lo mejor me voy hasta allí para comprobar que de veras trabaja en esa oficina.
Gracias a Rosella y a su increíble pasión. ¡Sueña tan bien que al final también tú te acabas creyendo esos sueños!
Gracias a Silvia, Roberta y Paola, aunque sólo nos conozcamos por teléfono, pero se han portado de maravilla, y gracias también a Gianluca, a quien conocí en persona cuando vino a traerme las pruebas y se fue de inmediato sin darme tiempo siquiera a que le invitase a un café.
Gracias a Giulio y Paolo, que me invitaron a una cena en Milán muy especial, pero sobre todo agradable, que muchas veces es lo más difícil.
Gracias a Ked, que me hizo conocer a todas esas personas.
Gracias a Francesca, que quiere cambiarse el ciclomotor, pero no acaba de hacerlo… Se divierte mucho siguiendo mis aventuras. Y siempre me aconseja con humor y sabiduría.
Gracias a todos mis amigos, los de verdad, los que siempre han estado y también están en esta novela. Me han acompañado también en momentos dolorosos, haciendo que ese dolor me resultase más llevadero.
Gracias a Giulia, que ha sido sumamente paciente y ha estado siempre a mi lado con su hermosa sonrisa. Ella ha sido mi verdadero faro en estos tiempos de tormenta, cuando el mar está agitado y uno pierde de vista la tierra.
Gracias a Luce que, como siempre, me hace reír, y a mis dos hermanas, Fabiana y Valentina, que me gustaría que riesen siempre.
Y, por último, un agradecimiento especial a mi amigo Giuseppe. Qué puedo decir… A veces las cosas son tan bellas que si dices algo corres el riesgo de estropearlo todo. En ese caso, prefiero callarme y decir simplemente gracias, papá.