Setenta

Enrico entra corriendo en casa.

– Amor, ¿dónde estás? Perdona, ¡llego tardísimo!

Camilla aparece a la puerta del dormitorio, perfectamente maquillada y vestida. Vestido oscuro, sombra ligera, carmín rosado.

– Me lo imaginaba. Te he preparado la bolsa del futbito.

Enrico la mira. Se ha quedado sin palabras.

– Pero ¿adónde vas?

– A tomar algo con aquella amiga mía del gimnasio. ¿No te acuerdas? Con la que estaba hablando la otra noche. Viene también otra chica.

– Ya veo. ¿Y adónde pensáis ir?

– No lo sé, aún no lo hemos decidido.

– Sí, pero ¿qué os apetece, en qué tipo de sitio pensáis…?

Camilla se pone la chaqueta.

– Es que no sé… Hemos quedado en el centro. -Coge su bolso, mete dentro las llaves de casa y lo cierra-. Perdona, pero yo, cuando vas a jugar a futbito, no te pregunto con quién juegas, ni qué os vais a tomar después.

– ¿Y eso qué tiene que ver? Además, casi siempre perdemos.

Camilla mueve la cabeza y abre la puerta.

– A veces es imposible hablar contigo. Nos vemos más tarde. -¡Y cierra la puerta!.

Nos vemos más tarde. Pero ¿más tarde cuándo? Enrico se sienta en el brazo del sofá en medio del salón. O mejor dicho, se hunde. Le gustaría preguntarle un montón de cosas. Del tipo: ¿a qué hora piensas volver? ¿Llevas el móvil conectado? O bien: después no me digas que no tenías cobertura. O peor aún, no me digas que te quedaste sin batería. En resumen, para decirlo con una sola frase: ¿de veras tienes que salir? Cae en la cuenta de que llega muy tarde al partido. Se levanta, va hacia el dormitorio, encuentra la bolsa, se la echa a la espalda y sale. Mientras espera el ascensor tiene un pensamiento extraño. No sé por qué, pero esta noche me gustaría ser el árbitro… El ascensor se abre. Enrico entra y aprieta el botón correspondiente. Luego se mira en el espejo. Pero ¿cuánto hay que esperar todavía para tener la bendita o la maldita respuesta del investigador? Y eso que le di el dinero en el momento. Qué demonios. Sale corriendo hacia su coche. Sube, arranca. No sé si jugaremos un buen partido o perderemos como de costumbre. Sólo sé que no veo la hora de que se acabe para volver a casa. Y, sobre todo, para ver si Camilla ha regresado ya.


Niki le da la tarjeta al encargado, que la pasa por la máquina para visualizar el nombre.

– Pero ¿de quién es?

– De mi hermano.

– ¿Que se llama?

– Matteo.

– ¿Seguro?

– Ya lo creo que sí.

– Me refiero a que no me aparece en la tarjeta.

– Ah, disculpe. -Niki piensa un momento-. A lo mejor le aparece Vanni.

El hombre aprieta una tecla y se oye un bip.

– Sí, Vanni sí. Perfecto. ¿Qué desea?

Niki le da la hoja doblada en cuatro.

– Una de estas películas.

El encargado repasa la lista, mira los nombres uno a uno.

– Algunas no las tenemos. Y las que tenemos están prestadas.

– ¡Qué rabia!

El encargado mira mejor la lista. Levanta las cejas.

– Hay algunas que ni siquiera las he visto. Ésta, por ejemplo. Nirvana, de Frank Simón, con Deborah Wells y Valentine Demy. Me han dicho que es una pasada. El argumento está lleno de golpes de efecto, además. ¿Tú la has visto? Es una porno cult.

– No, lamentablemente me la perdí.

– Me gustaría darte algo.

Niki lo mira recelosa.

El encargado sonríe.

– Pero en casa sólo tenemos algo gay y yo ya he visto que has elegido sólo cosas hetero.

– Pues sí.

Alguien se acerca al mostrador y devuelve casi vencido el tiempo de préstamo un DVD; aprovechado a tope.

– Tenga y gracias, un porno doc… Jessica Rizzo no defrauda jamás.

El encargado lo coge y lo revisa. Luego sonríe feliz y se lo da a Niki.

– ¡Aquí tienes! Precisamente es la primera de tu lista.

Niki coge el DVD azorada. La persona que lo acaba de devolver está a punto de irse, pero se vuelve de nuevo.

– Eh, pero ¿eres tú? ¡Niki! ¡No te había reconocido! Soy Pietro, el amigo de Alex.

Niki sonríe con embarazo.

– Claro… por supuesto… Me acuerdo perfectamente.

– Ah, entonces tenemos en común una óptima memoria y alguna cosa más, por lo que veo… -Y señala el DVD con la barbilla.

Niki intenta salir del apuro.

– Eh… sí… no… en realidad… Digamos que he perdido… bueno es una especie de apuesta…

– Oye para mí eres estupenda. Y después de esto, me tienes loco. Déjame hacerte una pregunta: ¿la vas a ver con Alex?

Niki se rinde. Es inútil, jamás podrá convencerlo de lo contrario.

– Sí, pero no se lo digas. Es una sorpresa.

– ¡Os adoro! Qué suerte tenéis. Yo lo he intentado muchas veces con mi mujer, pero nunca ha querido. Luego se quejan de que los matrimonios se rompan. Bueno, disculpa, pero me tengo que ir. -Pietro se despide y se aleja hacia las puertas automáticas del videoclub. Pero luego se da la vuelta y entra corriendo de nuevo-. Perdona, Niki, una última cosa. ¿No tendrás por casualidad alguna amiga a la que, bueno…? Una a la que le gusten estas cosas para presentármela. Quiero decir un poco fuera de lo convencional. Como tú, vaya.

La imagen de Olly se dibuja de inmediato en la mente de Niki.

– No, lo siento… Alex se ha quedado con la única fuera de lo convencional.

– Ok. No he dicho nada. Bueno, me voy que ya están todos en el campo. ¡Adiós!

Niki lo mira irse. Coge el DVD y lo mete en su mochila. Se despide del encargado, que le guiña un ojo. Niki mueve la cabeza. Adiós a mi reputación. Años tirados por la borda. Y con este último pensamiento sale de la tienda. Justo en ese momento llega Fabio. Aparca de cualquier manera su Opel Corsa C'Mon color Magma Red, llantas de aleación con diseño de cinco radios dobles. La música sale a todo volumen por las ventanillas abiertas. Se baja y da un portazo. La ve.

– ¿Te gusta? Quería darte una sorpresa.

– Hortera, como tú y tu canción.

– Venga, no seas así…

Fabio intenta besarla. Niki aparta la boca y vuelve la cara hacia la derecha. Entonces Fabio intenta abrazarla y, antes de que se le escape, la sujeta con fuerza.

– Me equivoqué. Te echo de menos, princesa. Sin ti todo resulta anodino…

Niki cierra los ojos. ¿Por qué ahora? ¿Por qué tan tarde? Tan desesperadamente tarde… Y se abandona entre sus brazos, vencida por el dolor de ese amor ya perdido.

Justo en ese momento, pasa Enrico, que se dirige a su partido de futbito. Rojo. Se detiene en el semáforo que tiene delante y mientras espera mira por la ventanilla. Mira esos dos. Qué bonito. Cómo se abrazan. Qué buena pareja. Y ella qué guapa.

Entonces Niki se separa de Fabio. Ahora Enrico puede verla per fectamente. Y la reconoce. Pero ésa… esa… Ésa es la chica de diecisiete años de Alex… ¡La que lo tiene loco!

El coche que está parado detrás toca el claxon.

– Venga, ¿te quieres mover de una vez? Está verde.

Enrico no tiene más remedio que arrancar. Qué asco. Mientras Alessandro juega a futbito ella… Son todas iguales. Esta noche… ¡dos árbitros en el campo! Y lleno de rabia, acelera veloz.

Niki retrocede.

– Mira, Fabio. Estuvimos bien juntos. A lo mejor con el tiempo, no sé lograremos incluso ser amigos. -Luego lo mira directamente a la cara-. Pero ahora no. No puedo. -Baja la mirada-. Necesito estar sola.

Fabio se le acerca. Le levanta el rostro con dulzura.

– ¿Sola? Me estás diciendo una mentira. Sé que estás saliendo con alguien.

– ¿Quién te lo ha dicho?

– ¿Importa eso?

Niki se pone tensa. Tiene razón. Me he equivocado. Tenía que habérselo dicho de entrada. A veces uno se equivoca por querer ser bueno. Uno se desvive, y al final la acaba pifiando.

– Sí, me estoy viendo con otra persona desde hace un tiempo. Espero que llegue a ser una historia bonita.

Fabio se le pone delante.

– ¿Más bonita que la nuestra?

– Más bonita que la que tú te empeñaste en estropear. Ahora ya es demasiado tarde.

Niki hace ademán de irse.

– ¡Pues no! ¡No me sale de los cojones!

Y la agarra por la bolsa, que se abre. El DVD cae en la acera.

– Y esto qué es? -Fabio lo recoge-. ¿Jessica Rizzo? ¡Es una peli porno! O sea que a mí me costó horrores conseguir hacer algo contigo, conmoverte un poco, para que ahora aparezca ése… ¿Y qué haces? ¿Vas a buscar una peli porno para verla con él?. ¿Quién es? ¿Mister Milagro?

Niki le coge el DVD de la mano.

– ¿Qué te ha hecho?

– Lo que no me hiciste tú. Y piensa que le ha resultado de lo más fácil. Me ama. -Niki se pone rápidamente el casco y se marcha en su ciclomotor.

Fabio camina hasta mitad de la calzada y le grita con la mano levantada.

– Claro, muy fácil. Siempre se te han dado bien esa mierda de frases. Pero estás rodeada de gente falsa… ¡Ya lo verás! Y me gustará ver cómo acaba la historia con el tipo ese. Además, no tendré que esperar mucho. Como máximo tres meses. ¡Será gilipollas la tía!

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