Y se va. A celebrarlo sin pérdida de tiempo. Casa. Tranquilos. Decir algo. Beber algo. Una carcajada. No tener miedo de nada por un momento. Desconectar el teléfono. Y perderse sin prisa.
– Me ha gustado a rabiar esa película en la que sale la chica esa que hizo León: el profesional…
– Entonces debe de ser una película para jóvenes.
– ¿Por qué te las das de viejo? Además, a estas alturas, también ella ha crecido.
– Espera, espera, la buscaré en Google. -Alessandro se va al ordenador.
– Mira, es ella. ¿La ves? Natalie Portman. Y la película se titula Closer…
– A ver…
Niki se sienta en sus piernas y se apoya en él haciendo un poco de presión. Se ríe mientras intenta navegar. Adelante. Atrás. Abre otra página. Una nueva búsqueda.
– ¡Mira! Está también la banda sonora. Es chulísima. Espera, que me descargo la preview…
Alessandro la mira. Es guapísima, una niñita divertida que corre arriba y abajo con el puntero del ratón y con su entusiasmo. Cierra los ojos y, por un momento, aspira el olor de su cabello. Y su sonrisa. No piensa en nada más. Y eso le preocupa. Niki vuelve un poco la cara hacia él.
– Eh, ¿qué haces? ¿Te has quedado dormido?
– ¡Qué va!
– ¡Pues tenías los ojos cerrados! Vale, mira esto… Aquí están, son varias… The Blower's Daughter y Cold Water son de Damien Rice, pero también son muy guays, Smack My Bitch Up, de los Prodigy, ésta rompe, ¿a que sí? Y luego están esas dos, pero no las conozco, How Soon Is Now y Come Closer. Vamos a oír ésta… -Niki clica encima y la canción empieza a sonar-: «… Come on closer, I wanna show you what I'd like to do…»
– Bonita, ¿eh? Quiere decir…
– No, no, Alex, déjame a mí. Ya sé que sabes inglés. Pero así me prepararé un poco para los exámenes. Mi profe dice que tengo una buena pronunciación, pero que no entiendo bien el significado.
Niki cierra los ojos y escucha con atención… «You sit back now, just relax now, I´ll take care of you…» Después clica de nuevo sobre el reproductor virtual y la vuelve a poner desde el principio.
– Espera, ¿eh? Todavía no. -Y la vuelve a escuchar. Esta vez no tiene dudas.
– «Acércate, quiero mostrarte lo que me gustaría hacer… Siéntate de espaldas, ahora relájate, yo te cuidaré…» Tengo dudas acerca de ese «back»… -retrocede un poco-. Sí, tiene que ser así.
La pantalla avanza hasta «Hot temptations, sweet sensations infiltrating through, sweet sensations, hot temptations coming over you.»
– Por favor, por favor, por favor, déjame volver a escuchar sólo esto. -Y se ríe-. Así, como mínimo, puedo decir que he estado repasando. Que he estudiado un poco. -Y, mientras en la pantalla se lee «repeat» y vuelve a sonar el primer minuto de la canción, Niki se levanta y apaga las luces. Solos. En el salón. Los sofás de piel blanca reflejan una luz suave procedente del exterior. Un coche pasa a lo lejos, el claxon no se oye, ni tampoco el ruido del motor.
Niki abre la puerta de la terraza. Respira lentamente el aire. Luego se desnuda. Por un momento, Alessandro se preocupa por si estará mirando el vecino de enfrente. Robando con los ojos lo que es suyo. Pero no. Está la amiga oscuridad. El vestido de Niki se desliza ligero por su piel hacia el suelo, y allí se queda, humilde cortesano. Niki salta por encima con un pequeño paso, muy leve. Se ha dejado puestas las zapatillas con las cintas atadas a los tobillos. No lleva sujetador. Se le acerca, pero se queda de pie frente al sofá.
– ¿No vas a besarme?
Alessandro le da un beso ligero en los labios.
– Espera, quiero poner una cosa.
Se dirige a la librería, dejándola allí sola un instante, de pie, con la luna perfilándola como una delicada muchacha de contorno de nata, y con ese perfume ligero que proviene de ella.
Alessandro regresa junto a Niki. También él está desnudo. Le echa el pelo hacia atrás con delicadeza. Niki cierra los ojos. Suena una música. She's the One.
– ¿Te acuerdas?
– Por supuesto, hay momentos que no se pueden olvidar.
Le sonríe con sus dientes perfectos. Brillan en aquella estancia en penumbra. El reflejo de un pez que zigzaguea veloz de noche en los mares caribeños, cambiando de dirección a cada rato, arrastrando consigo hacia el fondo la luna y su reflejo.
– Por un momento he pensado que ya te lo habrías puesto…
– ¿El qué?
– ¿Cómo que qué? El preservativo.
– No lo había pensado. -Y la atrae hacia sí, le acaricia el seno, la estrecha, la besa-. Hummm, qué bien sabes…
– ¿Vas a tomarme, hombre? ¿Quieres penetrarme?
– Aún no… lo estoy pensando.
Niki sonríe y lo besa con pasión. Y se divierte. Sí. Un beso divertido, con la lengua; un beso que sabe a amor y a juego. Lleno de sabores buenos y de deseo y de mar abierto y de tantas cosas más. Una lengua que tiene sueños que contar. Y se tumban en el sofá. Niki tiene las piernas suaves y tantos tenues aromas que parece un prado florido, misterioso, oculto tras un bosque, enteramente por descubrir.
– Pareces un cervatillo que corre y tropieza y se cae entre las flores y, al levantarse, lleva consigo flores y pétalos y manzanilla y margaritas y violetas salvajes y rosas silvestres y hierbas que huelen de todas las maneras…
Niki sonríe.
– Pero ¿qué dices?
– Digo, digo…
– ¿Y por qué me dices todas esas tonterías, quieres impresionarme? Mira, a lo mejor no lo recuerdas, pero ya hemos hecho el amor.
– Qué boba eres, te lo digo porque a veces es bonito hacer el bobo. -Y vuelve a besarla. Sí, cuando te enamoras es bonito hacer el bobo… Lo malo es que no te percatas, no te das cuenta… ¿No te estarás enamorando, Alex? Se lo pregunta a sí mismo. Y se siente todavía más bobo. Casi podría ruborizarse. Pero la penumbra siempre te salva, te protege, te hace soñar, te hace hacer el bobo.
– No lo estarás leyendo, ¿eh? A veces parece que haces cosas estudiadas… No me gusta. Me parece estar en uno de tus anuncios. -Niki se aparta.
– Tengo que decirte la verdad: se me había olvidado que ya habíamos hecho el amor.
– Bobo. -Niki le da una pequeña palmada en la espalda y después, con dulzura, se deja besar de nuevo.
Alessandro siente crecer su deseo. La empuja suavemente con la mano en el pecho, y ella se deja caer en el sofá. Y suspira mientras él le baja las bragas. La piel bajo su cuerpo es fresca. Alessandro la mira. Es muy hermosa. Y tiene diecisiete años. Cuatro más que la hija de Pietro. Pero ¿qué culpa tengo yo? La culpa es de Pietro, que los tuvo demasiado pronto. Por eso tiene tantas ansias de libertad. Alguien dijo que hay un tiempo para cada cosa. ¿Y ahora? ¿De qué tiempo se trata? ¿Qué más puedo esperar? Es una llamarada súbita. Y hambre. Y deseo. Y ya no entiendo nada. Y miro por la ventana y siento otros olores y el vecino tiene las luces apagadas y ahora es ella quien me empuja, y lo hace con dulzura y me sonríe y me estira las piernas, y se tumba sobre mí. Y es decidida. Muy decidida. Ay. Lo ha hecho a propósito. Y me mira desde abajo con sus grandes ojos. Y sonríe. Es muy decidida. Y hermosa. E inocente. Y me dejo ir. Y cierro los ojos.
¿Y si ahora entrase Elena? Elena tiene las llaves de casa. Podría. Tengo que cambiar la cerradura. No. Que entre si quiere. Fue ella quien decidió irse. Sí, que entre si quiere. Mejor aún, ojalá entrase. Y atraigo a Niki hacia mí y le sonrío. Y nos besamos con deseo. Y ya sabe un poco a mí. Y decido hacerle el amor.
– Eh. -Me mira preocupada-. No te has puesto nada. Ten cuidado, ¿eh?
– Tú misma lo has dicho. No todo tiene que estar calculado.
Ella sacude la cabeza y luego me besa.
– Me gustas con locura.
– Y tú a mí.
Y luego me viene como un flash. Oh, no, definitivamente tengo que cambiar la cerradura.
Mi madre también tiene una copia de la llave.