Última hora de la tarde.
«¿Sigues destrozando cosas por ahí?» Alessandro acaba de escribir el mensaje y le da a la tecla «Enviar».
Un momento después llega la respuesta. Niki, rápida como siempre. Más aún si cabe.
«Para nada. Estoy en casa haciendo cosas todavía peores… pienso en ti.»
Alessandro sonríe. Responde lo más rápido que puede, pero resulta difícil batir al pulgar de Niki.
«¿Quieres que nos veamos?»
Ni diez segundos siquiera. «¡Por supuesto! Eso me hace muy feliz. Así hacemos las paces. ¿Dónde?»
Alessandro pone todo su empeño. Echa el resto. Mejora un poco. «Estoy debajo de tu casa. Primera calle a la derecha.»
«Ok. En seguida bajo.»
Apenas diez minutos después. Niki abre el portal, se reúne con él y se le echa encima, besándolo.
– ¡Amor! ¡Perdona, perdona, perdona! -Y sigue besándolo.
Alessandro se ríe sin decir nada. No está habituado. No lo esperaba. Normalmente, con Elena, sobre todo al principio, tenía que esperar horas debajo de su casa a que ella bajase. Pero ese pensamiento se desvanece en un instante.
– ¡Madre mía, qué ridículo he hecho esta tarde! ¡Con tu hermana, además! ¡Si al menos hubiese sido una amiga cualquiera!
– Si hubiese sido una amiga cualquiera, hubieses continuado dando patadas a mi coche.
Niki se pone seria.
– Es verdad. Tienes razón, soy así, no lo puedo evitar. Y me parece que no tienes que intentar cambiarme.
– ¿Y quién lo intenta? Odio los fracasos…
– ¡Idiota! Si me lo propongo, puedo cambiar… Lo que pasa es que si cambiase por ti, cometería un error. Quería decir que no soy la persona que buscas, que no soy la adecuada para ti. O sea, estaría fingiendo ser otra. Porque entonces en tu cabeza habría otra que a lo mejor sólo tiene en común conmigo el nombre, ¿conoces a otra Niki…?
Alessandro sonríe.
– Oye, ¿podemos dejarnos de filosofías? Esa asignatura me iba fatal. En mi opinión, sólo tenemos que aclarar dos puntos.
Niki cruza los brazos a la altura del pecho. Alessandro intenta abrírselos.
– Eso es que estás cerrada a lo que voy a decirte, una falta de apertura, un rechazo del mundo.
– Oye, yo me pongo como quiero. Oigamos lo que tienes que decirme. De todos modos ya sabía que me esperaba una filípica.
Alessandro la mira con sorpresa.
– ¡Vaya palabra!
– Una reprimenda, una comida de coco, un rapapolvo, un chorreo, una reprensión, un sermón, una bronca, una reconvención, un repaso, una regañina. ¿Está bien? Da igual como lo diga, ¿no?
– Pero ¿tú qué eres? ¿Un diccionario de sinónimos andante?
– Dime lo que tengas que decirme y no te quedes conmigo. -Alessandro respira profundamente-. Espera, espera -Niki lo detiene. Cierra los ojos y abre los brazos. Luego levanta las manos con las palmas hacia arriba frente a su pecho, en plan yoga-. Sólo dime una cosa… ¿se ha acabado?
Alessandro la mira. Está guapísima, así, con las manos abiertas, suspendidas en el vacío, con el pelo suelto que le cae sobre los hombros, a lo largo de ese cuello que todavía sabe a niña, con esas mejillas lisas, con los ojos cerrados, sin rastro de maquillaje, y toda una vida y un montón de sueños por delante. Alessandro deja caer las manos sobre sus piernas.
– No, no se ha acabado, al menos para mí.
Niki abre los ojos y sonríe. Ya no tiene los brazos cruzados. Sonríe y se muerde el labio superior; los ojos le brillan, soñadores, ligeramente empañados. Puede que incluso se eche a llorar.
– Ok, perdona, Alex, dime lo que me querías decir.
– Bien. -Se restriega las manos en los pantalones-. Digamos que no sé por dónde empezar.
– Empieza por donde quieras, lo que importa es adónde quieres ir a parar.
– Vale… no es por las patadas que le has dado hoy al coche…
– Bueno… puede decirse que también eso entra en los daños de nuestro famoso accidente, ¿no?
– Déjate de bromas. De acuerdo, ahí voy. Yo estoy muy bien contigo, me gusta escucharte, me gusta hablarte de mi trabajo y me gusta todo lo que hacemos juntos…
Niki se vuelve hacia él y lo mira con una leve sonrisa maliciosa.
– Sí, Niki, sí, sobre todo eso o, mejor dicho, también eso… Lo que pasa es que tú a lo mejor tienes muchas expectativas. Piensas que durará, y en cambio yo no sé lo que ocurrirá. Nadie puede saberlo. Y justo por eso quiero poder sentirme tranquilo con todas mis elecciones, sin hipotecar nada. No quisiera tener, aunque se trate de una historia simple y bella, responsabilidades.
Niki lo mira.
– Entiendo. -Enarca las cejas-. Quieres volver a sentirte joven y yo soy la persona adecuada, ¿no es eso?
– No, no veo qué tiene que ver eso.
– Tiene que ver. Has dicho que no quieres tener responsabilidades. De lo contrario, te limitarías simplemente a empezar una historia conmigo y lo que sea será. A lo mejor va de lo más bien, y un día decidimos formar una familia, tener hijos.
– Sí, Niki, pero no podemos estar seguros de eso.
Niki sonríe y se pone a jugar con las puntas de su cabello.
– Oye, Alex, siempre me pones aquellos CD que te compila tu amigo Enrico.
– Sí, ¿qué pasa, no te gustan?
– ¿Bromeas? Battisti me mola un montón. De hecho, tiene una canción que me parece que se puede aplicar a nuestro caso. Dice así… desafino un poco, ¿eh?, pero no hagas caso, escucha la letra.
Niki empieza a cantar y, mientras lo hace, sonríe. Lo hace con extrema dulzura. Y no desafina en absoluto.
– «No sé, no sé quién eres. No sé qué serás. No sé qué será de nosotros. Lo sabremos sólo viviendo…»
Niki se detiene y lo mira.
– Vale, lo entiendo, si alguna vez haces un anuncio cantado, no me contratarás a mí, pero ¿te ha quedado clara la idea?
– Sí, perfectamente. Pero es posible que no recuerdes toda la letra, porque esa canción después dice…
También Alessandro se pone a cantar.
– «He regresado con mi compra a mi casa, tengo miedo de romper la cinta rosa; no es lo mismo equivocarse en una cosa que en una esposa.»
– ¡Eres un exagerado! ¡Ya has llegado al final! Ya te preocupa ese momento… ¡Es aún muy pronto para hablar de eso!
Alessandro coge un CD. Lo mete en el lector. Pista seis. Tecla de avance rápido. Encuentra lo que quiere hacerle escuchar. «Por eso temo esta ternura, ahora que nuestra aventura es una historia ya verdadera, ¡deseo tanto que seas sincera!»
Niki le coge la mano y le da un beso en la palma.
– ¿Qué intentas decirme, Alex, que tienes miedo? Nunca sabemos nada de nosotros, del amor, del futuro. Tiene razón Lucio: sólo viviendo lo sabremos. ¿Qué puede haber más hermoso?
Alessandro mueve ligeramente la cabeza.
– Uno de los dos se hará daño. La diferencia de edad es demasiado grande.
– ¿Y tienes miedo de ser tú el que se haga daño? ¿Crees que para mí es sólo una aventura? Es más fácil que sea así para ti… Lo dicen todas mis amigas…
Alessandro extiende los brazos.
– ¡Eh! ¡No sabía que les gustase tanto! Si es por eso, también mis amigos me lo dicen.
– ¿Qué te dicen?
– Diviértete lo que puedas, antes de que ella se canse.
– Por supuesto, todos están casados, tienen mujer, alguno hasta hijos, y llevan mal este momento tuyo, porque también a ellos les gustaría vivirlo. Alex, el que tiene que decidir eres tú. En mi opinión, es sólo una cuestión de miedo.
– ¿Miedo?
– Miedo a amar. Repito, ¿qué puede haber más hermoso? ¿Qué riesgo mayor vale la pena correr? Con lo bonito que es entregarse a la otra persona, confiar en ella y no pensar en nada más que en verla sonreír.
– Sí, es muy hermoso. Pero entre nosotros hay veinte años de diferencia.
Niki se saca del bolsillo un folio.
– Vale, ya sabía que antes o después acabaría saliendo el tema. Por eso estoy preparada. Aquí está… Tom Cruise y Katie Holmes, Luca Cordero di Montezemolo y Ludovica Andreoli, Woody Allen y Soon-Yi, Pierce Brosnan y Keely Shaye Smith… Están también todos los que tienen la misma edad o casi, que se llevan uno o dos años, e igualmente se han separado. Pero ¡esa lista no cabía ni en un camión! -Niki coge el papel y lo tira en el asiento de atrás-. Ya sabía que algún día me serviría, pero esperaba que no fuese así. El amor más hermoso es un cálculo equivocado, una excepción que confirma la regla, aquello para lo que siempre habías utilizado la palabra «nunca». Qué tengo que ver yo con tu pasado, yo soy una variable enloquecida de tu vida. Pero no voy a convencerte de ello. El amor no es sabiduría, es locura… Hasta hicieron un anuncio… ¿Lo hiciste tú?
– No.
– ¿Lo ves? A lo mejor te lo ofrecieron y tuviste miedo. Alex, cómo me gustaría que fueses más atrevido.
Alessandro le acaricia el pelo con dulzura, se lo aparta de la cara. Luego le sonríe. Y vuelve a cantar.
– «Deseo tanto que seas sincera…» -Y la besa. Un beso lento, suave, que quisiera poder hablar, decirlo serenamente todo, bastante, demasiado. Tengo ganas de enamorarme, Niki, de amar, de ser amado, quiero un sueño, quiero construir, quiero tener certezas. Intenta entenderlo. Necesito olvidar todo cuanto sucedió en esos veinte años pasados sin ti. ¿Todo esto lo sabe decir un beso? Depende de lo ligeros que sean los labios que lo reciben.
Entonces se oye una voz chillona. Acusadora.
– ¡Ja! ¡Te pillé! Ya sabía que pasaba algo raro.
Alessandro y Niki se separan de inmediato. Frente a ellos, como en un cuadro que tiene por marco la ventanilla abierta del Mercedes, una imagen terrible.
En la oscuridad de la noche ha aparecido Matteo, el hermano pequeño de Niki. Se ríe y, lo más importante, sostiene un móvil en la mano. Un Nokia N73. Compacto, de formas redondeadas, memoria interna de 42 Mb y, sobre todo, 3.2 megapíxeles para hacer fotos, reproducir y grabar vídeo de una calidad altísima. En resumen, uno de esos teléfonos que de verdad pueden hacer cualquier cosa.
Niki hace ademán de salir del coche.
– ¡Te mato, Matteo!
Matteo escapa rápidamente y se aleja unos metros.
– Te lo advierto, he hecho una bonita película y he tomado algunas fotos. Quería hacerle directamente una videollamada a mamá, pero creo que sólo le enviaré un mms. Si intentas quitarme el teléfono le doy a enviar y acabo contigo. Ja. -Matteo mira a Alessandro-. ¿Y éste quién es? ¿Al principio te estaba violentando y después te dejaste?
– Matteo, ya vale. Vete a casa, en seguida subo.
– Pero ¿quién es, tu nuevo novio?
– ¡Matteo, te he dicho que te vayas!
– Me importa un pimiento, no estás en situación de darme órdenes, ¿entendido?
Niki sale rápidamente del coche, pero Matteo está acostumbrado a las sorpresas de su hermana y sale corriendo a su vez, derrapando con un par de zapatillas Puma negras apropiadas para la ocasión y para sus once años. Vuela que da gusto verlo, esquivando los intentos de Niki por atraparlo. Gira a la derecha y se mete entre dos coches aparcados.
– ¡Matteo, ven aquí! ¡Ven aquí, si tienes narices!
– Ya, y así me quitas el teléfono. En seguida voy. ¿Tú te crees que soy idiota?
– Matteo, por favor, no te quedes ahí, en mitad de la calle, que es peligroso.
– Vale, gracias por el consejo, sister, ahora me voy a casa, y después ya hablaremos de todo, pero de todo, ¿eh?
– Sí, vale, vete, ya…
Matteo no se mueve.
– Pero… ¿te quieres ir de una vez?
– Niki, no te entretengas mucho. Mamá me ha mandado a buscarte para cenar. Yo te he visto salir. Pero nunca hubiese pensado que…
Niki intenta meterse entre los dos coches, pero Matteo es más rápido y da la vuelta en torno al primero, manteniéndose a una distancia segura.
– ¿Has acabado?
– Vale, vale, me voy. Adiós, señor. -Y le hace a Alessandro una leve y educada reverencia. Luego se va.
Niki vuelve a meterse en el Mercedes.
– Ya ves. Hoy los dos hemos conocido a nuestros respectivos hermanos.
– ¿Cuántos años tiene?
– Acaba de cumplir once.
– Ya veo que sabe lo suyo, ¿no?
– Lee de todo, sabe de todo, juega con todo, se pasa la vida en Internet… Él fue quien me hizo la lista de las diferencias de edad entre personajes famosos…
– Fue muy amable.
– Sí, mucho. A cambio me pidió dos entradas para el combate del World Wrestling Entertainment, en el Palattomatica. ¡Más que amable fue caro!
– No me atrevo a imaginar lo que te costará destruir el vídeo y las fotos.
– ¡Qué va! Sabe que no es para tanto. Sólo era un beso. Si hubiese filmado la noche de los jazmines, ahí sí que me hubieses tenido que ayudar. Está loco.
– ¿Por qué?
– Mi hermano tiene un sueño. Quiere a toda costa una XL 883c Sportster Custom bicolor Harley, una de las motos más caras que existen. Por eso va por ahí con el móvil de mi padre, siempre que puede cogérselo; porque tiene más definición que el suyo y espera pillar a algún famoso in fraganti para chantajearlo y conseguir el dinero para comprársela. O si no para enviar el vídeo a un programa de la tele o las fotos a las revistas del corazón.
– No está nada mal para un niño de once años. Ya tiene el futuro claro.
– Bah. Yo sólo espero que se le pase esa fijación que tiene con el dinero.
– Bueno, a mí me parece simpático. Lo podría contratar en la empresa como cineasta joven; podría ser una idea publicitaria, ¡el primer anuncio filmado por un niño de once años!
– ¡Me basta con que no ponga en circulación la filmación que nos acaba de hacer! Ya te haré saber cómo van las negociaciones. -Niki se inclina y lo besa en los labios, cubriendo sus rostros por los lados con las manos. Luego se baja del coche.
– Ahora debemos prestar atención… Tenemos a un paparazzi pisándonos los talones.
– Descuida -se ríe Alessandro.
– A menos que…
– Amenos, ¿qué?
– Que te presente a mis padres.
– Bueno, a Ben Stiller, en Los padres de ella… le pasaba de todo…
– Sí, pero no me parece que mis padres fuesen a reírse como se reían en esa película.
– Venga ya, como mucho, tu padre será como Jack Byrnes.
Niki cierra la puerta del coche.
– Sólo bromeaba. Estoy segura de que se llevarán bien contigo.
Alessandro sonríe.
– Cuando me sienta preparado, te lo haré saber. Y, sobre todo, cuando me haya convencido de que tus padres se lo tomarán bien.
Luego arranca y se va. Por el retrovisor la ve saludar de lejos. Alessandro saca la mano por la ventanilla y la saluda a su vez. Ve que se da la vuelta y se va para casa. Qué muchacha más hermosa. También el hermano es simpático. Aunque, hay que ver, tan pequeño y ya tan chantajista. Pero los defectos no se transmiten entre hermanos. ¿O sí? Por un momento ve peligrar toda su vida. Luego se acuerda de algo y ve peligrar sobre todo la noche. Sus padres lo están esperando para cenar.