Ciento once

El ser humano se adapta a todo. Supera el dolor, cierra historias, empieza de nuevo, olvida, hasta consigue sofocar las más grandes pasiones. Pero a veces basta con nada para comprender que esa puerta nunca se cerró con llave. Alessandro vuelve a casa, deja la cartera encima de la mesa.

– ¿Elena, estás en casa?

– ¡Estoy aquí, Alex! -Elena llega a toda prisa y le da un beso a la misma velocidad. Luego se va al baño-. Perdona, estaba colocando unas cosas que he comprado.

Alessandro se quita la chaqueta y la deja en el respaldo de la silla. Después se va a la cocina, coge un vaso, la botella de vino blanco del frigo y se sirve un poco. Elena reaparece poco después.

– Alex, no sabes lo que me ha pasado hoy. Estaba poniendo un poco de orden en la casa, ¿no…?

– Sí.

– Quería poner un poco de orden. A propósito, ¿estás seguro de que esa extraña escultura, El mástil y la ola…?

El mar y el arrecife. ¿Qué pasa?

– No, decía si de veras estás seguro de querer conservarla.

– Me la hiciste poner en la terraza, ¿también te molesta allí?

– No, no es que me moleste, es que no tiene nada que ver con el estilo de todas las demás cosas.

– ¡Es sólo una escultura!

– Caramba, dime sólo una cosa… ¿tan cara la has pagado? Porque si te ha costado tanto nos la podemos quedar.

Alessandro no puede decir que se trata de un regalo.

– Sí. Sólo te diré que todavía la estoy pagando…

– En ese caso, podríamos volver a ponerla en el salón. Bueno, pues lo que te estaba contando. Estaba poniendo un poco de orden en la casa cuando de repente se me ha ocurrido que todavía tenían que llegar un montón de muebles para el salón. Entonces he llamado a la tienda y he hablado con Sergio. ¿Te acuerdas de aquel encargado?

Por supuesto que me acuerdo, pero, cualquiera se lo dice. Elena lo ve disperso y continúa.

– Bueno, no tiene importancia, pero cómo te lo diría, hemos tenido una buena… o sea, hemos estado gritándonos más de una hora. ¿A ti te parece normal que hayan pasado todos estos meses y todavía no nos hayan traído nada? ¿Y sabes cómo se ha justificado el encargado? El muy mentiroso me ha dicho que tú habías anulado el pedido.

Alessandro termina de beberse el vino y casi se atraganta. Elena sigue combativa.

– ¿Tú crees? Pero a mí me ha dado igual, me he puesto como una fiera. ¿Sabes lo que le he dicho? «¿Ah, sí? Muy bien, pues ahora se lo anulo en serio.»

Alessandro suelta un largo suspiro, casi de alivio. Elena se le acerca.

– ¿Qué pasa? ¿Te has enfadado? A lo mejor no tenía que hacerlo, y debíamos hablarlo antes quizá… pero es que me puse, no tienes idea de cómo me puse… no me gusta que me tomen el pelo. De todos modos, si los quieres, podemos volverlos a encargar, pero en otro sitio.

Alessandro se deja caer en el sofá y enciende el televisor.

– Has hecho muy bien, está perfecto.

Elena se pone delante del televisor, con las piernas abiertas y los brazos en jarras.

– Pero ¿qué haces?

– Estoy mirando a ver si hay alguna película buena.

– ¿Estás de broma? Nos están esperando en la Osteria del Pesce… Venga, están Pietro y los demás y otras dos nuevas parejas de amigos. Llegamos tarde. ¡Ve a prepararte!

Alessandro apaga el televisor, se levanta y entra en el dormitorio. Abre el armario. Está indeciso. Camisa blanca o negra. Al final sonríe. Es tan bueno que exista el camino del medio… Y se pone sin problemas la gris.

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