Sesenta y uno

Última hora. Suena el timbre. Los pasillos se llenan en un instante, hay una estampida general, peor que si se hubiese desatado a saber qué alarma. A la salida, detrás de la verja, Erica, Diletta y Olly se detienen un momento.

– Eh, ¿nos vemos más tarde?

– No, yo tengo que estudiar.

– Yo he quedado con Giorgio esta tarde.

– ¿Y Niki?

– ¡Allí está!

– ¡Eh, Niki! -Pero ella les hace un gesto con la mano como diciendo: «Nos llamamos más tarde.» Después la ven salir a toda velocidad con su ciclomotor.

– Olas, esa chica tiene un problema grave.

– Sí… lo peor que le podía pasar.

– ¿A qué te refieres?

– Se ha enamorado.

Diletta se mete las manos en los bolsillos del pantalón tejano.

– ¿Y lo llamas problema? ¡Dichosa ella!

– Cuanto más ames, más te duele después. -Olly se sube en su ciclomotor-. Y con esta máxima que os dejo en herencia, me voy a comer con mi padre, a conocer a su nueva novia. Nos llamamos. -Y sale a todo gas.

Niki vuela casi con su ciclomotor. Nunca había tardado tan poco en llegar a su meta. Mira a su alrededor. A derecha. A izquierda. Nada. El corazón le late a mil por hora. El Mercedes no está. Niki escruta todo el aparcamiento una vez más. Lo habrá metido en el garaje. Saca su cartera de la mochila. Busca veloz entre sus papeles: algún resguardo de una tienda de ropa, la tarjeta del gimnasio, la del puesto de kebab. Ah, mira, sólo me faltan dos puntos para un bocata gratis. ¡Una foto de Fabio! Demonios, no me acordaba de ésta. La rompe a toda prisa y la arroja a una papelera cercana. Sigue buscando hasta que por fin la encuentra. Marca veloz el número de la oficina de Alessandro. No lo había guardado en el móvil. Quién iba a pensar en que lo llamaría allí… Por fin alguien responde.

– ¿Sí? Buenos días, quiero decir, buenas tardes. Mire, soy Niki Cavalli, quisiera hablar con el señor Alessandro Belli.

– Disculpe, ¿quién ha dicho que es?

– Niki. Niki Cavalli.

– Sí, un momento, por favor. -La dejan en espera. Una música moderna. Niki espera impaciente. Prueba a llevar el ritmo con el pie, pero está nerviosa. Es difícil esperar cuando el tiempo parece no pasar nunca. Por fin la secretaria vuelve al teléfono-. No, lo siento, el señor Belli ha salido a comer.

– Ah… ¿Y sabe adónde ha ido?

– No, lo siento. ¿Desea dejar algún mensaje?

Pero Niki ya ha colgado. Vuelve a guardarse su Nokia en el bolsillo y sale como una exhalación en su ciclomotor. Recorre veloz todas las calles de los alrededores. Mira a derecha, a izquierda, se detiene en los stops, lo justo para no dejarse la piel, pero, en cuanto el coche ha pasado, acelera de nuevo. Otra vez a la derecha. Y después a la izquierda. Y luego todo recto. Demonios. ¿Dónde se habrá metido? No tiene tiempo de responderse. Ahí está su coche. El Mercedes ML matrícula CS 2115 está aparcado en un lado de la calle. Niki mira a ambos lados. Allí cerca sólo hay un restaurante. Triple Seco. Está en la otra acera. Niki aparca su ciclomotor y corre hacia el restaurante. Mira a través de los cristales, buscándolo, lo hace de manera discreta, para no hacerse notar. De repente lo ve. Allí está. En aquella mesita del fondo. En la última mesa del restaurante, cerca del ventanal. No me lo puedo creer. Erica tenía razón. Dentro, Alessandro le está sirviendo algo de beber a una hermosa mujer rubia. Y le sonríe.

– ¿Quieres algo más?

– Sí… -Ella también le sonríe-. Un tiramisú, si tienen. Hoy me apetece un tiramisú. Me da igual la dieta.

Alessandro sonríe y levanta la mano.

– ¡Camarero!

En seguida se les acerca un muchacho joven.

– Un tiramisú para ella. Y una piña para mí, gracias.

El camarero desaparece al instante. Alessandro vuelve a mirar a la chica. Luego apoya su mano sobre la suya y se la acaricia.

– Venga, no seas así, a lo mejor ahora que me lo has contado todo las cosas cambian. En serio que no me lo esperaba.

La chica sonríe.

Niki, que ha asistido a toda la escena desde fuera, está como loca. Se aleja de la ventana. Da vueltas sobre sí misma, mueve una y otra vez la cabeza, los ojos se le llenan de lágrimas. Está fuera de sí. Siente que la cara se le pone roja y que las sienes le laten fuerte.

Alessandro aprieta con fuerza la mano de la mujer.

– Estoy contento de estar aquí contigo, ¿sabes?

– Yo, en cambio, me siento un poco culpable.

Alessandro la mira con curiosidad.

– ¿Y eso por qué?

Entonces se oye un ruido extraño. Viene de fuera. La chica es la primera en mirar por la ventana.

– Alex… pero ¿qué está haciendo esa chica…?

– ¿Dónde?

– ¡Allá fuera! ¡Mira! ¿No es ése tu coche?

Niki la ha emprendido a patadas con las puertas, los neumáticos, los faros. Con todas sus fuerzas, esas que sólo te proporciona la rabia; y da vueltas alrededor del Mercedes tirándose contra él.

– ¡Niki! ¡Es Niki!

– ¿La conoces?

Alessandro tira su servilleta en la mesa y sale raudo y veloz del restaurante. Mira a derecha y a izquierda y luego atraviesa la calle corriendo.

– ¡Niki! ¡Quieta! ¿Qué estás haciendo? ¡Ya vale! ¿Te has vuelto loca?

Niki sigue dando patadas en un lateral. Alessandro casi le salta encima, la estrecha con fuerza para sujetarla, y se la lleva de allí en volandas.

– ¡Niki, estáte quieta, ya basta!

Ella patalea en el aire como una loca.

– ¡Déjame! ¡Vete de aquí! Conque estabas reunido, ¿eh? ¡No podías venir a buscarme! Nada de comer juntos, esto va para largo… ¡Con los japoneses, ¿no?! ¡Devuélveme mis ideas! ¡Devuélvemelas! ¡Cabrón! -Y sigue gritando y pataleando.

Alessandro la suelta.

– He tenido que salir. Un asunto imprevisto.

Niki se vuelve y resopla, por un lado de la boca, se aparta el pelo que le cae sobre la cara.

– Por supuesto que sí; de hecho, te he visto mano a mano con tu asunto imprevisto…

Justo en ese momento, la mujer que estaba sentada con Alessandro cruza la calle y se les acerca.

– Pero ¿qué ocurre? -Alessandro suelta a Niki, que resopla de nuevo y se arregla el pelo. Pero continúa hecha una furia.

– Nada. Te presento a Niki. Niki, ella es Claudia, mi asunto importante y, sobre todo, mi hermana.

Niki quisiera que se la tragase la tierra. Deja caer sus brazos a lo largo del cuerpo. Luego, con una voz que parece salida de ultratumba, acierta a articular un extraño y sofocado «Encantada».

Las dos chicas se dan la mano. Niki se siente torpe, la mano le suda, el azoramiento la tiene paralizada. Claudia intenta quitar hierro al asunto.

– Alex te ha hecho enfadar, ¿eh? Él es así…

Alessandro sonríe.

– No creas, se trata de un método importado directamente del Japón. Ellos lo hacen así. Se desfogan sobre inútiles objetos caros y lujosos para quitarse el estrés. Niki me ha ayudado mucho en un trabajo, se ha implicado por completo en él y también está cansada… Digamos que ésta es la forma de pago que ha elegido.

Niki sorbe por la nariz y poco a poco empieza a sonreír.

– Sí, pero desgraciadamente éste era el último plazo… Bueno, Alex, me tengo que ir. Mis padres me están esperando. Por la tarde estaré en casa estudiando. Llámame cuando quieras. Si te apetece trabajar en otras ideas… ¿Sabes?, podemos estudiar otras formas de pago.

Alessandro se rasca la cabeza.

– Ok. Casi me da miedo decirte que tal vez esté ocupado. ¡Me parece que voy a estar libre por completo!

Niki levanta la mano y se despide de Claudia. Luego se sube en su ciclomotor y se va. Esta vez más tranquila. Mierda, mierda, mierda. He quedado fatal. Maldita sea Erica y todas sus interpretaciones de Battisti. No puede más. Se echa a reír. Menuda escena ridícula he montado. Luego empieza a canturrear, alegre como nunca. Una cosa es segura: nadie se ha sentido más feliz que ella de haber conocido a la hermana de alguien.


Alessandro y Claudia vuelven a entrar en el restaurante. Él retoma en seguida la conversación que habían dejado a medias.

– ¿Por qué me decías que te sentías culpable conmigo?

– Bueno, porque David era amigo tuyo. Tú me lo presentaste y yo me casé con él. Y si ahora las cosas no funcionan…

– Claudia, no es que las cosas no funcionen, es sólo una etapa. En las parejas sucede. Lo importante es haber decidido construir algo con él… ¿Tú lo has decidido?

– Sí.

– Entonces, estáte tranquila, lo más difícil está hecho. Ahora todo vendrá rodado. Elegir es la cima de la montaña. Verás como todo se arregla por sí solo. Pasará.

Vuelven a sentarse a la mesa. Mientras tanto, han traído el tiramisú y la piña. Siguen comiendo. Claudia lo mira con curiosidad, pero también ligeramente divertida.

– ¿Y tú en qué andas?

– ¿Yo? Trabajo mucho. Salgo con los amigos… No pienso demasiado en Elena.

Claudia señala con la cucharilla hacia el ventanal.

– ¿Y esa especie de ciclón, Niki?

– ¿Ella? Una amiga.

Claudia levanta las cejas.

– Una amiga, ¿eh? -Y empieza a imitarla-. Me tengo que ir. Mis padres me están esperando. Esta tarde tengo que estudiar… ¿No es demasiado joven para ser tu amiga?

– Puede ser, pero es muy madura.

– No parece que haya hecho siquiera la Selectividad…

– Precisamente ahora tiene los exámenes. La estoy ayudando a estudiar.

Claudia deja la cucharilla en el plato.

– ¿Alex?

– Perdona, Claudia, pero eres tú la que me cuenta que las cosas no marchan bien entre mi amigo, alias tu marido, y tú, ¿no? Y, sin embargo, la diferencia de edad entre vosotros es la adecuada, y cumplís con todos los requisitos para ser un matrimonio exitoso, ¿no es eso? Entonces, ¿qué? Ya ves que en el amor no existe ninguna fórmula mágica.

Claudia niega con la cabeza. Pero al final sonríe.

– Tienes razón. Sólo espero poder estar presente.

– ¿Cuándo?

– El día que la presentes en casa.

Загрузка...