Adam

La oigo gritar en sueños; los interrumpe y me arrastra hacia la superficie. Es un sonido espantoso, que me rompe el corazón. Sé que es Sarah antes de estar completamente despierto. Aparto las mantas, subo corriendo las escaleras hasta mi habitación y llamo suavemente a la puerta. No me oye porque ella misma hace demasiado ruido.

Abro la puerta y entro. Sarah está en mi cama, sentada muy erguida, con los brazos extendidos hacia delante. Tiene los ojos abiertos y grita el nombre de Mia una y otra vez. Mia está en un cajón en el suelo y, aunque parezca imposible, sigue durmiendo.

– Está bien, Sarah -digo desde la puerta-. Mia está aquí, está bien.

No se vuelve para mirarme, pero me ha oído.

– ¡No! -insiste-. Está allí, está allí sola. ¡Ayúdame, ayúdame!

Empieza a sollozar. Puede que tenga los ojos abiertos, pero no está despierta, se encuentra en lo más profundo de su pesadilla.

Me acerco a la cama y me siento en el borde del colchón. Toco el brazo de Sarah con delicadeza.

– Sarah -digo-. Es una pesadilla, sólo un mal sueño. Tienes que despertarte.

Sigue sollozando.

– Sarah -repito, más alto esta vez-, despierta. Despierta ahora mismo. No es más que un sueño. -Le agarro el brazo con más firmeza y la zarandeo un poco.

Entonces gira la cara y jadea.

– No -dice-. ¡No, tú no!

– Sarah, estás en mi casa, todo está bien.

– ¿Adam? -susurra, y frunce el ceño, como si estuviera luchando para decirme si está despierta o sigue en su sueño.

– Soy yo, Sarah. Estás conmigo. Has tenido una pesadilla, pero ahora estás a salvo. Todo está bien.

Deja caer los brazos sobre la cama.

– ¿Estaba gritando?

«Sólo lo suficiente para despertar a los muertos.»

– Sí, un poco.

– También solía despertar a Vin -suspira-. Al final, se acostumbró.

– Estabas gritando que la niña estaba «allí». ¿Dónde estás en tu pesadilla?

– No lo sé. En algo así como un edificio o una casa, pero se está desplomando y hay llamas y… -Empieza a jadear.

– Chiss… está bien. No pienses en eso ahora. Todo va bien.

– Estoy tan cansada, Adam, tanto, pero si cierro los ojos, todo vuelve de nuevo.

Me meto un poco en la cama, pero sin tocarla. Estoy ahí, por si me necesita.

– No, no volverá -digo-. Estarás bien.

– ¿Te quedarás aquí conmigo? ¿Me despertarás si vuelvo a empezar?

«Me quedaría contigo toda la vida. Cruzaría a nado el Canal por ti. Caminaría sobre cristales rotos.»

– Sí, claro. Aquí -digo-, muévete un poco hacia el lado.

Ahora estoy junto a ella, y apoya la cabeza en mí, en ese punto entre el hombro y el pecho.

Veo que entorna las pestañas y cierra los ojos. No pasa mucho tiempo hasta que se duerme, pero yo me mantengo despierto durante una eternidad, mirándola. Me estoy empapando de ella: su peso, su dulce olor, la forma como mueve el cuerpo con suavidad contra el mío cuando aspira y espira. Quiero recordar qué se siente, cómo me siento, cada detalle. No quiero olvidar nada.

Debo de haberme quedado dormido, sin embargo, porque antes de que me dé cuenta me despierto. Sarah sigue allí. Tiene la cabeza ladeada y me está mirando. Sonríe.

– Hola -musita.

– Hola, Sarah.

Tengo otra erección, y la calidez de su cuerpo, su proximidad, es casi demasiado difícil de soportar.

– ¿Has dormido bien? -pregunto.

– Sí. -Está relajada, más contenta de lo que jamás la he visto-. Gracias -dice-, por estar ahí.

No hemos interrumpido el contacto visual desde que me he despertado. Es algo tranquilo, intenso, íntimo, hermoso. Sus ojos revolotean hasta mi boca y de vuelta a mis ojos. Está pensando en ello, lo sé, y de repente yo también y pienso: «Es ahora o nunca. Ahora.» Y me inclino hacia ella sólo un poco y la beso.

Su boca es muy suave. La mitad de la mía está rígida por el tejido de la cicatriz, pero la suya es suave por todos los lados. Al principio, tiene los labios cerrados. Me deja besarla -no me devuelve el beso- pero luego hace un ruidito, a medio camino entre un gruñido y un suspiro, cierra los ojos y abre la boca, y aprieta los labios contra los míos, y sé que me desea tanto como yo a ella.

Su aliento no huele bien después de dormir, pero no me importa. La saboreo con la lengua, y no tengo suficiente.

Me pone la mano en la nuca, acariciándola. Todavía besándonos, nos movemos de forma que ella se pone más abajo de donde estoy yo. Paso la mano bajo su brazo y después de través. Noto sus pezones duros a través del tejido suave de la camiseta y están húmedos. De repente, me doy cuenta de que debe de estar goteando leche. Sus pechos no son blandos, como esperaba, sino duros, y están tibios, casi calientes.

– Cuidado -dice-, están doloridos. -Retiro la mano rápidamente, pero ella me la coge y vuelve a colocarla sobre su pecho-. Está bien, pero con suavidad.

Nos besamos otra vez; ella mueve las manos por debajo de mi camiseta y me acaricia las costillas y la espalda, explorándome con las puntas de los dedos.

Me acoplo a sus movimientos, tocando por debajo de su ropa su espalda y la curva de sus nalgas. Ha dejado de moverse, sus músculos están tensos, pero quiero más, necesito conocer cada parte de ella. Deslizo la mano por su muslo… y ella se retuerce con violencia, intentando apartar mi mano.

– ¡No! -grita, con un tono de pánico en la voz.

– Sarah, pensaba que querías…

Me aparta de ella a empujones.

– No, esto no. Lo siento. Pensaba que podría, pero no puedo.

No entiendo qué es lo que ha cambiado. Me deseaba, puso mis manos sobre su cuerpo.

– ¿Sarah…?

– ¡No! ¡Déjalo! No puedo. No quiero, no contigo, no con…

Me pongo de pie y me alejo.

– Ya lo entiendo -digo-. Soy repugnante; soy el Hombre Elefante. Naturalmente, tú no querrías hacerlo conmigo.

Mia se ha despertado y empieza a llorar. Me voy hacia la puerta a trompicones. Oigo a Sarah detrás de mí:

– No, Adam, no es eso. Adam…

Pero no quiero oír sus excusas. He sido un idiota al pensar que podría suceder algo entre nosotros. Ha sido una tontería pensar que podría pasar alguna vez con alguien.

Salgo de la habitación dando tumbos y me dirijo a las escaleras. La abuela está en la puerta de su dormitorio y me mira, arqueando las cejas.

– ¿Adam? -dice-. Qué diablos…

– No preguntes. Ahora no, abuela. Ni nunca, ¿de acuerdo?

Загрузка...