Sarah

Parpadea. Una, dos veces. Y entonces me mira.

– Adam -digo-. Vuelve. Vuelve conmigo.

Y en ese momento, en esa fracción de segundo, vuelve a estar conmigo. Quiero cuidarlo mientras esté tan mal. La sensación es muy intensa, parece un dolor, pero sé que no puedo hacer nada más que mirar. Todo lo que tengo son mis ojos mirándole, los suyos mirando los míos. Y todo lo demás no existe. Somos nosotros dos otra vez. Ahora es nuestro, este momento, este segundo.

– Vuelve conmigo, Adam. Te necesito.

Ahora su boca se mueve. Me esfuerzo por captar sus palabras.

– Te quiero, Sarah.

– Yo también te quiero. Siempre te he querido, pero tenía miedo.

– Yo tengo miedo ahora… -Está tratando de decir algo más, luchando por encontrar la fuerza suficiente para que le salgan las palabras.

– Chist -digo-, no te preocupes. Dímelo más tarde.

– Los números… -susurra.

– No te preocupes. No te preocupes por eso. Ahora no.

– Pero Sarah, no lo entiendes.

– ¿El qué? ¿De qué se trata?

– El número de Mia…

Me quedo paralizada. Su número era hoy. «Oh, Dios mío, Dios mío.» Me inclino un poco más para que mi oído quede junto a su boca. Está hablando entre dientes. Una lista de números. No puedo entenderlos.

– Dos. Veinte. Dos…

– ¿Adam? Adam, ¿qué estás diciendo?

– El número de Mia -dice, aunque su voz no es más que un susurro- ha cambiado.

– Oh, Dios mío. ¿Quieres decir que ella está bien? ¿Que va a estar bien?

– No sé. No lo entiendo.

– ¿Por qué? Si no es hoy, entonces debe estar bien, ¿no es así? Adam, dime. Dime el número de Mia.

– 2022054 -murmura-. Ahora es el mismo que el de la abuela. Tengo que decírselo. ¿Dónde está? ¿Dónde está la abuela?

Me incorporo y busco entre la multitud de rostros que miran hacia abajo, hacia nosotros. Estará en algún lugar muy cerca, pero no la veo. Flexiono las piernas y me retuerzo tratando de ver a través de todas las piernas, detrás de ellas.

Y entonces me doy cuenta: no la he visto desde que Adam le rodeó los hombros con el brazo y la envió a las llamas. No estaba en el jardín cuando he salido, pero la he oído en el fuego. He notado su mano guiando la mía. ¿No es así?

– Sarah. -Ahora Adam me mira directamente-. Sarah, ¿dónde está la abuela?


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