Sarah

Se lo llevan, así, sin más. Val se marcha con él y yo me quedo sola. Ya era bastante malo estar sin Mia cuando estábamos todos aquí, pero es diez veces peor estar sola. Me siento un rato, paralizada, luego me meto en la cocina y busco algo que ordenar, pero todo está limpio y en su sitio. Vacío el cenicero de Val en el cubo de la basura, lo lavo y lo seco con un poco de papel de cocina.

De vuelta al salón, la televisión sigue contando la misma historia. Pánico y paranoia en Londres, gente de un lado para otro, gente criticando al Gobierno, los permisos policiales cancelados, el ejército en estado de alerta. Ahora Adam ha pasado a ser una historia secundaria; todo se ha sobredimensionado, aunque sí que muestran secuencias suyas al ser detenido y mientras se lo llevan delante de Val vigilado por un ejército de gnomos silenciosos.

Dejo la tele encendida y subo las escaleras para entrar en la habitación de Adam. Me siento inútil. No sé dónde está Mia ni qué les está pasando ni a ella ni a Adam. Voy de un lado a otro de la habitación, rebotando contra las paredes y golpeándolas luego con los puños, gritando.

No sé cuánto tiempo llevo así. He perdido la noción del tiempo, la he perdido por completo. Da miedo dejarse ir, y ahora que he empezado, me parece que no puedo parar. En algún momento me levanto de la silla que está junto a la puerta y la tiro: el respaldo se rompe cuando golpea contra la pared. Sigo moviéndome, tropezando y gritando hasta que se me agota la adrenalina y por fin me doy cuenta de lo patético que es todo, de lo patética que soy.

Me dejo caer en el suelo cerca de la cama y me apoyo en la mesita de noche de Adam. Se me clava en la espalda, pero estoy demasiado cansada para moverme. Me duele la garganta por todo el ruido que he estado haciendo. ¿De qué sirve todo esto? ¿Qué más da lo que yo haga? Nada de todo esto me acerca ni un centímetro más a Mia. Ella está por ahí, en alguna parte, sin mí. ¿Me echará de menos? ¿Habrá notado que no estoy con ella?

Miro a mi alrededor buscando algo, cualquier cosa que me distraiga de la desgracia de ser yo misma en estos momentos. Es una habitación llena de cosas de chico: pósters, montones de ropa vieja, zapatillas de deporte tiradas por ahí. Hay algo en el suelo, debajo de la cama, un libro tal vez. Estoy pensando que será porno; eso es lo que los chicos esconden debajo de la cama, ¿no? Lo deslizo con la alfombra hacia mí y siento que un ligero escalofrío me recorre la columna vertebral. No se trata de un libro impreso o de una revista, sino de una libreta. Es la misma que vi que Adam llevaba el primer día en la escuela.

La cojo y la sostengo en la palma de la mano, quitándole el polvo y la pelusa de la tapa con la otra mano.

Sé que es suya.

Sé que es privada.

No debería mirarla.

Abro la tapa.

Su escritura es descuidada y corrida, y se inclina claramente hacia la derecha. La libreta lleva impresas las líneas horizontales, pero él ha trazado unas verticales en cada página para hacer columnas, y ha anotado nombres, fechas, descripciones y más fechas. Hay páginas y páginas de anotaciones.

Sólo recorro una con la mirada.

«Junior, 4/09/2026, en la escuela, violenta, una navaja, el olor de la sangre, sensación de malestar, 6/12/2026.»

Junior. Han detenido a Adam por él. Adam anotó su muerte en esta libreta el cuatro de septiembre, tres meses antes de que muriera.

Esto es dinamita. Sinceramente, no sé si Adam mató a ese chico o no, pero esto podría condenarlo.

Paso la página y doy un grito ahogado al leer el nombre de la columna de la izquierda.

«Sarah.»


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