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30 dic. 07, día 6 de la misión


Por primera vez en ciento veinte horas, Derek durmió. Soñó con los ojos de Jacqueline, dos lagos de agua enigmáticos y oscuros como la sangre. Derek habría jurado que eran más claros antes, que brillaban con una luz secreta, pero quizás habían sido imaginaciones suyas.

Aquella noche había ido solo a la misa del gallo. La vuelta a casa en coche, después, fue tranquila, pero cuando su casa apareció ante su vista se quedó sin respiración. Tenía un aspecto distinto, había algo imperceptible pero terroríficamente alterado. Las ramas se retorcían hacia el cielo, como dedos esqueléticos apuntando a la luna. Las sombras se precipitaban sobre el jardín en ángulos distintos, la pintura amarilla había empalidecido, la puerta de entrada brillaba como encendida por el fuego. Desde el primer momento supo que sucedía algo terrible.

Se despertó y vio el interior de la tienda iluminado del color verdoso de la lona. Había sido un sueño dolorosamente vivido. Abrió la puerta y sacó la cabeza al exterior, sintiéndose como un prisionero. Supuso que era precisamente eso. Tank estaba sentado en un tronco de cara al bosque. Una lanceta se encontraba apoyada en el tronco de al lado.

Derek casi se quedó sin respiración cuando vio a la larva, al otro lado del fuego, con el tórax levantado y la cabeza inclinada. Debía de haber llegado por el oeste, arrastrándose hacia el campo oculta en la alta hierba mientras Tank vigilaba el bosque. ¿Era la misma? Quizá no la habían matado, después de todo. Con movimientos silenciosos y firmes, salió de la tienda en dirección a la larva con los ojos fijos en la espalda de Tank. Aunque era pronto, el sol ya había iniciado su asalto diario a la isla; Derek lo sentía en las mejillas y la frente.

Cuando estuvo más cerca, se dio cuenta de que era otra larva. Esta era mucho más gorda y tenía los ojos torcidos, uno de ellos un centímetro más alto que el otro, y unos noventa centímetros de longitud. El animal dirigió la cabeza hacia Derek y éste vio que las agallas del cuello temblaban ligeramente y que las antenas se inclinaban hacia delante. El primer rayo de sol se reflejó en sus ojos como si fueran unos prismas gemelos.

Derek cerró los ojos y una imagen apareció en la oscuridad: la cabeza de Jacqueline levantada en un gesto orgulloso, los ojos en llamas como los de una profetisa, una mancha de sangre en la mejilla. Detrás de ella, unas cortinas se hinchaban bajo la brisa nocturna.

Cuando volvió a mirar a la larva, no pudo evitar pensar en el pequeño e indefenso rostro de su hija. Avanzó un poco cuidando de no alertar a Tank y se llevó la larva al pecho, sujetándola con un brazo por debajo del vientre. Sintió su contacto y la suavidad de la cutícula de la cabeza contra su mejilla. La larva tenía las patas falsas contra su pecho. Derek, con la cabeza del animal rozándole la mejilla, retrocedió alrededor del fuego apagado.

Pero cuando vio que Tank le miraba desde el otro lado de las cenizas del fuego, Derek casi dejó caer la larva al suelo. Instintivamente, se dio la vuelta, como apartando a la larva de Tank, protegiéndola de su mirada. Se dio cuenta de que Tank apretaba el puño alrededor de la lanceta que tenía a su lado y, antes de darse cuenta de lo que hacía, Derek había empezado a correr con la larva contra el pecho, sujetándole la cabeza con una mano y el abdomen con la otra.

Oyó que Tank gritaba detrás de él, pero continuó corriendo por el campo hacia el bosque, y continuó corriendo a pesar de que las ramas le golpearon el rostro hasta hacerle salir sangre.


Cameron y los demás ya estaban fuera de sus tiendas en esos momentos. Tank volvió de la persecución.

– Derek -dijo Tank, señalando hacia el bosque, agitado.

Todos miraron hacia el lindero del bosque, como si Derek estuviera a punto de aparecer por allí. Savage maldijo en voz baja.

– Tiene una -dijo Tank-. Una larva.

– Es mejor que seáis claros conmigo -soltó Savage-. ¿Qué coño está pasando aquí?

Los soldados se miraron, decidiendo quién iba a hablar.

– Derek sufrió un accidente con su bebé -dijo Cameron, finalmente-. Era una niña.

– ¿Qué coño significa esto? Un accidente.

– Mira -dijo Cameron-. No es importante. Vamos a dedicarnos a los problemas presentes.

– Éste es un problema presente.

– No hace falta perder tiempo en los detalles. Su mujer sufrió una psicosis posparto. Hubo un accidente. Derek está jodido. Tiene a la larva. Pongámonos en marcha.

– ¿Qué más se ha llevado? -preguntó Rex-. ¿Una lanceta, una bengala? ¿Qué?

– Bueno, creo que llevaba una bengala en el bolsillo -dijo Justin-. Eso significa que nos quedan tres. -Miró alrededor, comprobándolo-. Las lancetas están todas aquí.

– Muy bien -dijo Cameron. Observó el sol que se levantaba intentando no parpadear. Ya era de día. -Se volvió hacia Rex-: ¿Cuánto falta para la metamorfosis?

– No lo sé, pero imagino que poco. Como dijo Donald, estas cosas pasan de generación en generación con la mayor rapidez posible. Ya hemos visto la muda de una: el proceso se acelera constantemente. Podrían faltar unos pocos días. Quizá menos.

Justin miró el reloj.

– Es posible que estemos aquí o no.

– Podríamos pasar el día de hoy construyendo trampas para cuando las larvas se hayan transformado, pero todavía creo que es mejor actuar de forma preventiva en lugar de esperar a enfrentarnos a un problema mayor -dijo Szabla-. Vamos a ver si podemos encontrar alguna larva durante la mañana. Nos encontraremos a la una y entonces hablaremos del plan B.

– Entonces, la principal orden continúa siendo cazar las larvas. Tenemos… -Cameron hizo una pausa y contó mentalmente-… dos por encontrar y una tercera que está con Derek.

– ¿Qué hay de Derek? -preguntó Justin.

– Yo voy a tratar con él -dijo Savage.

– Ni se te ocurra hacerle daño -advirtió Cameron.

– No eres su madre -dijo Szabla-. Ya no.

– ¿Cómo piensas tratar con él? -preguntó Rex a Cameron.

– Tengo la esperanza de que si le dejamos su tiempo, volverá. Intentaré ponerme en contacto con él por el transmisor. Espero que lo active.

Savage sonrió con afectación.

– Crees que puedes manejar este tema, ¿verdad?

– Sí -dijo Cameron, con un extraño sentimiento de irritación ante esa actitud condescendiente-. Lo creo.

Szabla se dio unos golpecitos en la palma de la mano con la lanceta.

– No podemos estar dando vueltas por ahí con esas cosas metamorfoseándose. Si encuentras a Mitchell y no coopera, tienes permiso para utilizar la fuerza de forma razonable. -Miró a Cameron por encima del fuego-. Lo siento.

– No hará falta -dijo Cameron-. Si algo hará, es esconderse. Proteger a la larva. Aunque haya llegado al final, no querrá enfrentarse con nosotros. Simplemente, desaparecerá.

Savage jugaba con su cuchillo en la suela del zapato.

– Es una isla pequeña -dijo.

– Si Derek decidiera esconderse en un ascensor, tardarías semanas en encontrarle -dijo Cameron-, Es un soldado de primera clase.

Savage entrecerró los ojos.

– No parece que esté haciendo ese papel en este pequeño viaje.

Rex se volvió hacia Diego.

– Deberíamos recoger unas cuantas muestras de agua más de la costa; espero que al examinarlas con el microscopio sean normales.-Miró a Cameron, preocupado-. Un análisis microscópico quizá no sea suficiente para una valoración definitiva, pero por el momento tendrá que servir.

– El resto de nosotros iremos al bosque -dijo Cameron-. Szabla, Savage y yo llevaremos las bengalas. Sólo tenemos tres, así que no las gastéis si no es necesario. Justin, tú y Szabla sois la única pareja intacta en este momento, así que vosotros iréis juntos; yo iré con Tank y con Savage.

– Preferiría que tú, Justin, y Tank fuerais juntos -dijo Szabla.

– No creo…

– No me había dado cuenta de que tú eras el segundo oficial aquí -dijo Szabla.

Cameron se mordió el labio, decidiendo si valía la pena discutir.

– Tienes razón -dijo finalmente-. No lo soy.

– Muy bien -dijo Szabla-. Yo hago pareja con Savage.

– Estoy seguro de que sí -murmuró Justin.

– ¿Qué coño quieres decir?

– ¿Qué coño crees que quiero decir, Szabla? Mantén la polla enfundada.

Szabla se lanzó contra Justin, pero Cameron la agarró alrededor de la cintura y la empujó hacia atrás. Savage agarró a Cameron por el brazo y ella se sujetó a la muñeca de él y le hizo perder el equilibrio. Cuando él tropezó hacia delante, ella le dobló el brazo y le colocó la otra mano debajo del codo. Le obligó a arrodillarse y a bajar el pecho levantando con fuerza el codo.

Savage gruñó, con la mejilla contra el suelo y tragando polvo. Cameron continuó apretando para que no pudiera sacar el cuchillo.

Cameron pasó una pierna por encima del brazo de Savage, torciéndoselo mientras lo mantenía entre las piernas. Aunque tenía el pelo recogido por detrás de las orejas, un mechón se curvaba hacia delante y terminaba justo en un extremo de los labios. Szabla fue a avanzar pero se paró en seco cuando vio que Cameron apretaba con más fuerza el brazo de Savage.

– No vamos a jugar a esa mierda de El señor de las moscas -dijo Cameron-. Porque es una estupidez, porque no tiene sentido y, principalmente, porque no tenemos tiempo para ello. -Con cada frase torcía un poco más el brazo de Savage, y él tuvo que esforzarse por no gritar: tenía las venas del cuello hinchadas-. ¿Está claro?

El viento silbó al atravesar la torre de vigilancia y aulló en algún lugar distante. Tank estaba de pie, con los brazos tensos.

– Hemos echado a Derek de su cargo, pero eso no significa que ahora no haya reglas -continuó-. Como segundo oficial, Szabla es el mando aquí y tenemos que estar a sus órdenes. -Todos asintieron. Cameron miró hacia abajo, a Savage, como si acabara de acordarse de él, le soltó y le ayudó a ponerse de pie.

Savage, frotándose el brazo dolorido, sonrió.

– Buena jugada -dijo con sinceridad.

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