Catorce muestras de agua estaban limpias. Sólo quedaban las tres que se habían sacado directamente de la zona de extracción de muestras del fondo marino. Las habían dejado para el final, ya que eran las que tenían más posibilidades de presentar restos del virus. En el mostrador había unas polaroids de las bandas de ADN en agar, además de una de control que sabían que era normal.
– Muy bien -dijo Diego-. Cada uno va a contrastar una.
Ramoncito fue el primero en comparar la polaroid de la muestra con la de control en busca de diferencias. No había ninguna.
– Limpia -dijo.
Diego echó un vistazo por encima del hombro de Ramoncito para comprobar que el patrón de bandas de la muestra y el del control fueran iguales.
Rex reunió valor y tomó la polaroid de control que tenía Ramoncito. Luego tomó la segunda fotografía de la muestra y la puso al lado. Expiró con fuerza.
– Limpia -dijo.
La última polaroid se encontraba en el centro del mostrador y en ella se encontraba la clave del destino de Sangre de Dios. Diego echó un largo vistazo al porro, apagado en un bol. Levantó la foto y la sostuvo delante de los ojos, aunque los tenía cerrados. Los abrió y miró una foto y luego la otra. Despacio, las dejó en el mostrador con las mejillas temblorosas.
– ¿Qué? -preguntó Rex, intentando contener el pánico.
– Limpia -murmuró Diego-. Limpia, limpia, limpia.
Diego apoyó la cabeza en el mostrador y todos se quedaron en silencio unos momentos.
– Bueno -dijo Rex-. Este es el primer paso. Todavía tenemos que hablar con Everett para saber si la escuadra se ha encargado de los reservorios del virus.
Sacó el transmisor del bolsillo, se lo colocó en la palma de la mano y acercó los labios a él para pedir que le pusieran con la celda dos en Detrick.
Se oyó la voz de Samantha con claridad.
– ¿Sí?
– Está limpio -dijo Rex-. El sistema de aguas está limpio. Todas las muestras.
Hubo un silencio.
– Son buenas noticias -dijo Samantha, despacio-. Pero no hemos conseguido contactar con Cameron. O bien el transmisor se ha estropeado o… -No terminó la frase.
Rex se dio cuenta de que sólo había mencionado a Cameron. Cerró los ojos, apartó la preocupación que sentía y luchó para concentrarse.
– ¿Y eso qué significa? -preguntó Diego-. Referente al bombardeo.
– Sin una confirmación de que los reservorios del virus han sido exterminados, no podemos hacer gran cosa -dijo Samantha-. Por desgracia. Van a enviar un helicóptero de evacuación a las diez de la noche en busca de supervivientes.
– ¿Y la salida del B1 está prevista a las once? -preguntó Rex.
– Sí.
– Sigue intentando conectar con el transmisor -dijo Rex-, y nosotros vamos a mover el culo hacia el aeropuerto para estar allí cuando vuelva la unidad médica. Esperemos que lo haga con los soldados.
Cuando Rex volvió a guardar el transmisor en el bolsillo, Diego ya estaba en la puerta. Rex y Ramoncito corrieron tras él por toda la Estación Darwin y por el tortuoso camino que conducía a la avenida Charles Darwin. Les resultaba difícil mantener el ritmo. Rex se sorprendió al darse cuenta de que casi era de noche.
Cuando llegaron a la avenida, Diego se encontraba sentado en el asiento del conductor de un enorme camión azul que se encontraba aparcado cerca de la entrada del hotel Galápagos. Se encontraba trabajando debajo del volante. Del espejo retrovisor colgaban un par de esposas.
– Corres mucho para ser un fumetas -dijo Rex, jadeando.
Diego hizo un gesto de cabeza indicando la puerta del asiento del acompañante.
– Cierra la boca y entra -le dijo.
Diego conectó dos cables y el motor se puso en marcha.