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Chipre todo el mundo conducía por la derecha. Lo que convertía al país en un mercado estupendo para colocar coches británicos robados. Por supuesto, había otros países, pero Chipre era el menos estricto con los controles. Siempre que hicieras un buen trabajo cambiando los números de chasis y del motor y falsificando bien la documentación, no tenías problemas. Vlad Cosmescu sabía desde tiempo atrás, por algunos de sus conocidos en la ciudad, que si querías hacer desaparecer un coche sin dejar rastro, el modo más eficiente era enviarlo a Chipre.

No era un hombre sentimental, pero al ver su querido Mercedes SL 55 AMG negro desapareciendo en un contenedor, bajo el brillo de las lámparas de arco del concurrido muelle del puerto de Newhaven, por un momento lo lamentó. Echó la última calada a su cigarrillo y luego lo tiró al suelo. A unos metros de allí, una grúa izaba otro contenedor en el aire y lo llevaba hacia la cubierta de un barco. Oyó una bocina y vio un camión que se abría paso por entre una maraña de cajones, contenedores, personas y vehículos.

Había sacado partido a su estancia en Inglaterra, y en Brighton le había ido muy bien. Pero para sobrevivir en la vida, como en el juego, había que ser disciplinado y saber retirarse en lo más alto. Con el descubrimiento de los restos del Scoob-Eee y la recuperación del cadáver de Jim Towers, en aquel momento sólo les sacaba un pequeño margen de ventaja.

Un día más y estaría fuera de allí. Un último trabajo del que encargarse. Al día siguiente, por la noche, estaría volando hacia Bucarest. Tenía una buena cantidad de efectivo apartada.

Se le abrían muchas oportunidades. Quizá se quedara en ropa, pero había muchos otros lugares que le interesaban. Brasil en particular, donde todo el mundo decía que había tantas chicas guapas, y muchas de ellas interesadas en trabajar en el mercado del sexo en otros países. Desde luego, le apetecía ir a algún sitio cálido. A algún sitio cálido con bellas mujeres y buenos casinos.

En inglés había una expresión para aquello. ¿Cómo era? Algo como «El mundo es tu ostra», que significaba algo así como: «el mundo está a tu disposición».

Pero quizá las metáforas marinas no eran lo más apropiado en aquel momento.

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