CAPÍTULO 55

Ana se encontraba en el cuarto donde guardaba las hierbas, mezclando ungüentos y destilando tinturas. En cada uno de los cajoncitos de madera guardaba una hoja entera de cada variedad de planta, para no confundirlas.

Había visto a Giuliano salir de la casa de Zoé casi cegado por el dolor que ella le había infligido al transmitirle aquella información, y Ana sabía que su presencia le había resultado doblemente dolorosa. No esperaba verlo en varias semanas, o quizá meses, y dicho pensamiento le producía una inquietud persistente, como una ansiedad, pero no conocía el modo de curarla.

Las extraordinarias revelaciones que había hecho Zoé cuando estaba asediada por la fiebre no le dejaron dudas. Ellos habían planeado matar a Miguel Paleólogo y que Besarión usurpara el trono, y a continuación tenían pensado negar la unión y poner a la nación a favor de él para así salvar la Iglesia ortodoxa de la amenaza de Roma.

Pero ¿cómo pensaban contener a los ejércitos cruzados? ¿O no habían estudiado aquel detalle? ¿Tan obsesionados estaban por su fervor religioso, que tenían el convencimiento de que los salvaría la Virgen?

Justiniano en Nicea era muy equilibrado mentalmente, en ocasiones se reía de sí mismo, poseía un intelecto demasiado agudo y un gran conocimiento de las ironías de la vida para fiarse de un hombre como Besarión, sin saber exactamente qué se proponía hacer y cómo.

Ana permaneció unos instantes con las hojas en la mano, aspirando el aroma de su perfume, intentando serenar su mente inquieta.

¿Cómo había descubierto Justiniano la conspiración? ¿O había formado parte de ella desde el principio? En ese caso, ¿cómo había tardado tanto en darse cuenta de que no podía salir bien?

Fijó la mirada en el astrolabio que reposaba sobre la mesa, con sus bellas incrustaciones, sus anillos, sus órbitas dentro de otras órbitas. ¿Sería así aquella conspiración, o mucho más simple: un acuerdo desesperado entre todos los implicados, aunque partiendo de prioridades distintas? Besarión por fe y tal vez, lo quisiera reconocer él o no, por ambición y gloria para sí mismo, para que volviera a su familia el poder que había tenido antiguamente. Helena, sencillamente por poder. Ella tenía la sinceridad, o quizá la inconsciencia, de admitir que nunca había fingido tener fe.

De Isaías continuaba sabiendo muy poco. Otras personas habían dicho de él que era un hombre superficial, pero aquello no tenía por qué ser cierto. Ahora que sabía que había habido una conspiración, se daba cuenta de que cada uno de los implicados podía tener una personalidad profundamente diferente de la que había mostrado con el fin de alcanzar el objetivo, que superaba a todo lo demás.

Había terminado de guardar las hierbas, y ahora empezó a verter las tinturas en ampollas y ponerles etiquetas.

Antonino podría ser exactamente lo que parecía: un hombre leal a la Iglesia, aun a costa de su propia vida; buen amigo de Justiniano, reconoció el papel desempeñado por él bajo tortura y únicamente cuando ya resultaba inútil negarlo. Pero se había juntado con Justiniano no para matar a Miguel, a fin de salvar a la Iglesia, sino a Besarión, ¿y para qué? ¿Para salvar a Bizancio, porque Besarión no alcanzaba a comprender la realidad ni poseía el temple necesario para hacer lo que estaba haciendo Miguel Paleólogo y buscar la única paz posible?

Justiniano estaba fervientemente en contra de la unión desde el principio. Su lealtad hacia Constantino daba testimonio de ello. ¿Y la lealtad de Constantino hacia él? ¿Acaso no era ésa una pasión en la que se podía confiar?

Ana dejó de trabajar y se puso a lavar el mortero y los platos para volver a ponerlos en su sitio.

Justiniano fue el primero, como forastero que era, en ver las flaquezas y los sueños de Besarión y en darse cuenta de que, lejos de salvar Constantinopla, más bien sellaría el destino fatal de la misma.

Intentó imaginar lo que debió de sentir su hermano a medida que las pruebas fueron imponiéndose y poco a poco fue comprendiendo que no se podía consentir que Besarión tomara el trono. Si él se retirase de la conspiración, simplemente su sitio sería ocupado por Demetrio. Era a Besarión a quien había que detener. Pudo ser que acudiera a él para intentar persuadirlo, cada vez con más insistencia a medida que Besarión se resistía. Las disputas fueron cada vez más agresivas. En un momento de desesperación recurrió a otras personas, incluso a Irene, pero a Zoé no. ¿Por qué Justiniano y ella no se aliaron para servir a la causa común?

La única persona de la que se fiaba Justiniano era Antonino, el cual, al final, murió torturado y solo. Entonces, ¿quién entregó a Justiniano a las autoridades?

Si Besarión hubiera conservado la vida, la conspiración habría seguido adelante. La noche siguiente habrían intentado matar al emperador. Zoé tenía el valor y la capacidad necesarios para ello, fueran cuales fueran los fallos de Besarión. Pero, ¿de verdad creía Zoé que Besarión poseía el valor y el ardor necesarios para salvar a Bizancio de los latinos y a la Iglesia de Roma?

¿La habría obedecido Besarión, o su arrogancia era tal que, una vez en el trono, habría rechazado todos los consejos que le dieran, sobre todo los que procedieran de una mujer? ¿Cómo había imaginado ella que iba a poder manipularlo? ¿Porque poseía más inteligencia para la política que él, y más realismo? ¿O más aliados? ¿Acaso un conocimiento mayor de la red de espías y agentes que tenía Miguel para que ejercieran la violencia, le proporcionasen información y practicaran el engaño? De ese modo él podría quedar con las manos limpias y seguir disfrutando de los beneficios.

Quizá Zoé habría permitido que Besarión tomara el trono, para después ayudar a Demetrio Vatatzés a quitárselo a Besarión. ¿O ése era el plan de Irene?

Justiniano había impedido que sucediera todo aquello. Si en efecto fue él quien mató a Besarión, lejos de conspirar contra el emperador, le había salvado la vida. ¿Estaba Miguel informado de eso? ¿Y Nicéforo?

Y un pensamiento gélido y siniestro le cruzó por la mente: ¿lo sabía Constantino? ¿Permitió que Justiniano fuera inculpado, como un acto de represalia por haber cambiado su lealtad de sitio, su comprensión de la realidad?

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