Capítulo 15

Knutas se encerró en su despacho después de la rueda de prensa. En el silencio, se sintió cansado. Sacó la pipa y empezó a cargarla mientras pensaba en cómo conseguir que Norrby asumiera él solo los contactos con los periodistas y le dedicara menos tiempo al trabajo de investigación. Knutas consideraba que no disponía de tanto tiempo como antes para atender a los medios de comunicación. Le parecía innecesario que él, responsable de la investigación, perdiera el tiempo informando a los periodistas, sobre todo cuando apenas había nada que decir.

La colaboración con Norrby funcionaba bien la mayoría de las veces. A decir verdad, su colega era lento y minucioso, pero no se le podía reprochar que no pusiera empeño en el trabajo.

Norrby y Knutas tenían la misma edad y llevaban veinte años trabajando juntos. No fue evidente desde el principio que Knutas, en vez de Norrby, llegara a ser el jefe de la Brigada de Homicidios, pero eso era lo que había sucedido, sin que Knutas supiera muy bien por qué.

Lars Norrby era una persona simpática, divorciado y con dos hijos que vivían con él. Lo más destacado de su fisonomía era su estatura, ya que medía casi dos metros. El hecho de que además fuera muy delgado, casi esquelético, no hacía sino reforzar esa impresión.

Si Norrby se sintió relegado cuando Knutas fue nombrado jefe, lo disimuló muy bien. Nunca mostró ni sombra de envidia. Y Knutas lo admiraba por ello.


Se llevó la pipa sin encender a la boca y llamó a Wittberg al móvil; comunicaba.

La policía estaba elaborando una lista de las personas que visitaron la exposición. Habían localizado a los empleados que asistieron a la cena y comenzaban los interrogatorios.

Knutas había encargado a Wittberg que fuera a buscar inmediatamente al pintor y a su agente. Según la información facilitada por Monika Wallin, esposa de la víctima, a quien habían interrogado en el hospital, ambos tenían previsto quedarse en Gotland hasta el martes.

El comisario esperaba poder aclarar alguna que otra cosa hablando con ellos. El hecho de que Egon Wallin fuera asesinado el mismo día en que inauguraba la primera exposición del año -que, por cierto, despertó gran interés- tal vez no fuera una casualidad.

Le había preguntado a Karin si podía echarle una mano en el interrogatorio, porque su inglés dejaba mucho que desear. Sonó el teléfono. Era Wittberg; parecía alterado.

– Hola; estoy en el hotel Wisby.

– ¿Y…?

– Mattis Kalvalis ya no está aquí. Ni su agente tampoco. La recepcionista les pidió un taxi esta mañana para que los condujera hasta al aeropuerto.

– ¿Cómo? ¿Se han largado?

Knutas se quedó con la boca abierta.

– Eso parece. Acabo de llamar a la compañía aérea Gotlandsflyg para saber si efectivamente han viajado hacia Estocolmo. Y me lo han confirmado. Su vuelo ha salido esta mañana a las nueve.

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