Capítulo 60

El viernes, avanzada ya la tarde, Knutas tuvo algo nuevo en lo que pensar. La policía de Estocolmo le envió por correo electrónico una lista con las personas que en Suecia estaban consideradas como particularmente interesadas en la obra de Nils Dardel.

Echó una ojeada a la lista, y de entrada no reconoció ni un solo nombre, pero cuando llegó a la mitad de la lista se detuvo en seco. Las letras brillaron ante sus ojos formando el nombre de alguien con quien ya se había tropezado varias veces en la investigación: Erik Mattson.

Knutas expulsó lentamente el aire por la nariz. ¿Cómo demonios era posible que volviese a aparecer aquel hombre?

Se levantó y miró por la ventana. Trató de controlar su ansiedad. Erik Mattson, el tasador de arte de Bukowskis, que, además, asistió a la exposición en Visby. Valoró los cuadros robados encontrados en la casa de Egon Wallin sin mencionar que había estado en Visby el día del asesinato. Tuvo que reconocer para sí mismo que se le había olvidado volver a llamar a Erik Mattson para pedirle explicaciones. Se interpuso el robo en Waldemarsudde.

Estaba a punto de irse a casa justo antes de que llegara el correo electrónico. De camino, había pensado comprar un par de botellas de buen vino y un ramo de flores para Line. Últimamente tenía muy desatendida a la familia.

Hoy iba a llegar otra vez tarde. Llamó a casa. Line no se mostró tan comprensiva como de costumbre. No era de extrañar. Incluso para ella existía un límite. Sintió mala conciencia, pero evitó pensar en ello precisamente entonces. Debía concentrarse en Erik Mattson. En realidad, lo que quería era llamar a Bukowskis inmediatamente, pero se contuvo. En el caso de que Erik Mattson fuera el culpable, o uno de ellos, debería avanzar con cautela. Sentia la imperiosa necesidad de hablar con Karin y salió al pasillo. Tenía cerrada la puerta de su despacho. Dio unos golpecitos. No hubo respuesta. Esperó un momento antes de entreabrir la puerta con cuidado. Vacío. Se había ido a casa sin decirle siquiera adiós, constató herido. Que pudiera recordar, Karin nunca había hecho una cosa así. Regresó a su mesa con el rabo entre las piernas. Tenía que hacer algo, así que marcó el número de Bukowskis, aunque según su página de Internet, la casa de subastas estaba cerrada. Sonaron muchas señales de llamada antes de que alguien contestara.

– Erik Mattson.

Estuvo a punto de caerse de la silla.

– Sí, hola, soy Anders Knutas de la Policía de Visby. Perdón por llamar a estas horas un viernes por la tarde, pero hay unas cuantas cosas importantes que debo preguntarle.

– ¿Ah, sí? -respondió Erik Mattson fríamente.

– Cuando hablamos sobre los cuadros hallados en Visby, en casa de Egon Wallin, no dijo nada de que había asistido a la inauguración de la exposición el mismo día que fue asesinado.

Pausa corta. El silencio se tornó denso en el auricular.

– Eso tiene una explicación muy sencilla. Nunca estuve allí.

– Pues, según su jefe, recibió una invitación. Tú y un colega tuyo hicisteis noche en Visby para poder asistir a esa inauguración.

– No, no… Bukowskis recibió unas invitaciones, cierto, y mi colega Stefan Ekerot y yo pensamos asistir, puesto que íbamos a estar en Gotland justo entonces. Pero, al final, ninguno de nosotros acudió a esa inauguración. La hija menor de Stefan se puso enferma por la noche, así que él se volvió en el primer vuelo el sábado por la mañana. Bueno, debo aclarar que la niña sólo tiene un mes. En cuanto a mí, me indispuse el sábado por la tarde y me quedé descansando en el hotel, de modo que tampoco visité la exposición. Por lo tanto, no es de extrañar que no dijera nada de ello.

– Así que fue eso… -comentó el comisario, decidido a aceptar por el momento aquella explicación-. Otra cosa: tengo entendido que es experto en la obra de Nils Dardel, ¿qué puede decirme del robo de El dandi moribundo?

De nuevo silencio al otro lado del hilo. Knutas oyó como Erik Mattson tomaba aire antes de responder:

– Es terrible, un sacrilegio. Una tragedia si no se recupera. El dandi moribundo es sin duda uno de los cuadros más importantes de la historia del arte sueco.

– ¿Quién cree que puede haberlo robado y por qué?

– Tiene que ser un robo por encargo, para vendérselo luego a algún coleccionista. El cuadro es conocido, tanto en Suecia como en todo el mundo, de modo que no es factible tratar de colocarlo en el mercado.

– ¿Quiénes son los mayores coleccionistas de la obra de Dardel aquí en Suecia?

– Sus telas están diseminadas por todas partes. Su obra ha sido muy controvertida. De hecho, hay quienes opinan que carece de valor artístico, no me pregunte por qué. Disculpe, pero ahora tengo que salir.

– Sí, claro, perdone que le haya entretenido.


Le dio las gracias y dio por terminada la conversación. Cuando colgó el auricular, se sentía aún más confundido. La vana esperanza que sintiera minutos antes había perdido peso. Erik Mattson no parecía un asesino.

Decidió dejar la investigación a un lado durante el fin de semana, salvo que ocurriese algo extraordinario. Quizá las cosas fueran madurando, y el lunes por la mañana pudiera ver la situación con otros ojos.

Ahora sólo quería irse a casa y estar con su familia.

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