Capítulo 16

Emma acababa de cruzar la puerta cuando sonó el teléfono. Dejó a Elin en el suelo; embutida en aquel buzo tan abultado, la niña se quedó sentada como un muñeco de Michelin en miniatura.

– Emma Winarve.

– Hola; soy yo, Johan.

¿Por qué sentía siempre aquellas mariposillas en el estómago cuando llevaba algún tiempo sin oír su voz?

– ¡Hola!

Elin empezó a lloriquear. Emma contempló con atención a su hija con la mirada mientras hablaba.

– Estoy en Visby. He intentado llamarte antes, pero no contestaba nadie.

– Hemos salido a dar un paseo largo. Oye, ¿te puedo llamar dentro de diez minutos? Es que acabo de entrar en casa con Elin.

– Sí, claro. Llámame.

Le quitó el buzo a Elin inmediatamente, volvió la cabeza al notar cómo le olía el pañal y entró en el cuarto de baño para cambiárselo. Mientras lo hacía, pensó en Johan. Últimamente lo había echado de menos más de lo que solía hacerlo. No tanto por razones prácticas. Ella se las arreglaba bien y Elin no daba guerra. Sara y Filip también se habían adaptado a las nuevas rutinas y empezaban a acostumbrarse a la vida después del divorcio de sus padres. Sara estaba en tercero y Filip en segundo; sólo se llevaban un año, y a veces le parecía que eran casi como gemelos. Ahora jugaban muy bien juntos, incluso mejor que antes de la separación. La separación de Olle y ella había hecho que los niños se apoyaran más el uno en el otro. Al mismo tiempo resultaba también doloroso, como si su fe y su confianza en los padres fueran menores. Tan pequeños y ya se habían visto obligados a comprender que nada dura eternamente, que no se puede dar nada por sentado.

Por el bien de sus hijos, Emma era prudente con su nueva relación. Cierto que fue esa relación la que hizo trizas su matrimonio, pero no estaba dispuesta a meterse directamente en una nueva constelación familiar. De modo consciente, mantuvo a Johan a distancia, aunque estaba más enamorada que nunca.

Desde que se conocieron, su vida quedó por completo patas arriba, y a veces se preguntaba si valía la pena. No obstante, en el fondo sabía que no existía ninguna duda. Por eso decidió también dar a luz a la hija de ambos, que no fue buscada y llegó al mundo durante un período en que su relación se tambaleaba.

El hecho de que Johan estuviera a punto de perder la vida cuando Elin tenía sólo unos meses la afectó más de lo que anteriormente se habría podido imaginar. Desde entonces no había dudado ni por un instante de que quería vivir con él; se trataba sólo de hacerlo en el momento oportuno, por el bien de los niños.

Levantó a Elin y le dio un beso en la delicada piel de la nuca. La cena tendría que esperar un poco. Se sentó en el sofá y marcó el número de Johan. Él contestó de inmediato.

– Hola cariño, ¿qué tal estás?

– Bien. ¿Cómo es que estás aquí? ¿Ha pasado algo?

– Han encontrado a un hombre colgado en Dalmansporten. Asesinado.

– ¡Huy! ¡No me digas! ¿Cuándo ha sido?

– Esta mañana. ¿No lo has oído en la radio? Han estado hablando de ello todo el día.

– No, me lo he perdido. Parece una cosa horrible. ¿Se sabe quién es?

– Sí, el dueño de la galería de arte que hay en Stora Torget.

– ¿Qué? ¿Egon Wallin? ¿De verdad?

– ¿Lo conoces?

– No, pero todo el mundo sabe quién es. ¿Ha sido un robo o algo así?

– No lo creo. Colgar a una persona de esa manera es muy complicado, así que sospecho que se trata de otra cosa.

– ¿Estaba colgado en la Puerta? ¡Cielos, qué macabro! Me recuerda a aquellos horribles asesinatos del verano pasado. ¿Podría tratarse de alguien que se ha inspirado en ellos?

– ¿Te refieres a un imitador? Por Dios, esperemos que no sea nada de eso. Aunque no sé cómo lo han matado, sólo que ha aparecido colgado en medio de la Puerta. La policía de momento no suelta prenda. De todas formas, Pia y yo tenemos un montón de trabajo. Haremos reportajes para Noticias Regionales, para Rapport y para Aktuellt.

– Entonces estarás ocupado hasta tarde, ¿no es así?

La voz de Johan se suavizó.

– Quería preguntarte si puedo ir después. Cuando haya terminado.

– Sí, claro. No hay ningún problema.

– Puede que no llegue antes de las nueve, incluso tal vez más tarde, si se produce alguna novedad en torno al asesinato.

– Lo sé. No pasa nada. Puedes venir cuando quieras.

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