Capítulo 61

El siguiente paso de su plan estaba superado y la cabeza le bullía de pensamientos. Por la mañana había llamado a la funeraria para preguntar cuándo sería el entierro de Egon Wallin. Tendría lugar dentro de poco más de dos semanas, así que disponía de tiempo suficiente para prepararse. Pensaba asistir, naturalmente disfrazado; su camuflaje era tan perfecto que nadie lo reconocería. Estaba deseando que llegara el día. Encontrarse con todos, verlos sin que ellos lo vieran a él. Sentía un cosquilleo de expectación en el estómago al imaginar la escena.

En aquel momento estaba solo y tenía una tarea que llevar a cabo. Bajó al cuarto trastero del sótano a buscar la tela escondida. Por suerte no se encontró con ningún vecino. Volvió a toda prisa al piso y la desenrolló con cuidado sobre el suelo de la sala de estar. Varias semanas antes del robo había encargado un marco a medida que le iría bien.

Justo cuando se disponía a colocar el primer clavito en el marco, sonó el teléfono. Se irritó por que lo molestaran en ese momento, miró el aparato y durante varias señales de llamada sopesó la posibilidad de no responder. Pero al fin soltó el martillo y descolgó el auricular.

Qué casualidad, pensó cuando colgó el teléfono, que él llamara en aquel preciso instante. Debía de ser el destino.

Luego, trabajó con esmero largo rato para fijar la tela a su nuevo marco. Cuando concluyó, apoyó el cuadro contra la pared. Se retiró un poco y contempló su obra.

Estaba más que satisfecho.

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