Capítulo 5

Tras la exitosa inauguración, todo el personal de la galería se fue a celebrarlo al restaurante Donners Brunn, en el corazón de Visby. Mattis Kalvalis, sentado en el medio, parecía disfrutar sin reservas de ser el centro de atención. El ambiente de la mesa era alegre y distendido, y Egon Wallin pensó que aquella era una excelente noche con la que poner punto final a su vida anterior. Ocupaban la mejor mesa del lujoso comedor abovedado y saboreaban a la luz de las velas unos manjares muy bien cocinados y bellamente presentados en los platos.

Propuso otro brindis por el artista y todos vitorearon el descubrimiento de una nueva estrella en el firmamento artístico. Justo al finalizar los aplausos aparecieron otros dos clientes: Sixten Dahl en compañía de un hombre joven a quien Egon no conocía.

Saludaron educadamente al pasar junto a ellos y Sixten volvió a elogiar la exposición, al tiempo que dirigía al pintor una mirada atenta. ¿Qué demonios andará tramando ahora?, se dijo Egon. Por fortuna se sentaron en una mesa situada en el otro extremo del comedor, de manera que Egon estaba de espaldas a ellos.

Más tarde, cuando fue al baño, advirtió que Mattis Kalvalis estaba con Sixten Dahl en la sala de fumadores del restaurante. Se encontraban solos, enfrascados en lo que parecía una conversación sena. La ira se apoderó de él por un instante y abrió de un empellón la puerta de cristal.

– ¿Qué andas tramando? -le dijo enojado a Sixten en sueco.

– ¿Qué pasa, Egon? -preguntó su rival con estudiada sorpresa-. Estamos fumando…, ésta es la sala de fumadores.

– No me vengas con argucias. Mattis y yo tenemos un contrato.

– ¿Ah, sí? No me digas… Por lo que tengo entendido, aún no está firmado -dijo Sixten, que apagó el cigarrillo y salió de la sala con indiferencia cruzándose con él en la puerta.

Mattis Kalvalis, por supuesto, no había entendido ni una palabra. Sin embargo, parecía visiblemente molesto. Egon decidió no darle mayor importancia al asunto. Se volvió hacia Kalvalis:

– We have a deal, don't we?

– Of course we do.


Ya eran más de las once cuando su esposa y él por fin llegaron a casa. Monika fue directamente a acostarse. Egon le dijo que quería quedarse un rato levantado, para relajarse y asimilar todas las impresiones del día. Se sirvió una copa de coñac y se sentó en la sala de estar.

Ahora sólo tenía que esperar. Evocó por un momento el incidente en el Donners Brunn, pero pronto se tranquilizó. Era evidente que Sixten tramaba algo. Pero mañana firmaría el contrato con Mattis Kalvalis. Habían quedado en verse al día siguiente en la galería para estampar la rúbrica. Además, la exposición había sido un éxito. Estaba seguro de que Kalvalis se iba a quedar con él.

Bebió un largo sorbo de coñac. Los minutos discurrían lentamente. Intentó tomárselo con calma y dominar su ansiedad. No tenía más que seguir su rutina habitual. Monika se pasaría diez minutos en el baño, luego se metería en la cama y leería un poco antes de apagar la lámpara y dormirse. Lo cual significaba que él tendría que esperar veinte minutos aproximadamente antes de poder salir de casa y dirigirse andando al hotel. La recepción estaba cerrada por la noche, de manera que no había temor de que lo reconocieran.

Deseaba aquel encuentro más que nada en el mundo.

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