El lunes por la mañana, Knutas recibió una llamada de la policía de Estocolmo. Telefoneaba su viejo amigo y colega Kurt Fogestam. Trabaron amistad en unos encuentros para nuevos policías y la habían mantenido desde entonces. Hacían lo posible por verse cada vez que Knutas iba a Estocolmo. Como ambos eran seguidores del club de fútbol AIK, solían asistir a un partido durante la temporada y luego iban a tomarse un whisky de malta, la bebida preferida de los dos. Además, Kurt también había estado algunas veces en Gotland.
– ¡Hola! -lo saludó Knutas alborozado-. ¡Cuánto tiempo! ¿Qué tal?
– Hola -correspondió Fogestam-. Bien, gracias, pero te llamo porque tengo novedades que, al parecer, guardan relación con lo que estás investigando.
– ¿Ah, sí?
Knutas aguzó el oído. Una pista nueva era justo lo que necesitaba.
– Esta noche se ha cometido un robo en Waldemarsudde. Han sustraído un cuadro muy valioso: El dandi moribundo, de Nils Dardel. ¿Lo conoces?
– El dandi moribundo -repitió Knutas y por su retina pasaron las imágenes difusas de un joven pálido, medio tumbado, con los ojos cerrados-. Bueno, así, así -reconoció-. Pero ¿qué tiene que ver el robo con mi investigación por asesinato?
– El ladrón ha cortado la tela y ha dejado sólo el marco. Es una pintura muy grande, ¿sabes?
– ¿De verdad?
Knutas no sabía dónde quería llegar su colega de Estocolmo.
– El ladrón dejó algo. Una pequeña escultura colocada delante del cuadro. La hemos analizado esta mañana. Se trata de la escultura que desapareció de la galería de Egon Wallin en Visby.