Cuando la policía se presentó en la casa de Roma, Emma yacía completamente desmadejada en el cuarto de la niña, en el piso superior. Estaba inconsciente. Una ambulancia la trasladó a urgencias de psiquiatría, en el hospital de Visby.
La policía acordonó la casa y la calle, se cerraron las carreteras de salida de Roma, e incluso los accesos a Visby y al puerto. El siguiente barco para Nynäshamn tenía previsto soltar amarras a las cuatro, y se inspeccionaron todos los vehículos que aguardaban su salida en el muelle. En el aeropuerto se identificó a todos y cada uno de los pasajeros. Sería imposible para el secuestrador abandonar Gotland, al menos utilizando el transporte público.
A Knutas le costó convencerse de que habían secuestrado a la hija de Johan Berg. Supuso al momento que el reportero había estado investigando por su cuenta, y que eso había molestado de alguna manera al criminal. Parecía increíble que, después de lo que le sucedió la vez anterior, no hubiera aprendido a mantenerse al margen del trabajo de la policía. Entonces estuvo a punto de perder la vida, pero ahora era la de su hijita la que estaba en juego. A Knutas le apenaba sinceramente la situación de Johan, y lo llamó tan pronto como tuvo noticia de lo ocurrido. No respondió al teléfono, naturalmente. Supo que Johan estaba con Emma en urgencias de psiquiatría y lo buscó a través del jefe de sección. La voz del periodista apenas era audible cuando por fin contestó:
– Lo siento de veras -dijo Knutas-. Quiero que sepas que hacemos todo cuanto podemos.
– Gracias.
– Tengo que saber qué tipo de contacto puedes haber tenido con el asesino -le explicó Knutas-. ¿Has hablado con él?
– No, pero ha pasado otra cosa.
– ¿Qué?
Johan le contó lo de la fotografía colocada en la pared de la redacción de Noticias Regionales.
– ¿Sabes quién es el autor?
– Creo que se trata de Erik Mattson, el tasador de arte de la Casa Bukowskis.
– No ha sido él.
No quiso contarle que Erik Mattson estaba muerto, para no asustarlo aún más. Ya tenía bastante. Luego le explicó:
– No ha sido él, sino su hijo, David Mattson. Tal vez se ponga en contacto contigo. No sabemos lo que quiere, pero si contacta contigo, llámame inmediatamente. ¿Me entiendes, Johan? Si ocurriera eso, es vital que me llames directamente. Luego, ya hablaremos tú y yo de cómo debemos manejar la situación. ¿De acuerdo?
– De acuerdo -contestó Johan casi sin voz-. Ahora he de volver con Emma.