Knutas abrió la reunión de la mañana con un asunto que había estado rondando por su cabeza todo el fin de semana, y que mantuvo de lado por puro instinto de supervivencia. Quería dedicarse a la familia con paz y tranquilidad.
Dejó sobre la mesa primero el periódico del sábado y luego el del domingo. Los titulares clamaban: «Un asesino tras el robo del cuadro», «Persiguen al asesino en el museo», «Pánico en el mundo del arte».
Todos los periódicos aludían al informativo de la Televisión Sueca en el que Johan Berg revelaba que la escultura robada en Visby en la galería del asesinado Egon Wallin había aparecido colocada delante del marco vacío en Waldemarsudde.
– ¿Qué significa esto?
Todos los congregados alrededor de la mesa parecían molestos, pero nadie dijo nada, aparte de susurros y movimientos de cabeza.
– ¿Quién lo ha filtrado a la prensa? -rugió, mientras clavaba la mirada en sus colaboradores.
– Bueno, ya basta, a ver si te tranquilizas un poco -intervino Wittberg enojado-. No tiene por qué ser nadie de aquí, también puede haber sido la policía de Estocolmo la que lo ha filtrado. Dada la cantidad de gente que hay involucrada allí, mayor es el riesgo.
– Entonces, ¿ninguno de vosotros ha hablado de la escultura con nadie de fuera de esta sala?
Antes de que recibiera respuesta entró Lars Norrby.
– Siento llegar tarde -dijo entre dientes-. El coche no quería arrancar. Estoy ya más que harto de este jodido frío.
Observó los titulares de uno de los periódicos vespertinos que Knutas tenía ante él y luego vio el resto de los periódicos que había sobre la mesa.
– Una historia lamentable -comentó moviendo la cabeza.
– ¡Eso como mínimo! -gruñó el comisario-. ¿Tienes alguna idea de cómo se han filtrado esos datos?
– En absoluto. Yo no he dicho a la prensa más que lo estrictamente necesario. Como de costumbre.
– Es que la directora de la policía provincial se ha puesto en contacto conmigo y exige una explicación. ¿Qué creéis que puedo decirle?
El silencio alrededor de la mesa era denso, hasta que Kihlgård abrió la boca.
– Déjalo, Anders. ¿Qué te hace pensar que la filtración procede de aquí? Puede haber sido cualquiera que supiese que la escultura apareció en Waldemarsudde. El personal del museo, por ejemplo. ¿Te parece que se puede confiar en su discreción?
Enseguida obtuvo el apoyo del resto de sus colegas.
– No vamos a abrir una investigación para averiguar quién filtra información, pero quiero señalar una vez más lo importante que es que todos mantengamos la boca cerrada -subrayó Knutas-. Estas cosas perjudican la investigación y no podemos permitírnoslo. Lars, ¿puedes enviar un correo interno en este sentido?
Norrby asintió sin pestañear.