Capítulo 34

Los cuadros hallados en el trastero de la casa de los Wallin fueron incautados por la policía y enviados en el primer vuelo a Estocolmo, a casa de subastas Bukowskis, para su identificación y tasación. Erik Mattson los recibió el martes por la mañana.

En menos de una hora había identificado las obras y comprobado su autenticidad. Todas lo eran. El cuadro grande de Zorn con las jóvenes de Dalecarlia a la orilla del lago Siljan tenía un valor de entre tres y cuatro millones. El resto podía valorarse en unos cientos de miles de coronas cada uno. Calculó que, en total, el conjunto rondaría los cuatro o cinco millones de coronas. Se trataba de obras conocidas, y, tras buscarlas en la base de datos, comprobó que todas ellas habían sido robadas.

Los dos cuadros de Zorn habían sido sustraídos tres años antes a un coleccionista de Gotemburgo; la pintura de Carl Larsson la habían sustraído el año anterior en una exposición en Falun, y la de Bruno Liljefors desapareció en el curso de un traslado desde una casa de Gotland hacía unos meses.

Cuando terminó, Erik Mattson llamó inmediatamente a Knutas.

– ¡Es increíble! -exclamó el comisario-. Todos robados. ¿Está seguro?

– Sí, claro, lo pueden comprobar en vuestros registros.

– ¿Y está seguro de que son auténticos?

– Sin duda alguna.

– Muchas gracias.

Knutas colgó el auricular y marcó el número directo de la Policía Nacional para pedirles que comprobaran los robos, cómo ocurrieron los hechos y sí había algún sospechoso.

Miró abstraído a través de la ventana.

Así pues, Egon Wallin estaba involucrado en robos de cuadros a escala nacional o, al menos, había actuado como receptador, lo cual era bastante grave. Estaba conmocionado. ¿Tan malo era catalogando a las personas? Él que pensaba que Egon Wallin era un hombre tan honesto… ¿Había más cosas que no supiera de él?

A lo largo del día se procedería al registro en la casa de los Wallin y en la galería. Esperaba con ansiedad conocer los resultados.

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