Capítulo 57

El robo en Waldemarsudde fue lógicamente la noticia con la que abrieron todos los informativos de la televisión el lunes por la tarde, y Johan recibió muchas felicitaciones en la reunión matinal del martes. Los de Noticias Regionales fueron los primeros en informar de cómo había accedido el ladrón al museo y de que se había dado a la fuga patinando sobre el hielo, y el resto de las redacciones de noticias de la Televisión Sueca recurrió a parte del material para utilizarlo en sus propios programas. En realidad, la consigna era que tan pronto como estuvieran de regreso en la redacción, los reporteros permitieran que quien quisiera tuviese acceso al material. De esa manera, todos los reporteros podían beneficiarse de las entrevistas y las imágenes que hubiera. Johan comenzó a poner objeciones. No quería correr el riesgo de no tener tiempo de editar su propio reportaje, porque tuviera que estar, cada dos por tres, pasando información y material a los demás. Aparte, pensaba que no era justo que el fotógrafo y él, que se habían batido el cobre para conseguir unas imágenes únicas o entrevistas exclusivas, debieran repartir el material como si fueran golosinas regaladas a unos niños, para después ver cómo las desmenuzaban en otras emisiones. No tenía la menor gracia y no era bueno para la moral profesional. Ni para él ni para el fotógrafo. Protestó con vehemencia, lo cual desencadenó reacciones tanto entre los jefes como entre algunos de sus colegas. Desde luego, la suya no parecía la mejor estrategia ni para conseguir un aumento de sueldo ni para ascender en su carrera profesional. En cuanto a él, pensaba que le resultaría más fácil conseguir un puesto en Gotland, en el caso de que llegara a crearse alguna vez la plaza de corresponsal permanente. Sin duda, la redacción de Estocolmo prescindiría en tal caso del reportero más molesto.

Aunque se encontraba en Estocolmo, no podía dejar de preguntarse qué sucedía en Gotland con la investigación del asesinato. Concluida la reunión de la mañana, dedicó varias horas a tratar de obtener información al respecto. Estuvo toda la mañana tratando de localizar a Knutas y a Karin, sin conseguirlo. Pia Lilja estaba en casa, en cama con gripe, así que no le podía servir de ayuda. Finalmente, tuvo que conformarse con Lars Norrby. Le preguntó si había alguna novedad en la investigación del caso.

– Bueno, no hay nada de lo que pueda hablar.

– Algo me podrás decir, ¿no? Tenemos que mantener viva esta historia y a vosotros os interesa también. Para que la gente que sepa algo se ponga en contacto con la policía.

– No me vengas con argucias, llevo demasiados años en esto.

Johan pudo oír cómo Norrby se reía al otro lado del hilo telefónico. Como tras el percance del año anterior aún recibía un trato de favor por parte de los policías de Visby, decidió insistir. Después de más de un cuarto de hora tratando por diferentes medios de tirar de la lengua al portavoz de la policía, por fin lo llevó a su terreno. Fue al preguntarle si Karin estaba de viaje, porque no había forma de localizarla, cuando Norrby le informó de que se encontraba en Estocolmo en un viaje en misión de servicio.

– ¿Por qué? -preguntó.

– ¿Cómo que por qué?, pues por el asunto ese del robo, claro.

Johan se quedó tan perplejo que no supo cómo continuar.

– ¿Cómo? -dijo tontamente.

– El robo en Waldemarsudde, hombre. Estamos investigando qué tiene que ver con el asesinato de Egon Wallin.

Eso hizo que Johan se pusiera en guardia. ¿Qué demonios estaba diciendo aquel hombre? Aguardó unos segundos con la esperanza de que Norrby soltara algo más.

El silencio le resultó claramente incómodo al policía, pues continuó.

– Bueno, esto que quede entre nosotros dos: resulta que la escultura dejada en el lugar del crimen en Waldemarsudde era la que robaron de la galería de Egon Wallin.

Johan, que no tenía ni idea de que hubieran robado una escultura en la galería de Visby, hizo como si estuviera al tanto.

– Ah, sí, ésa. Ya, ya. Bien, Norrby, pues muchas gracias.

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