Capítulo 82

Johan no sabía muy bien qué le indujo a hacerlo, pero después de cenar en casa de su madre en Rönninge, de encontrarse con sus hermanos y pasar una velada muy agradable, de regreso a casa se dio una vuelta por delante del piso de Erik Mattson en la calle Karlavägen. Aparcó el coche ante el edificio y contempló la espléndida fachada. Era una casa impresionante, con paredes bien enlucidas, una magnifica puerta y arriates con flores junto al edificio. Sin saber qué esperaba encontrar, se apeó del coche, se acercó al portal y probó si la puerta estaba abierta. Lógicamente, estaba cerrada. Se veía luz en la mayoría de las ventanas. Se había informado del piso en que vivía Mattson y observó que también allí estaba la luz encendida. El inmueble tenía portero automático y clave. Un impulso lo llevó a pulsar el botón donde figuraba el nombre de Erik Mattson. Repitió la llamada varias veces. Silencio. Hasta que de pronto oyó una voz de hombre que no era la de Erik y una música de fondo. El hombre parecía ligeramente acelerado y algo borracho.

– Hola Kalle, llegas tarde. Pero si ya íbamos a salir, joder.

Se interrumpió el contacto. Ningún zumbido, el tipo de arriba no había abierto. Se apresuró a volver al coche. Unos minutos más tarde salieron por la puerta tres hombres; uno de ellos era Erik Mattson. Parecían alegres y se quedaron hablando delante de la puerta. Se hundió en el asiento para que no lo vieran, pero pudo oír lo que decían.

– ¿Dónde cojones se ha metido?

– ¿No se habrá enfadado?

– No; Kalle, no. Se nos habrá adelantado.

Los otros hombres a los que no conocía parecían de la misma edad que Mattson. Yupis de Östermalm, apuestos y bien vestidos, con sus caros trajes de moda debajo de los abrigos y el cabello peinado hacia atrás.

Pasaron junto al coche sin advertir que él estaba dentro y desaparecieron por el parque Humlegården. Los siguió. Entraron en el restaurante Riche. Dentro del local no cabía un alfiler, y fue una suerte para Johan que no hubiera cola.

La música zumbaba y aquello estaba lleno de gente que charlaba con una copa en la mano.

Ojalá no lo descubrieran. Erik Mattson lo reconocería inmediatamente, puesto que se habían visto aquel mismo día por la mañana. Aunque por otro lado, tampoco era tan extraño que un periodista acudiese al Riche un viernes por la noche. Su reflexión quedó plenamente confirmada cuando, al acercarse a la barra, divisó a algunos colegas de Ekot a quienes conocía y a los que se unió.

No le quitó el ojo de encima a Erik Mattson, que se movía charlando entre la gente. Al parecer, conocía a todo el mundo. Advirtió que se bebía una copa tras otra sin que se le viera especialmente borracho.

Pero de pronto desapareció. Johan se despidió de sus conocidos y empezó a buscarlo. Su inquietud iba en aumento. ¿Lo habría perdido? Entonces lo vio hablando con un hombre de cierta edad. Estaban muy juntos y parecían íntimos.

De repente, el hombre de edad se dirigió hacia la salida y se fue. Un par de minutos después, Erik siguió el mismo camino. Fuera, vio que se metían en un taxi. Él tomó el siguiente y pidió al conductor que siguiera al coche que iba delante. Johan no sabía muy bien lo que estaba haciendo. Tenía que levantarse temprano al día siguiente y limpiar el piso antes de que llegara el inquilino y luego debía recoger sus cosas y embarcar en el vuelo a Gotland. No tenía tiempo para jugar a los espías, en absoluto.

La carrera fue corta. El coche que los antecedía se detuvo delante de una puerta deslucida en una de las callejuelas del centro, donde entraron Erik y su acompañante. Pagó al taxista y los siguió. Bajó por una escalera que conducía a una especie de videoclub. Allí tuvo que pagar la entrada para seguirlos aún más abajo, hasta los antros subterráneos.

Johan no tardó mucho en comprender a qué se dedicaba Erik Mattson.

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