Capítulo 63

El lunes por la mañana, Knutas llegó temprano a la comisaría.

A las seis y media ya estaba allí. El fin de semana había significado un más que merecido reposo y una pausa en la investigación del caso. Sin embargo, no pudo dejar a un lado el problema con Karin, y discutió el asunto con Line, quien opinaba que él debía hacer algo radical si quería conservarla. El sábado por la noche, tomando unas copas de vino, mientras los niños veían un festival musical en la tele, encontraron una solución. No iba a ser popular, pero era inevitable. Knutas estaba seguro de su decisión y dispuesto a aguantar el chaparrón, en el caso de que se produjese. El domingo le expuso su propuesta a la directora de la Policía Provincial y ella aceptó su razonamiento.


Otro aspecto tenían en común Karin y el comisario: ambos eran madrugadores. No llevaba más de media hora en su puesto de trabajo y apenas había tenido tiempo de trazar las líneas generales de su propuesta, cuando oyó los ligeros pasos de Karin en el pasillo. Le pidió que entrara en su despacho.

– Con mucho gusto -le contestó muy contenta-. Durante el fin de semana he descubierto un montón de cosas interesantes que he de contarte.

– Está bien, pero me lo cuentas luego -la atajó cuando ella se sentó en la silla de las visitas-. Primero tenemos que hablar de esto.

– De acuerdo.

Karin lo miró con curiosidad.

– No quiero que te vayas, ya lo sabes. Por eso te voy a hacer una propuesta. No tienes que contestarme ahora, piénsatelo antes, pero comunícame a lo largo de esta semana si aceptas mi proposición o no. ¿De acuerdo, Karin?

– Sí, claro.

Parecía inquieta a la par que expectante.

– Quiero que seas subcomisaria de la Brigada de Homicidios, es decir, mi lugarteniente. Cuando me llegue el momento de dejarlo, quiero que ocupes mi puesto. Esta comisaría de policía nunca ha tenido una jefa de nuestra Brigada y, la verdad, ya va siendo hora.

– Pero…

– No, no, no tengo pensado abandonar. Pero considerando mi edad, en ningún caso aguantaré más de diez años. Además, Line me ha informado de que le gustaría trabajar unos años en la Península, algo a lo que yo estoy totalmente abierto. Si se decide a hacerlo, me trasladaré con ella. Los niños ya han crecido, y eso nos permite otra libertad. Quiero tener un lugarteniente en quien pueda confiar plenamente. Y sólo puedes ser tú, Karin.

Lo miró como incrédula. La expresión de su rostro había cambiado de la inquietud a la estupefacción pasando por el asombro. En el cuello le habían aparecido las acostumbradas manchas rojas. Abrió la boca como si estuviera a punto de decir algo.

– No, por favor, no digas nada. Sólo te pido que lo pienses. Permítame que te comente también algo acerca del sueldo. Lógicamente, tendrás un aumento significativo; eso ya lo discutiríamos detalladamente si decides aceptar. Pero para que te hagas una idea, estamos hablando, como mínimo, de siete mil coronas más al mes, además de que podrás asistir a la tira de cursos, entre otros, los de dirección. Y quiero que sepas que esta propuesta está consensuada. A la directora de la Policía Provincial le gustaría verte de subcomisaria.

– Pero Lars…

– Lars Norrby es un problema mío, no tuyo, Karin. Por favor, piénsatelo.

Ella asintió con la cabeza.

– Bien -dijo Knutas.

Aliviado por el hecho de que la conversación hubiera terminado. Se levantó y se situó al lado de la ventana. No se atrevía casi ni a mirarla. Se quedaron un rato en silencio.

– ¿Te cuento lo que he descubierto? -le preguntó Karin.

– Sí, cuéntamelo.

– Durante el fin de semana he estado investigando la relación existente entre Nils Dardel y Muramaris. La escultura que apareció en Waldemarsudde tras el robo es una réplica, el original está en el jardín de Muramaris, y quería averiguar si Dardel tuvo algún vínculo con ese lugar.

– Bien pensado -murmuró Knutas entre dientes.

– Escucha, las cosas son así, ¿sabes? -prosiguió Karin impaciente, al tiempo que se inclinaba hacia delante y lo miraba con intensidad-. ¿Sabías que el pintor era homosexual?

– Sí, algo he oído; pero ¿no estaba casado?

– Sí, se casó con Thora Klinckowström y tuvieron una hija, Ingrid. Dardel mantuvo varias relaciones formales con mujeres. Sin ir más lejos, estuvo prometido en secreto con Nita Wallenberg antes de conocer a Thora, pero la relación se rompió porque al padre de ella no le pareció un buen partido para su hija. Los rumores acerca de su alcoholismo, homosexualidad y decadentismo empezaron a circular ya entonces, es decir, en 1917, cuando sólo tenía veintinueve años. Pero al mismo tiempo que se enamoraba de mujeres también había hombres en su vida. Mantuvo una larga relación homosexual, relativamente abierta, con su amigo y benefactor Rolf de Maré, hijo único de Ellen, una de las hijas de la condesa Wühelmma von Hallwyl.

– ¿Ah, sí? ¿Y qué tienen que ver con Gotland las inclinaciones sexuales de Dardel?

Knutas parecía cansado; aquello no era tan interesante como se había imaginado. A Karin le brillaban los ojos. No era difícil advertir que le fascinaba la vida del artista.

– Espera, verás. Lo que pasó es lo siguiente. ¿Has oído hablar de Wilhelmina von Hallwyl, la archicondesa que mandó construir el Palacio Hallwylska de Estocolmo?

– No, nunca he oído hablar de eso.

– Está en la calle Hamngatan, frente al restaurante Berns y el parque Berzelii, al lado de la plaza de Norrmalmstorg. Un lugar maravilloso. La condesa era riquísima, y dedicó su vida a coleccionar los objetos que se exponen allí: arte, plata, porcelana oriental, cerámica… Creo que hay más de cincuenta mil objetos. La noble donó toda la colección y el palacio al Estado. Sólo tienes que visitarlo la próxima vez que vayas a Estocolmo -expuso Karin entusiasmada-. Escucha, la historia es francamente increíble. La condesa Von Hallwyl tuvo cuatro hijas; una de ellas era Ellen, que se casó con Henrik de Maré, un militar de alta graduación. Tuvieron un hijo, Rolf, y se trasladaron a Berlín, donde Henrik fue nombrado agregado militar. El hijo necesitaba un preceptor, y entonces Ellen contrató a un hombre joven que se llamaba Johnny Roosval. El caso es que Ellen y Johnny se enamoraron perdidamente. Él era doce años más joven que ella y un donnadie, mientras ella era una dama de la alta nobleza. Es decir, se daban todos los ingredientes de un drama clásico. Ellen se saltó los convencionalismos sociales: ¡se divorció del militar de alta graduación y se casó con el joven Johnny Roosval!

Karin dio una palmada satisfecha, mientras que Knutas continuaba perplejo.

– Sí, pero ¿y Gotland? -preguntó agotado.

– Sí, sí, ya llegaremos a ello. Naturalmente, aquello supuso un gran escándalo. ¡Recuerda que esto sucedió en 1910! La condesa rompió totalmente con su hija y le quitó al nieto, Rolf de Maré. Pero Ellen y Johnny estaban muy enamorados y se construyeron la casa de sus sueños en Gotland; estamos hablando de Muramaris. El edificio estuvo terminado en 1915 y Ellen mandó construir una casita de verano para su hijo; el edificio aún se conserva, y se conoce como la casa de verano de Rolf de Maré. Ellen, que era pintora y escultora, trabajó en Muramaris. Fue ella quien esculpió la mayoría de las esculturas que hay en el jardín. Johnny Roosval progresó con el tiempo y llegó a convertirse en el primer profesor sueco de historia del arte. Con ello se le abrieron las puertas de los refinados salones y, ¿adivinas lo que ocurrió después? Pues que la malhumorada condesa Von Hallwyl perdonó a Ellen y ésta pudo reanudar el contacto con su hijo. De manera que Rolf de Maré pasó mucho tiempo en Muramaris durante el verano y ¿sabes quién lo acompañaba con frecuencia? Nils Dardel, que llegó incluso a diseñar el jardín de Muramaris; como sabrás, hay allí un jardín barroco precioso. Y está en un sitio tan bonito, justo al lado del mar… ¿A que es una historia muy romántica?

Satisfecha, volvió a apoyar la espalda en el respaldo de la silla y al fin dio un sorbo al café, que para entonces ya estaba frío.

– ¡Pues no es un mal relato! -respondió Knutas, agradecido de que por fin hubiera terminado-. Así que ese es el vínculo entre Nils von Dardel y Muramaris. Pero, por todos los demonios, ¿qué tiene eso que ver con Egon Wallin?

– No sé, pero ha sido muy entretenido leer acerca de él, de Dardel, quiero decir. Fue un personaje muy interesante, una figura compleja -dijo Karin, soñadora.

Pensando que por aquella mañana ya había tenido más que suficiente de Nils Dardel, el comisario apuró el café y se levantó.

– Muy buen trabajo, Karin. Es hora de ir a la reunión. Luego, seguramente me acercaré hasta Muramaris.

No se atrevió a confesarle que nunca había puesto un pie en aquel lugar, pese a haber pasado por el lado del letrero miles de veces al ir a su casa de verano o al regresar de ella.

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