Entre una entrevista y otra, Pia y Johan se detuvieron en la redacción de Noticias Regionales en busca de baterías para la cámara y, de paso, echar un vistazo a las últimas noticias. Johan recibió un sms cuando iba a encender el ordenador: Sí, quiero. Y pronto.
Se quedó sentado en la silla mirando fijamente el mensaje con una sonrisa bobalicona en los labios.
– ¿Qué pasa? -le preguntó Pia, al advertir que se había quedado embobado.
Johan le acercó el móvil sin decir nada. Ella leyó el sms, pero pareció desconcertada.
– ¿Qué significa esto?
– Que Emma quiere. -Se volvió hacia Pia-. ¡Que quiere! -gritó alegre-. ¿Entiendes? ¡Que ella está dispuesta! ¡Por fin!
La filmadora se quedó de una pieza cuando la levantó de la silla, le dio un abrazo y se puso a bailar con ella.
– Pero ¿que quiere qué? ¿Qué quiere exactamente?
Entonces se le encendió la bombilla y comprendió de qué iba la cosa.
– ¿De veras? ¿En serio? ¿Quiere que os vayáis a vivir juntos, que os deis el sí en serio?
– Sí -gritó Johan-. ¡Síí!
Algunos colegas de la radio aparecieron en el vano de la puerta y preguntaron qué pasaba. El grito de alegría de Johan se había oído en toda la redacción.
Pia agarró el móvil otra vez.
– Y pronto, dice aquí. ¿Cómo que pronto? ¿Qué significa eso?
– Ni idea, pero estoy dispuesto a casarme mañana mismo si hace falta. ¡Joder, qué bien!
Johan vio para sus adentros una serie de imágenes que pasaban a toda velocidad. En la iglesia al lado de Emma, con todos sus familiares y amigos; el gran banquete de boda y Emma, vestida con un romántico vestido blanco, cortando la tarta nupcial; Emma con pantalones de tirantes, pañuelo en la cabeza y una buena barriga esperando a su segundo hijo; en la cocina horneando sin prisa un bizcocho mientras Elin juega en el suelo; de veraneo en alguna parte con Emma y los niños; reuniones de padres en la escuela; y ambos ya mayores comprando primero una casita de verano y luego, sentados en el porche, cada uno con su taza de café observando a los nietos jugando en el césped. Se acercó al galope a los colegas de la emisora local y los abrazó antes de abalanzarse sobre el teléfono para llamar a Emma.
Emma parecía sofocada y se oía cómo Elin gorjeaba y parloteaba al fondo.
– ¿Es verdad? ¿Quieres? -gritó alborozado.
Emma se rio.
– Sí, quiero, claro que quiero.
– Bueno, pero esto es una locura. No, quiero decir, ¡es maravilloso, cariño! Recojo mis cosas y me mudo hoy mismo, ¿te parece bien?
– Sí, hazlo -dijo ella entre risas-. Así viviremos juntos inmediatamente.
– Iré en cuanto terminemos esta tarde.
– Llámame cuando salgas.
– Besos y abrazos.
– Besos. Adiós.
– Adiós…
Colgó el auricular con cuidado, sin atreverse a creer del todo lo que acababa de oír. ¿Había dicho realmente sí, después de tanto titubeo y tanta vacilación? Apenas podía creerlo. Miró fijamente a Pia, que tenía lágrimas en los ojos.
– ¿Lo dice en serio? -preguntó.
– Pues claro que sí -afirmó Pia sonriente-. Lo dice muy en serio, Johan.