Capítulo 68

Aquella información en la televisión lo hizo estremecerse de tal manera que a punto estuvo de derramar el café que tenía en la taza. Desde luego, lo esperaba. Antes o después se conocería la relación, con eso ya contaba. Pero no tan pronto. Observó al reportero que estaba allí, con Muramaris, al fondo; lo conocía de otras veces. Le molestó su forma de hablar, tan prepotente, a pesar de que no tenía ni puñetera idea de lo que se trataba.

Como si no tuviese bastante con la policía pisándole los talones, ahora tenía que preocuparse también por los periodistas. Había algo en la expresión del tipo de la tele que despertaba en él la irritación. ¿Quién cojones se creía que era? Ahora aparecía su nombre en la pantalla; ah, sí, se llamaba Johan Berg.

Aquella tarde no veía la televisión solo, y tuvo que esforzarse para no mostrar su irritación. Debía mantener la compostura. Eso era casi lo más duro de todo el plan. Hacer como si nada ocurriese, actuar como si todo fuera como de costumbre… cuando le habría gustado gritarle al resto del mundo lo que hacía y por qué lo hacía. Aquellos dos segundos habían quedado prendidos en su interior y el dolor no desaparecería en tanto no concluyera lo que se había propuesto. Sólo entonces podría sentirse hombre. Cuando hubiese lavado la mierda. Limpiado todo. Entonces podrían empezar de nuevo y todo iría bien.

Aquel día había entrenado en el gimnasio más tiempo del habitual. Le parecía que cuanto más entrenaba, mejor control tenía de sí mismo. De alguna manera, le servía para dar salida a la frustración, la ansiedad y las dudas que sentía. Al contemplar su cuerpo en los incontables espejos de la sala de musculación, se sentía reforzado; la imagen del espejo no dejaba lugar a dudas: sería capaz de ejecutar su plan. Nadie lo iba a detener. Ni la policía, ni ningún reportero engreído, que creía ser alguien por el mero hecho de salir en la pantalla de televisión. Menudo imbécil. Que se atreviera a provocarlo, si tenía valor.

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