Capítulo 41

El sábado, a Knutas le despertó el teléfono. Enseguida reconoció la voz impaciente de Sohlman en el otro extremo.

– Hemos localizado el que creemos que es el lugar del crimen.

Knutas se despejó al instante.

– ¿De verdad? ¿Dónde?

– Junto a Kärleksporten. Creo que tienes que venir aquí.

– Está bien, estaré ahí dentro de un cuarto de hora.

Saltó de la cama y se fue a la ducha. Line se incorporó somnolienta extendiendo los brazos hacia él entre las sábanas.

– ¿Qué pasa? -murmuró cansada.

– Pasan cosas. Tengo que salir. -Le dio un beso en la frente y se despidió-: Te llamaré luego.

Bajó la escalera que conducía al piso interior de varias zancadas. Tenía el tiempo justo de comerse un bocadillo, pero el café debería esperar, lo cual suponía un sacrificio casi insoportable. El café era su elixir de vida, lo que le despejaba cada mañana.

Condujo hasta el puerto tan deprisa como pudo y avanzó en paralelo a la muralla hasta la pequeña abertura llamada Kärleksporten (La Puerta del Amor), en el lado oeste de la muralla. Cuando llegó, ya estaba acordonada una zona bastante amplia.

– ¿Qué ha pasado? -le preguntó a Sohlman, que a su llegada estaba mirando a través de la Puerta.

– Un testigo ha encontrado esto esta mañana.

Sohlman le mostró una bolsa de plástico con una cartera de piel negra.

– No falta nada, de modo que podemos descartar definitivamente la hipótesis del robo.

– La cartera de Wallin -constató Knutas.

– Debió de perderla en el altercado que se produjo cuando fue asaltado. Hay varios indicios que llevan a suponer que fue asesinado aquí. Hemos encontrado salpicaduras de sangre en la muralla y la colilla de un cigarrillo de la misma marca que la aparecida donde se halló el cuerpo, Lucky Strike. Es una marca poco habitual, al menos aquí en Gotland.

– ¿Ningún rastro del móvil?

– Lamentablemente, no.

– Hasta aquí también se puede llegar en coche -comentó Knutas, y observó el suelo a su alrededor-. Pero, claro, ya no se apreciarán apenas las roderas.

– No estés tan seguro. No ha nevado desde la noche del asesinato y por aquí casi nunca pasan coches. Al menos en invierno. A lo mejor tenemos suerte.

– Lo más probable es que lo siguiera hasta aquí desde la calle Snäckgärdsvägen. La cuestión es saber dónde iba. Que se dirigía a la ciudad es evidente, pero ¿adónde?

– Tenía que haber acordado una cita con alguien. En un restaurante que esté abierto hasta tarde los sábados por ía noche o en un hotel. Me cuesta creer que quedara en otro sitio.

– A no ser que hubiera quedado en casa de alguien -apuntó el comisario-. Puede que fuera a reunirse en secreto con alguien de aquí.

– Suponiendo que no fuera a reunirse con el propio asesino.

– Efectivamente, esa es otra posibilidad, ya lo creo.

Knutas lanzó un suspiro.

– Sea como fuere, es excelente que hayamos encontrado el lugar en que se produjo el crimen. ¿Dónde está el testigo?

– En la comisaría para ser interrogado. Nosotros, de momento, vamos a seguir trabajando.

– Está bien. Yo voy a convocar a una reunión a todos los que puedan asistir esta tarde. Espero que podamos hacer esto ahora con discreción para que no se nos echen encima los medios de comunicación.

– Será difícil -objetó Sohlman-. Tenemos que mantener acordonada durante casi todo el día un área bastante amplia. Espero que logremos averiguar exactamente cuáles fueron sus movimientos.

– Tengo la impresión de que el asesino conoce bastante bien el lugar -reflexionó el comisario, pensativo-. ¿Y si realmente estuviéramos buscando a un vecino de la isla?


Ya en comisaría, llamó a Line y le explicó que iba a tener que pasar fuera de casa la mayor parte del día.

Si bien había deseado disfrutar de unos días libres, era agradable que por fin ocurriera algo. En cuanto una investigación quedaba parada unos días, empezaba a desesperarse. La impaciencia no había hecho sino aumentar con los años.

No pasó mucho tiempo antes de que Sohlman llamara. Estaba de vuelta en la comisaría para proceder al análisis pericial del contenido de la cartera de Egon Wallin.

– ¿Puedes bajar aquí?

– Por supuesto.

Descendió a toda prisa la escalera que conducía a la sección de investigación pericial, situada en la planta baja.

Sohlman había esparcido el contenido de la cartera en una mesa con un potente tubo fluorescente encima.

– Parece que no falta nada: están las tarjetas de crédito, las de visita, el dinero y los vales de regalo. Había caído en un hoyo y estaba cubierta por la nieve, así que no es de extrañar que no la haya encontrado nadie antes.

– ¿Crees que la ha manoseado mucho el testigo?

– Es un señor mayor que había salido con su perro, Jycksen. El animal la desenterró de debajo de la nieve. El testigo vio inmediatamente por el permiso de conducir que pertenecía a Egon Wallin y tuvo el sentido común de dejarla en el suelo y llamarnos. Además, llevaba los guantes puestos. Había visto por la televisión cómo hay que actuar. Luego se quedó allí vigilando la cartera hasta que llegamos nosotros. Tenemos que estar agradecidos a todas las series policíacas que ponen en la televisión. Ahora bien, que no conserve ninguna huella dactilar después de estar tanto tiempo a la intemperie, eso ya es otro tema.

– ¿Qué has encontrado?

– Mira, hay algo que me pregunto qué será.

Tomó con unas pinzas un papel que había sobre la mesa. Era un post it amarillo en el que alguien había escrito cuatro números.

– Un código, sin duda -dijo Knutas-. ¿No será la clave de su tarjeta?

– Parece bastante imprudente tenerlo anotado tan visible y tan a mano en la cartera junto con la tarjeta -desechó Sohlman-. Por supuesto que hay gente que comete semejante majadería, pero a mi parecer eso no encaja con la personalidad de Wallin.

– Tienes razón. Debe de tratarse de otra cosa. ¿Tienen algún código para la puerta de la galería? Por si se da el caso de que uno no tenga llaves y esté cerrada.

Sohlman lo miró escéptíco.

– Wallin ha dirigido esa galería durante veinticinco años. Iba a ella a diario. Aunque hubieran cambiado recientemente el código, debería sabérselo de memoria.

– En cualquier caso, tendremos que comprobar todas las alternativas imaginables. Le pediré a Kihlgård que se encargue de ello. Así tendrá algo más en que pensar, no sólo en comer.

Загрузка...