Capítulo 92

El interrogatorio de David Mattson se realizó acto seguido. La impresionante corpulencia del sospechoso parecía aún mayor en la estrecha sala donde fue interrogado. Se sentó delante de Knutas, quien se hizo cargo personalmente del interrogatorio. Karin, que asistía en calidad de testigo, se mantuvo en un segundo plano.

Ahora se encontraba frente a frente con el asesino al que llevaba persiguiendo más de un mes. Tenía una sensación de irrealidad. Así que aquél era su aspecto. El asesino que atacó a sus víctimas por la espalda con una cuerda de piano, que colgó a un hombre en una Puerta de la muralla de Visby y luego cargó con el cuerpo de otro hasta la tumba de la primera víctima… El que, en un golpe de audacia, robó un cuadro en Waldemarsudde. La pregunta que eclipsaba todas las demás era: ¿por qué? ¿Por qué había cometido aquellos horrendos asesinatos? ¿Qué había detrás de todo aquello? ¿Había matado también a su padre? Knutas quería una explicación, pero primero necesitaba obtener respuesta a la pregunta más urgente: ¿dónde estaba la pequeña Elin?

Mientras conectaba la grabadora y ordenaba sus papeles, observó a David Mattson. Llevaba pantalones vaqueros y un jersey, y estaba sentado con las piernas abiertas y las manos cruzadas. Así pues, aquel era el rostro del asesino, un chico de veintitrés años que vivía con su novia en un barrio del norte de Estocolmo y estudiaba en la universidad.

Su nombre no aparecía en ninguno de los registros de la policía.

Knutas y Karin hicieron todo lo posible para que confesara dónde estaba Elin, pero todo parecía inútil. David estaba cerrado en su razonamiento. Pensaba que Johan fue quien informó a la policía de su cita, con lo cual había incumplido su promesa. Por eso se negaba a revelar lo que había hecho con la hija del «chivato». No hubo modo de convencerlo, por más que la policía trató de explicarle que Johan era inocente, que había sido Emma quien les había contado dónde iba a tener lugar el encuentro.

Por otra parte, pronto se comprendió que David ignoraba la muerte de su padre. En mitad del interrogatorio llegó también el informe preliminar del forense, donde se decía que todo apuntaba a que Erik Mattson había muerto de una sobredosis de cocaína.

Wittberg convocó a Karin y Knutas, quienes suspendieron el interrogatorio por un minuto, y les comunicó escuetamente el resultado.

– Hay algo que debemos contarte, David -manifestó Karin cuando volvieron a la sala donde tenía lugar el interrogatorio.

David Mattson apenas alzó la mirada. Ceñudo, se contemplaba fijamente las rodillas con las manos cruzadas. Había respondido con monosílabos a las preguntas y no dejó de pedir agua fresca sin cesar. Karin ya había llenado varias veces la jarra que tenía encima de la mesa.

– Tu padre ha muerto.

David alzó la cabeza lentamente.

– Mientes.

– Por desgracia, no es así. Lo han encontrado esta mañana en su piso. Yacía muerto en la cama y, según el informe del forense, murió de una sobredosis de cocaína. También hemos encontrado El dandi moribundo colgado encima de la cama, como también tus huellas dactilares en la tela.

David Mattson se la quedó mirando fijamente un rato, sin comprender. El silencio se podía cortar en la sala. Knutas se preguntó si había sido sensato contarle lo de la muerte de su padre, antes de conseguir sacarle qué había hecho con Elin.

– ¿Cuándo fue la última vez que viste a Erik? -le preguntó Karin.

– El sábado por la noche -respondió en voz baja-. Cené allí. Le hice un regalo. Hablamos largo y tendido. Después, mi padre se enfadó y me fui de allí…

Se le ahogó la voz. Su rostro cambió por completo. La máscara dura y distante se quebró en un instante y, sin decir palabra, el corpulento David se derrumbó sobre la mesa.

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