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Todo se me ha vuelto insoportable, excepto la vida: la oficina, la casa, las calles; hasta lo contrario, /si lo tuviese/, me sobresalta y me oprime; sólo lo contiguo me alivia. Sí, algo de todo esto es suficiente para consolarme. Un rayo de sol que entra eternamente en la oficina muerta; un pregón disparado que sube rápido hasta la ventana de mi cuarto; la existencia de gente; el existir del clima y el cambio de tiempo, la asombrosa objetividad del mundo…

El rayo de sol ha entrado de repente para mí, que lo he visto de repente… Era, sin embargo, un trazo de luz agudo, casi sin color cortando a cuchillo desnudo el suelo negro y maderoso, avivando, alrededor de donde pasaba, los clavos viejos y los surcos de entre las tablas, negras pautas de lo no-blanco.

Durante minutos seguidos he seguido el efecto insensible de la penetración del sol en la oficina tranquila… ¡Ocupaciones de cárcel! Sólo los enclaustrados ven así moverse al sol, como quien mira a las hormigas.

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