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La ladera lleva al molino, pero el esfuerzo no lleva a nada. Era una tarde de otoño, cuando el cielo tiene un calor frío [355], muerto, y hay nubes que sofocan la luz entre cobertores de lentitud.

Sólo dos cosas me ha concedido el Destino: unos libros de contabilidad y el don de soñar.

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