330

Vivir del sueño y para el sueño, deshaciendo el universo y recomponiéndolo (distraídamente) confiere más apego a nuestro momento de soñar. Hacer esto consciente, muy conscientemente, concede la inutilidad y (…) de hacerlo. Ignorar la vida con todo el cuerpo, perderse en la realidad con todos los sentidos, abdicar del amor con toda el alma. Llenar de arena vana los cántaros de nuestra ida a la fuente y verterlos para volver a llenar y verter, futilísimamente.

Tejer guirnaldas para, una vez terminadas, deshacerlas totalmente y minuciosamente.

Coger pinturas y mezclarlas en la paleta sin tela ante nosotros en la que poder pintar. Mandar traer piedra para burilar sin tener buril ni ser escultor. Hacer de todo un absurdo, perfeccionar haciéndolas fútiles todas nuestras estériles horas [314]. Jugar a escondidas con nuestra conciencia de vivir.

Esculpir en silencio nulo todos nuestros sueños de hablar. Estancar en torpor todos nuestros pensamientos en acción.

Oír a las horas decirnos que existimos con una sonrisa encantada e incrédula. Ver al Tiempo pintar el mundo y encontrar al cuadro, no sólo falso, sino hueco [315].

Pensar en frases que se contradigan, hablando alto con sonidos que no son sonidos y colores que no son colores. Decir y comprenderlo, lo que es además imposible -que tenemos conciencia de no tener conciencia, y que no somos lo que somos. Explicar todo esto mediante un sentido oculto y paradoja que las cosas tengan en su aspecto otro-lado y divino, y no creer demasiado en la explicación para que no tengamos que abandonarla. Y sobre todo esto, como un cielo uno y azul, el horror de vivir paria y enajenadamente.

Pero los paisajes soñados son apenas humos de paisajes conocidos y el tedio de soñarlos también es casi tan grande como el tedio de mirar al mundo.

(Posterior a 1913.)

Загрузка...