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Todo esfuerzo, cualquiera que sea el fin hacia el que tienda, sufre, al manifestarse, los desvíos que la vida le impone; se convierte en otro esfuerzo, sirve a otros fines, consuma a veces exactamente lo contrario de lo que pretendía realizar. Sólo un bajo fin merece la pena, porque sólo un bajo fin se puede realizar enteramente. Si quiero emplear mis esfuerzos en amasar una fortuna, podré en cierto modo amasarla; el fin es bajo, como todos los fines cuantitativos, personales o no, y es alcanzable y verificable. ¿Pero cómo he de efectuar el intento de servir a la patria, o engrandecer la cultura humana, o mejorar a la humanidad? Ni puedo tener la certeza de los procedimientos, ni la verificación de los fines; (…)

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