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La mayoría de los hombres vive con espontaneidad una vida ficticia y ajena. La mayoría de la gente es otra gente, dijo Oscar Wilde, y dijo bien. Unos gastan la vida en busca de algo que no quieren; otros la emplean en buscar lo que quieren y no les sirve; otros todavía se pierden (…).

Pero la mayoría es feliz y disfruta de la vida sin que eso cuente. En general, el hombre vive poco y, cuando se queja, es su literatura. El pesimismo goza de poca viabilidad como fórmula /democrática/. Los que lloran el mal del mundo son los aislados -no lloran más que el propio. ¿Un Leopardi, un Antero [342] no tienen amado o amante? El universo es un mal. ¿Un Vigny es mal o poco amado? El mundo es una cárcel. ¿Un Chateaubriand sueña más de lo posible? La vida humana es tedio. ¿Un Job está cubierto de ampollas? La tierra está cubierta de ampollas. ¿Le pisan los callos al triste? Ay de los pies de los soles y las estrellas.

Ajeno a todo esto, y llorado sólo lo preciso, y en el menos tiempo que puede, cuando se le muere el hijo al que olvidará al correr de los años, salvo en los aniversarios… […]

La vitalidad recupera y reanima. Los muertos se quedan enterrados […]

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