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El poniente está esparcido por las nubes sueltas separadas que tiene todo el cielo. Reflejos de todos los colores, reflejos suaves, llenan las diversidades del aire alto, flotan ausentes en las grandes angustias de la altura. Por las cumbres de los tejados erguidos, mediocolor, mediosombras, los últimos rayos lentos del sol que se va adquieren formas de color que no son suyas ni de las cosas en que se posan. Hay un vasto [205] sosiego por cima del nivel ruidoso de la ciudad que también se va sosegando. Todo respira más allá del color y del sonido, con una inspiración honda y muda.

En las cosas coloridas que el sol no ve, los colores empiezan a adquirir tonos de su color ceniciento. Hay frío en las diversidades de esos colores. Duerme una pequeña inquietud en los valles falsos de las calles. Duerme y sosiega. Y poco a poco, en las más bajas de las nubes altas, comienzan a ser de sombra los reflejos; sólo en aquella nubécula, que planea águila blanca por cima de todo, el sol conserva, de lejos, su oro que ríe.

Todo cuanto he buscado en la vida, yo mismo he dejado de buscarlo. Soy como alguien que buscase distraídamente lo que, en el sueño entre la busca, olvidó ya lo que era. Se vuelve más real que la cosa buscada ausente el gesto presente [206] de las manos visibles que buscan, revolviendo, apartando, colocando; y existen blancas y largas, con cinco dedos cada una, exactamente.

Todo cuanto he tenido es como este cielo alto y diversamente el mismo, harapos de nada tocados por una luz distante, fragmentos de falsa vida que la muerte dora desde lejos, con su sonrisa triste de verdad entera. Todo cuanto he tenido, sí, ha sido el no haber sabido buscar, señor feudal de pantanos por la tarde, príncipe desierto de una ciudad de túmulos vacíos.

Todo cuanto soy, o cuanto he sido, o cuanto pienso de lo que soy o he sido, todo esto pierde de repente -en estos pensamientos míos y en la pérdida súbita de luz de la nube alta- el secreto, la verdad, la ventura tal vez, que hubiese en no sé qué que la vida tiene por debajo. Todo esto, como un sol que falta, es lo que me queda, y sobre los tejados altos, diversamente, la luz deja escurrir sus manos de cascada, y surge a la vista, en la unidad de los tejados, la sombra íntima de todo.

Vaga gota trémula, clarea a lo lejos la primera estrella.


7-10-1931.

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