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En la perfección clara del día se estanca sin embargo el aire lleno de sol. No es la presión presente de la tormenta futura, malestar de los cuerpos involuntarios, vago empañado del cielo azul de veras. Es el torpor sensible de la insinuación del ocio, pluma que roza leve la faz adormecida. Es estío pero verano. Le apetece el campo hasta a quien no le gusta.

Si yo fuera otro, pienso, éste sería para mí un día feliz, pues lo sentiría sin pensar en él. Concluiría con una alegría de anticipación mi trabajo normal: el que me resulta monótonamente normal todos los días. Tomaría el tranvía para Bemfica con amigos citados. Comeríamos en pleno fin de sol, entre las huertas. La alegría en que estaríamos sería parte del paisaje, y por todos cuantos nos viesen reconocida como de allí.

Como, sin embargo, soy yo, disfruto un poco lo poco que es imaginarme ese otro. Sí, luego él-yo, bajo el emparrado o árbol, comerá el doble de lo que sé comer, beberá el doble de lo que me atrevo a beber, reirá el doble de lo que puedo pensar en reír. Luego él, yo ahora. Sí, un momento he sido otro: he visto, he vivido, en otro, esa alegría humilde y humana de existir como animal en mangas de camisa. ¡Gran día el que me ha hecho soñar así! Es todo azul y sublime en lo alto como mi sueño efímero de ser dependiente de comercio con añoranza de no sé qué vacaciones de fin de día [178].


2-7-1932.

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