Como los días en que la tronada se prepara y los ruidos de la calle hablan alto con una voz solitaria.
La calle se fruncía de luz intensa y pálida y la negrura sucia [79] tembló, de este a oeste del mundo, con un estruendo de reventones ecoantes… La tristeza dura de la lluvia bruta empeoró al aire negro de intensidad fea. Frío, tibio, caliente -todo al mismo tiempo-, el aire estaba equivocado en todas partes. E, inmediatamente, por la amplia sala, una cuña de luz metálica abrió brecha en los reposos de los cuerpos humanos y, con el sobresalto helado, un pedrizal de sonidos golpeó en todas partes, destrizándose en un solo silencio grande [80]. El sonido de la lluvia disminuye como una voz de menos peso. El ruido de las calles ha disminuido angustiosamente. Una nueva luz, de un amarillento rápido, entolda la negrura sorda, pero ha habido ahora una respiración posible antes que el puño [81] del son trémulo ecoase súbito desde otro punto; como una despedida malhumorada, empezaba a no estar aquí.
con un susurro arrastrado y acabado, sin luz en la luz que aumentaba, el temblor de la tronada se calmaba [82] en las anchas lejanías -rodaba [83] en Almada [84]…
Una súbita luz formidable se astilla (…) Todo se ha parado de repente. Los corazones se han parado un momento. Todos son personas muy sensibles. El silencio aterra como si hubiera muerte. El sonido de la lluvia que aumenta, alivia como lágrimas de todo [85]. Hay plomo.