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El dinero es bello, porque es una liberación.

Querer ir a morir a Pequín y no poder es una de las cosas que pesan sobre mí como la idea de un futuro cataclismo.

Los compradores de cosas inútiles siempre son más sabios de lo que se creen: compran sueños pequeños. Son niños en el adquirir. Todos los pequeños objetos inútiles cuya provocación al saber que se tiene dinero hace comprarlos, los poseen en la actitud feliz de un niño que coge conchas en la playa -imagen que más que ninguna otra muestra toda la felicidad posible. ¡Coge conchas en la playa! Nunca hay dos iguales para el niño. Se duerme con las dos más bonitas en la mano, y cuando se las pierden o las tiran -¡un crimen! ¡robarle trozos exteriores del alma! ¡arrancarle pedazos de sueño!-, lloran como un Dios a quien han robado el universo recién creado.

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