El entusiasmo es una grosería.
La expresión del entusiasmo es, más que nada, una violación de los derechos de nuestra insinceridad.
Nunca sabemos cuándo somos sinceros. Quizás no lo seamos nunca. Y aunque seamos sinceros hoy, mañana podemos serlo por todo lo contrario.
En cuanto a mí, no he tenido convicciones. He tenido siempre impresiones. Nunca podría odiar una tierra en que hubiese visto un ocaso escandaloso.
Exteriorizar impresiones es más persuadirnos de que las tenemos que tenerlas.