56 tormenta

Este aire bajo de nubes paradas. El azul del cielo estaba sucio de blanco transparente.

El mozo, al fondo de la oficina, suspende durante un minuto el cordel alrededor del bulto eterno…

«Qué […] hace», comenta estadísticamente [108].

Un silencio frío. Los ruidos de la calle como si fueran cortados a cuchillo. Se ha sentido, prolongadamente, como un malestar de todo, un suspender cósmico de la respiración. Se ha parado el universo entero. Momentos, momentos, momentos. La tiniebla se ha encarbonado de silencio.

Súbitamente, acero vivo, (…)

¡Qué humano era el campanillazo metálico de los tranvías!

¡Qué paisaje alegre la simple lluvia en la calle resucitada del abismo!

¡Oh Lisboa, hogar mío!

¿1930?

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