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Todo hombre de hoy en quien la estatura moral y el relieve intelectual no sean de pigmeo o de paleto, ama, cuando ama, con amor romántico. El amor romántico es un producto extremo de siglos sobre siglos de influencia cristiana; y, tanto cuanto a su substancia, como cuanto a la secuencia de su desarrollo, puede ser dado a conocer a quien no lo perciba comparándolo con una veste, o traje, que el alma o la imaginación fabricasen para vestir con él a las criaturas, que acaso parezca, y el espíritu crea, que les cae bien.

Pero todo traje, como no es eterno, dura tanto cuanto dura; y en breve, bajo la veste del ideal que formamos, que se deshace, surge el cuerpo real de la persona humana, en quien lo vestimos.

El amor romántico, por lo tanto, es un camino de desilusión. Sólo no lo es cuando la desilusión, aceptada desde el principio, decide variar de ideal, tejer constantemente, en los talleres del alma, nuevos trajes con que constantemente se renueve el aspecto de la criatura por ellos vestida.


238 un día (zigzag)

¡No haber sido Madame de harén! ¡Qué pena me da de mí por no haberme sucedido esto!

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