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Octubre de 2007


Siempre le pasaba lo mismo, maldita sea. Toda la confianza que sentía Roy Grace antes de dirigirse a este lugar impresionante lo abandonaba cuando llegaba.

Mailing House, la central de la policía de Sussex, tan sólo estaba a quince minutos en coche de su despacho, pero en cuanto a ambiente, pertenecía a un planeta distinto. Le daba la impresión de estar en un universo totalmente diferente, pensó mientras cruzaba la barrera levantada de la verja de seguridad.

Se hallaba en un complejo de edificios a las afueras de Lewes, la capital del condado de East Sussex, y albergaba la administración y dirección de los cinco mil agentes y empleados que integraban el cuerpo de policía de Sussex.

Dos edificios ocupaban un lugar destacado. Uno era una estructura futurista de cristal y ladrillo de tres pisos que acogía el centro de control y la oficina de registros e investigación criminal, así como la mayor parte del equipo informático del cuerpo. El otro, una mansión imponente de ladrillo rojo estilo reina Ana que en su día había sido una casa solariega privada y ahora formaba parte de la lista de edificios de interés arquitectónico de Gran Bretaña, era el que había dado nombre a la central.

La mansión se erigía con orgullo a pesar de estar junto a una extensión destartalada de aparcamientos, viviendas prefabricadas de una planta, estructuras bajas y modernas y un edificio oscuro sin ventanas, con una chimenea alta que a Grace siempre le recordaba a una fábrica textil de Yorkshire. Dentro se encontraban los despachos del director, el director adjunto y los subdirectores, uno de los cuales era Alison Vosper, además de sus equipos de apoyo y varios agentes más que trabajaban ¡temporal o permanentemente fuera de estas oficinas.

Grace encontró una plaza de aparcamiento para su Alfa Romeo y se dirigió al despacho de Alison Vosper, situado en la planta baja de la mansión, en la parte delantera. La ventana de guillotina grande daba a un sendero de gravilla y a un césped circular.

Debía de ser agradable trabajar en una sala como aquélla, pensó, en este oasis de calma, lejos de los espacios abarrotados y sin personalidad de Sussex House. A veces creía que quizá podría gustarle tener esa responsabilidad y la sensación de poder que la acompañaba, pero luego siempre se preguntaba si sabría llevar bien el politiqueo, en especial la maldita corrección política insidiosa que obligaba a los jefes a doblegarse ante muchas más cosas que los rangos.

La subdirectora podía ser tu mejor amiga un día y tu peor enemiga al siguiente. Ahora, delante de su mesa, a Grace le pareció que hacía mucho tiempo que sólo era lo último, acostumbrado al hecho de que rara vez invitaba a las visitas a sentarse para acortar las reuniones e ir al grano.

Hoy esperaba con todas sus fuerzas que no le invitara a sentarse. Quería transmitirle su enfado de pie, con la ventaja de la altura.

Vosper no le decepcionó.

– ¿Sí, Roy? -le dijo mientras le lanzaba una mirada fría y severa.

Y Grace notó que temblaba, como si estuviera en el colegio y le hubieran llamado al despacho del director.

La subdirectora Alison Vosper, de cuarenta y pocos años, rubia, pelo corto y escaso, con un peinado conservador y rostro duro pero atractivo, no estaba nada contenta esta mañana. Llevaba un traje chaqueta azul oscuro y camisa blanca recién planchada y estaba sentada detrás de su cara mesa de palisandro bien ordenada con cara de enfado.

Grace siempre se había preguntado cómo sus superiores podían tener sus despachos -y sus mesas- tan ordenados. Durante toda su carrera, los espacios donde había trabajado habían sido vertederos: depósitos de expedientes desparramados, cartas por contestar, bolígrafos perdidos, facturas de viajes y bandejas de salida que habían perdido hacía tiempo la lucha por seguir el ritmo a las bandejas de entrada. Llegar a la cima, había decidido en su día, requería cierta habilidad para gestionar el papeleo y él carecía de ese gen.

Se rumoreaba que Alison Vosper había sido operada de cáncer de mama hacía tres años. Pero Grace sabía que no pasaría de eso, de ser un simple rumor, porque la subdirectora había construido una muralla a su alrededor. Sin embargo, debajo de su caparazón de policía dura había cierta vulnerabilidad con la que Grace conectaba. Había que reconocer que no era nada fea y que a veces esos ojos marrones irascibles brillaban con humor y casi le parecía que coqueteaba con él. No era el caso esta mañana.

– Gracias por recibirme, señora.

– Tengo cinco minutos literalmente.

– De acuerdo.

«Mierda.» Su confianza ya empezaba a desmoronarse.

– Quería hablarle sobre Cassian Pewe.

– ¿El comisario Cassian Pewe? -dijo ella, como si quisiera recordarle sutilmente el rango que ostentaba el hombre.

Grace asintió.

Vosper abrió los brazos de manera efusiva.

– ¿Sí?

La subdirectora tenía las muñecas finas y las uñas perfectamente arregladas. Por alguna razón, sus manos parecían un poco más viejas y más maduras que el resto de ella. Y como si quisiera demostrar que aunque la policía ya no era un mundo exclusivamente masculino todavía había un dominio considerable de los hombres, llevaba un reloj de pulsera grande y llamativo.

– La cuestión es… -Grace dudó, las palabras que planeaba decir se agolpaban dentro de su cabeza.

– ¿Sí?-Vosper parecía impaciente.

– Bueno… Es un tipo listo.

– Es un tipo muy listo.

– Por supuesto. -Roy se esforzaba por sostenerle la mirada-. La cuestión es… Me llamó el sábado por la Operación Dingo. Dijo que usted le había sugerido que me llamara… Que tal vez necesitaba que me echaran una mano.

– Correcto. -Bebió delicadamente un sorbo de agua de un vaso de cristal que tenía sobre la mesa.

– No estoy seguro de que sea la mejor forma de utilizar nuestros recursos -dijo luchando contra su mirada penetrante.

– Creo que soy yo quien debe juzgar eso -respondió Vosper.

– Bueno, por supuesto, pero…

– ¿Pero?

– Se trata de un caso lento. Ese esqueleto lleva allí de diez a quince años.

– ¿Y ya lo has identificado?

– No, pero tengo buenas pistas. Mañana espero tener novedades con los historiales dentales.

Vosper enroscó la tapa de la botella y la dejó en el suelo. Luego puso los codos sobre la mesa brillante de palisandro y entrelazó los dedos. Grace olió su perfume. Era distinto de la última vez que estuvo aquí, hacía sólo unas semanas; con más almizcle, más sexy. En sus fantasías más salvajes se había preguntado cómo sería hacer el amor con esta mujer. Imaginaba que llevaría el control, todo el tiempo, y que tendría la misma facilidad para excitar a un hombre que para conseguir que su pene temblara de terror.

– Roy, ¿sabes que la Policía Metropolitana ha sido uno de los primeros cuerpos del Reino Unido en empezar a eliminar la burocracia en las detenciones? ¿Que ha contratado a civiles para fichar a los delincuentes para que los agentes de policía no tengan que dedicar de dos a cuatro horas a rellenar papeles por cada persona que detienen?

– Sí, ya lo había oído.

– Es el cuerpo de policía más importante e innovador del Reino Unido. ¿No crees que podemos aprender algo de Cassian?

Grace se fijó en que utilizaba el nombre de pila del comisario.

– Estoy seguro de que sí… No lo dudo.

– ¿Has pensado en tu historial de evolución personal, Roy?

– ¿Mi historial?

– Sí. ¿Cómo evalúas tu rendimiento?

Grace se encogió de hombros.

– Sin ánimo de echarme flores, creo que he rendido bien. Hemos obtenido una cadena perpetua para Suresh Hossain, hemos resuelto con éxito casos graves, tenemos a dos criminales importantes a la espera de juicio y hemos realizado avances reales en varios casos abiertos.

Vosper se quedó mirándolo unos instantes en silencio, luego preguntó:

– ¿Qué entiendes tú por éxito?

Grace eligió con cuidado sus palabras, consciente de lo que podría suceder a continuación.

– Atrapar a delincuentes, asegurar los cargos contra ellos para la fiscalía y obtener condenas.

– ¿Atrapar delincuentes independientemente del coste o el peligro que entrañe para los ciudadanos o para tus hombres?

– Hay que valorar todos los riesgos por adelantado, cuando es factible. En el calor del momento no siempre lo es, usted lo sabe. Habrá vivido situaciones en las que hay que tomar decisiones rápidas.

Vosper asintió con la cabeza y se quedó callada unos momentos.

– Bueno, me parece genial, Roy. Estoy segura de que pensar así te ayuda a dormir por las noches.

Entonces, se quedó callada otra vez, sacudiendo la cabeza de un modo que a Roy no le gustó en absoluto.

Grace oyó que un teléfono sonaba en la distancia, en otro despacho, sin que nadie lo cogiera. Entonces el móvil de Alison Vosper pitó y recibió un mensaje. La subdirectora lo cogió, lo miró y volvió a dejarlo sobre la mesa.

– Yo lo veo de forma distinta, Roy. Y la autoridad independiente de quejas de la policía también. ¿De acuerdo?

Grace se encogió de hombros.

– ¿Cómo lo ves? -Ya conocía algunas de las respuestas.

– Analicemos las tres operaciones importantes que has dirigido durante los últimos meses. La Operación Salsa. Durante una persecución de la que te encargaste personalmente, un anciano fue secuestrado y resultó herido. Dos sospechosos murieron en un accidente de coche, y tú ibas justo detrás en el coche que los perseguía. En la Operación Ruiseñor, uno de tus agentes recibió un disparo y otro resultó gravemente herido en una persecución, que también terminó en un accidente y que provocó lesiones graves a un policía que no estaba de servicio.

Ese policía era Cassian Pewe, y ello supuso que su incorporación al cuerpo se retrasara varios meses.

Vosper siguió.

– Provocaste un accidente de helicóptero y que un edificio quedara reducido a cenizas, y hubo que identificar tres cuerpos. Y en la Operación Camaleón permitiste que tu sospechoso fuera perseguido por una vía de tren, donde resultó mutilado. ¿Estás orgulloso de todo esto? ¿No crees que tus métodos podrían mejorar?

En realidad, pensó Roy Grace, sí estaba orgulloso. Sumamente orgulloso de todo menos de las lesiones que habían sufrido sus hombres, por las que siempre iba a culparse. Tal vez Vosper no conociera verdaderamente los antecedentes, o prefiriera ignorarlos.

Grace fue cauteloso en su respuesta.

– Cuando se analiza una operación a posteriori, siempre se ven cosas que se podría haber mejorado.

– Exacto -dijo ella-. Y el comisario Pewe está aquí para eso. Para aportar su experiencia con el mejor cuerpo de policía del Reino Unido.

Le habría gustado responder: «En realidad, se equivoca. El tío es un capullo integral». Pero aquella sensación de que Alison Vosper tenía otros planes para ese hombre se había reforzado. Tal vez sí estuviera tirándoselo; era improbable, estaba claro, pero había algo entre ellos: Pewe la tenía embobada. Fuera lo que fuese, era evidente que en estos momentos él no era el preferido de la profesora.

Así que, en una de esas raras ocasiones en su carrera, decidió ajustarse a la política.

– Perfecto -dijo-. Gracias por aclarármelo. Ha sido de gran ayuda.

– Bien -dijo Vosper.

Grace se marchó del despacho absorto en sus pensamientos. Durante los últimos cinco años Sussex House había trabajado con cuatro investigadores jefe. El sistema funcionaba bien, no necesitaban más. Ahora había cinco, en un momento en que andaban escasos de personal en rangos inferiores y se excedían del presupuesto. Vosper y sus compañeros no tardarían demasiado tiempo en reducir el número otra vez a cuatro. Y no había premio por adivinar a quién despedirían; o mejor, a quién trasladarían al quinto pino.

Necesitaba un plan. Algo que provocara que Cassian Pewe se cavara su propia tumba.

Y no tenía ninguno.

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