76

Octubre de 2007


Una pelirroja buenorra vestida con ropa provocativa violeta, de piernas larguísimas y pechos enormes que sobresalían de su sujetador, guiñó un ojo a Roy Grace.

Él cogió la tarjeta y, cuando la movió, le guiñó el otro ojo. Sonrió y la abrió. Una voz cursi, que era una imitación mala de una vocalista femenina que no pudo identificar de inmediato, comenzó a cantar «Cumpleaños feliz».

– ¡Qué maravilla! -dijo-. ¿Para quién has dicho que era?

Gracias a su altura y largas piernas, la agente Esther Mitchell era, indiscutiblemente, la policía más guapa de todo Sus-sex House. También era una de las más alegres.

– Para el inspector Willis -dijo jovialmente-. Cumple cuarenta años.

Grace sonrió. Baz Willis, una babosa obesa que, en opinión de todo el mundo, nunca tendría que haber sido ascendido a inspector, era un sobón reconocido. Por lo tanto, la tarjeta era sumamente adecuada. Encontró un espacio entre la decena de firmas más o menos que ya había, garabateó su nombre y se la devolvió.

– Va a dar una fiesta. Barra libre en el Black Lion esta noche.

Grace hizo una mueca. El Black Lion en Patcham, el bar habitual de Sussex House, era uno de los pubs que menos le gustaban y pensó que dos noches seguidas allí era más de lo que su cuerpo podía aguantar; además, tenía una oferta muchísimo mejor.

– Gracias, me pasaré si puedo -dijo.

– Alguien ha organizado un minibús, si quieres apuntarte…

– No, gracias -contestó y echó un vistazo a su reloj. Tenía que salir dentro de cinco minutos para llevar al maldito enano de Humphrey a su clase de adiestramiento. Entonces Roy sonrió a Esther. Desprendía energía positiva y se las había arreglado para ser popular en el poco tiempo que llevaba aquí -y no sólo por su físico.

– Ah, el comisario Pewe me ha pedido que le consulte los convenios de viajes a Australia.

– ¿Qué?

– Lo siento… Me han asignado a sus casos sin resolver, y al agente Robinson también.

– ¿Has dicho Australia?

– Sí, quería que le preguntara con qué compañías aéreas tiene acuerdos de clase business la policía de Sussex.

– ¿Acuerdos de clase business? -preguntó Grace-. ¿Dónde se cree que está, en un bufete de abogados?

Ella sonrió, parecía violenta.

– Yo… mmm… Supuse que usted lo sabía.

– Ahora tengo prisa -dijo él-. En cuanto pueda me pasaré por su despacho.

– Se lo diré.

– Gracias, Esther.

La agente lo miró mientras salía del despacho. Era una mirada que decía: «A mí tampoco me cae bien».


Cinco minutos después, Grace entró en su antiguo despacho con sus vistas horribles al bloque de detención. Cassian Pewe estaba sentado, en mangas de camisa, haciendo una llamada personal, no cabía la menor duda. A Grace le importó un pito respetar su intimidad. Cogió una de las cuatro sillas de la minúscula mesa de reuniones redonda, la plantó directamente delante del escritorio de Pewe y se sentó.

– Ahora te llamo, ángel mío -dijo Pewe, mirando con cautela la cara ceñuda de Grace. Colgó y sonrió-. ¡Roy! ¡Me alegro de verte!

Grace fue al grano.

– ¿Qué es eso de Australia?

– Ah, ahora iba a ir a decírtelo. Hoy voy a investigar algo para la policía de Victoria, en Melbourne, bueno, en la zona de Melbourne, que he sabido que tiene relación con tu Operación Dingo. Qué coincidencia, el nombre, Dingo… Es un perro salvaje australiano, ¿verdad?

– ¿Qué relación? ¿Y qué es eso de pedir a una agente de policía que vaya por ahí preguntando qué política de viajes tenemos? Para eso están los ayudantes de apoyo a la gestión.

– Creo que alguien tendrá que ir a Australia, Roy… Pensaba que podría ir yo mismo…

– No sé cómo funciona la Met, pero para que lo sepas de aquí en adelante, Cassian, en Sussex invertimos nuestro dinero en mantener el orden, no en convertir a los agentes de policía en peces gordos que viven del dinero de los contribuyentes. Volamos en turista, ¿de acuerdo?

– Por supuesto, Roy -dijo Pewe, y le ofreció una sonrisa empalagosa-. Es que es un viaje largo si al llegar te espera un día de trabajo por delante.

– Sí, bueno, es duro. Nosotros no dirigimos una agencia de viajes.

«Si de mí depende, comisario Pewe, la única forma que tienes tú de ir a Australia ¡será cavando un agujero con una pala!», pensó Grace.

– ¿Quieres contarme qué relación tiene con mi caso?

– Tengo una información sobre Lorraine Wilson, la segunda esposa de Ronnie Wilson, que creo que te parecerá interesante. Está relacionada con Ronnie Wilson. Podría conducirte a él.

– Sí, bueno, es evidente que no estás al día sobre Ronnie Wilson. Murió en las Torres Gemelas el 11-S.

– En realidad -dijo Cassian Pewe-, tengo pruebas que podrían sugerir lo contrario.

Загрузка...