Octubre de 2007
Abby oyó un teléfono que sonaba en alguna parte, cerca y con insistencia. Luego se percató, sobresaltada, de que era el suyo. Se incorporó, confusa, intentando ubicarse. El teléfono siguió sonando.
Notaba un aire helado en la cara, pero estaba sudando profusamente. Estaba a oscuras, sólo había sombras a su alrededor en una neblina naranja fantasmagórica. Al moverse, un muelle crujió debajo de ella. Estaba en el piso de su madre, sentada en un sofá, comprendió. Dios santo, ¿cuánto rato había dormido?
Miró a su alrededor, temerosa de que Ricky hubiera vuelto y estuviera aquí. Vio el resplandor de la pantalla del teléfono y alargó el brazo para cogerlo. El miedo que se arremolinaba en su estómago se acentuó cuando vio las palabras «Número privado». La hora en la pantalla decía que eran las 18.30.
Se acercó el teléfono a la oreja.
– ¿Diga?
– Has podido pensarlo bien, ¿verdad? -dijo Ricky.
El pánico se apoderó de su cerebro. ¿Dónde diablos estaba? Tenía que salir de aquí deprisa. En este lugar era una presa fácil. ¿Sabía Ricky dónde estaba? ¿Estaba ahí fuera en alguna parte?
Esperó un momento antes de contestar, intentando organizar sus pensamientos. Decidió no encender la luz, no quería mostrarle que estaba aquí, por si se encontraba fuera en la calle, observando. Entraba luz suficiente por los visillos, de las farolas que había delante de la ventana, para distinguir todo lo que necesitaba ver aquí dentro.
– ¿Cómo está mi madre? -preguntó, y oyó el temblor en su voz.
– Está bien.
– Tiene las defensas bajas. Si dejas que coja frío, podría darle una neumonía…
– Como ya te he dicho -contestó Ricky, interrumpiéndola-, está muy cómoda enrolladita en la alfombrita.
A Abby no le gustó la forma como pronunció las palabras.
– Quiero hablar con ella.
– Claro que quieres. Y yo quiero lo que me robaste. Así que es muy sencillo: tú me lo traes, o me dices dónde está, y tu madre podrá irse a casa contigo.
– ¿Cómo sé que puedo confiar en ti?
– ¡Qué gracia que digas tú eso! -contestó con desdén-. Creo que no sabes qué significa esa palabra.
– Mira, lo que pasó, pasó -dijo ella-. Te devolveré lo que me queda.
El tono de la voz de Ricky cambió de manera alarmante.
– ¿Qué quiere decir «lo que me queda»? Lo quiero todo. Todo: ése es el trato.
– No puedes tenerlo todo. Sólo puedo darte lo que tengo.
– Por eso no estaba en la caja de seguridad, ¿verdad? ¿Te lo has gastado?
– No todo -se arriesgó a contestar.
– Zorra insensible. Dejarías que matara a tu madre, ¿verdad? ¡Dejarías que la matara antes que devolvérmelo! Así de importante es el dinero para ti.
– Sí -dijo Abby-. Tienes toda la razón, Ricky. Dejaría que la mataras. Y le colgó.