Octubre de 2007
Le parecía como si la luz y el extractor de aire llevaran horas y horas encendidos. En el cuarto minúsculo y sin ventanas, Abby había perdido la noción del tiempo. No sabía si todavía era de madrugada o de día. Tenía la boca y la garganta secas, se moría de hambre y casi todas las partes de su cuerpo estaban entumecidas o doloridas por culpa de las ataduras.
Temblaba de frío por la constante corriente de aire helado. Necesitaba sonarse desesperadamente la nariz porque la tenía taponada y cada vez le costaba más trabajo respirar. No podía coger aire por la boca y, respirando más y más deprisa, empezó a notar que le entraba otro ataque de pánico.
Intentó tranquilizarse, ralentizar la respiración. Comenzaba a sentir que no estaba totalmente dentro de su cuerpo, que estaba muerta y flotando en el aire. Como si la persona desnuda atada con cinta fuera otra, como si ya no fuera ella.
Estaba muerta.
El corazón le latía deprisa. Le palpitaba con fuerza. Intentó decirse algo y oyó un zumbido apagado dentro de su boca. «Sigo viva. Me noto el corazón.»
Dentro del cráneo notaba como si una cinta se tensara alrededor de su cerebro. Estaba sudando y era incapaz de enfocar con claridad. Entonces comenzó a temblar descontroladamente. Un sudor frío producto del miedo apareció en su piel cuando un pensamiento la golpeó como un mazo.
¿Y si se había marchado y la había abandonado aquí?
A su suerte, hasta que muriera…
Cuando le conoció, pensó que, igual que Dave, su violencia sólo era fanfarronería, fantochadas, un modo de no ser menos que sus amigos gánsteres. Entonces, una noche que estaba con él, atrapó una araña en la bañera, le quemó las patas con un encendedor y luego la abandonó, viva dentro de un tarro de cristal, para que muriera de sed o hambre.
Comprender que era muy capaz de hacerle lo mismo a ella la empujó a luchar contra las ataduras con una urgencia nueva y repentina. El pánico era cada vez más intenso.
«Concéntrate. Piensa. Recuerda que sólo es un ataque de pánico. No te estás muriendo. No estás fuera de tu cuerpo. Pronuncia las palabras.»
Inspiró, espiró, inspiró, espiró. «Hola -pensó en las palabras-. Me llamo Abby Dawson. Estoy bien. Sólo es una reacción química chunga. Estoy bien, estoy en mi cuerpo, no estoy muerta, se me pasará.»
Intentó centrarse en cada una de las ataduras, empezando por la que tenía alrededor de la frente. El cuello le dolía cada vez más porque tenía la cabeza demasiado echada para atrás. Pero por mucho que lo intentara, no podía moverla ni un centímetro en ninguna dirección.
Luego probó con las manos, que estaban atadas a sus muslos. Tenía los dedos abiertos y envueltos también en cinta, lo que hacía imposible coger nada. Trató de mover las piernas, pero las tenía unidas tan fuerte que parecía como si estuvieran enyesadas. Nada cedía. Nada se aflojaba.
¿Dónde había aprendido a atar así? ¿Simplemente se las había arreglado sobre la marcha, sonriendo mientras trabajaba?
Oh, sí, seguro que había sonreído.
Y no podía culparle.
De repente, se halló deseando con todas sus fuerzas no haber accedido a todo aquello. No era lo bastante fuerte, comprendió, ni lo bastante lista. ¿Cómo diablos había pensado que podía salir bien? ¿Cómo había podido ser tan estúpida?
Un ruido metálico interrumpió sus pensamientos, luego oyó el chirrido de la suela de goma de una zapatilla y luego una sombra cruzó la puerta. Ricky estaba mirándola, con una bolsa de plástico grande del ASDA en una mano y una taza de café en la otra. Olía el aroma. Dios santo, qué bueno.
– Espero que hayas dormido bien, Abby. Te quiero fresca para hoy. ¿Has descansado?
Abby emitió un quejido.
– Sí, siento lo de la cinta. Pero las paredes de este sitio no son muy gruesas. No puedo correr riesgos, estoy seguro de que lo comprendes. Vaya… ¿Tal vez la cama estaba un poco dura? Aun así, es muy buena para la espalda, esa postura. Bien recta. ¿Alguna vez te han contado la importancia de adoptar una buena postura?
Ella no dijo nada.
– ¿No? Vaya. Supongo que la palabra «buena» no figura en tu vocabulario. -Dejó la bolsa de plástico en el suelo. Se oyó un ruido fuerte, seguido de un golpeteo de objetos metálicos dentro-. He traído algunas cosas. En realidad no he torturado nunca a nadie. He visto cómo se hace en las películas, claro. He leído sobre el tema. -Se le tensó la garganta-. Sólo quiero que entiendas, Abby, que no quiero hacerte daño. Lo único que tienes que hacer es decirme dónde está. Ya sabes, lo que me quitaste. Toda mi pasta, vaya.
Abby no dijo nada. Estaba temblando.
Ricky cogió la bolsa y la sacudió, con un repiqueteo fuerte y metálico.
– Tengo todo tipo de cosas aquí dentro, pero la mayoría son bastante primitivas. Tengo un taladro que podría perforarte las rótulas. Tengo un paquete de alfileres y un martillo pequeño. Podría clavártelos dentro de las uñas. Tengo unos alicates para los dientes. O podríamos ser un poco más culturales.
Se metió la mano en el bolsillo y sacó un iPod negro. Entonces lo sostuvo delante de los ojos de Abby.
– Música -dijo-. Escucha un poco.
Le puso los auriculares, comprobó la pantalla y presionó el símbolo de encendido. Entonces subió el volumen.
Abby escuchó una canción que reconoció, pero a la que no pudo poner título de inmediato.
– «Fool for love» -la ayudó Ricky-. Loco de amor. En realidad, podría referirse a mí, ¿no crees?
Abby lo miró, el terror la volvía casi incoherente, no estaba segura de qué reacción esperaba Ricky. E intentaba no dejarle ver lo asustada que estaba.
– Me gusta este disco -dijo-. ¿Y a ti? Recuerda, ojos a la derecha es un «sí», a la izquierda, un «no».
Movió los ojos hacia la derecha.
– Bien, ¡ahora nos entendemos! Bueno, ¿está aquí o en otra parte? A ver si puedo simplificar la pregunta. ¿Está aquí, en este piso?
Movió los ojos hacia la izquierda.
– De acuerdo. En otra parte. ¿En Brighton?
Movió los ojos hacia la derecha.
– ¿En una caja de seguridad?
De nuevo, movió los ojos hacia la derecha.
Ricky metió la mano izquierda en el bolsillo de sus vaqueros y sacó una llave pequeña y fina.
– ¿Es ésta la llave?
Dijo que sí con los ojos.
Él sonrió.
– Bien. Ahora lo único que debemos establecer es el banco y la dirección. ¿Es el NatWest?
Ojos a la izquierda.
– ¿El Lloyds TSB?
Ojos a la izquierda.
– ¿El HSBC?
Sus ojos se movieron hacia la izquierda. Y también dijo que no a Barclays.
– De acuerdo, creo que ya lo entiendo -dijo, y se alejó de la puerta. Poco después, regresó con un tomo de las Páginas Amarillas, abierto por el índice de las empresas de servicios de seguridad. Las repasó con el dedo, deteniéndose y obteniendo una negación con cada nombre. Entonces llegó a Southern Deposit Security.
Abby movió los ojos hacia la derecha.
Ricky estudió el nombre y la dirección, como si los memorizara, y luego cerró el directorio.
– De acuerdo, bien. Lo único que necesitamos ahora es establecer algunos detalles más. ¿La cuenta está a nombre de Abby Dawson?
Ojos a la izquierda.
– ¿Katherine Jennings?
Movió los ojos a la derecha.
Él sonrió, ahora parecía mucho más contento.
Entonces Abby lo miró fijamente, intentando hacer una señal. Pero no estaba interesado.
– Sayonara, baby! -dijo con alegría-. Es de una de mis películas preferidas. ¿Te acuerdas? -Ricky la miró con intensidad.
Movió los ojos hacia la derecha. Se acordaba. Conocía la película, la frase. La decía Arnie Schwarzenegger en Terminator. Sabía lo que significaba.
¡Hasta la vista!